Padre Félix Varela, el primer exiliado cubano

Written by Libre Online

18 de noviembre de 2025

DE LA REDACCIÓN DE LIBRE 

Y FUENTES ANEXAS

Sacerdote, maestro, filósofo, escritor y periodista

Félix Francisco José María de la Concepción Varela y Morales nació el 20 de noviembre de 1787 en la casa de sus padres en la calle Obispo entre Aguacate y Villegas en La Habana. Tercer hijo del matrimonio formado por el español Capitán del Regimiento Fijo de la ciudad, don Francisco Varela y Pérez y la santiaguera Doña María Josefa Morales y Medina. Bautizado el recién nacido en la iglesia del Santo Ángel Custodio, por el capellán del Regimiento Fijo de La Habana Fray Miguel Hernández de la Orden de los Predicadores, dominico.

A los tres años fallece su madre quedando el niño y sus dos hermanas al amparo de los padrinos: su abuelo y su tía materna; reunidos además con su abuela y sus otras tías con las que vivirán los tres críos. Pero el abuelo -también militar- es trasladado a San Agustín de la Florida y lleva consigo al pequeño Félix quien ya mostraba vocación religiosa y se distinguía por su inteligencia y piedad. Llegado el momento de empezar sus estudios secundario, Félix regresa a La Habana. Cuando tenía 14 años –fallecido para entonces su padre– el abuelo le propone entrar en la academia militar pero el muchacho con profunda valentía pide entrar en un Semanario para hacerse sacerdote.

Nace un Sacerdote con estampa de Educador

Se educó en las aulas del Colegio Seminario de San Carlos y San Ambrosio, y en la Real y Pontificia Universidad de La Habana. A los 23 años fue ordenado sacerdote en la Catedral de La Habana y en diciembre 21, 1811, celebra su primera misa en el convento de Santa Teresa donde una de sus tías había ingresado como monja carmelita; y allí como un feligrés más, se encontraba el abuelo Morales, ya muy enfermo pero orgulloso de acompañar al nieto-sacerdote. 

Seguidor del pensamiento de su maestro José Agustín Caballero, -hombre que marcó el camino para los estudios filosóficos en Cuba-, Félix Varela sustituye al maestro en el Seminario cuando tenía 24 años de edad y desde allí da una vital importancia a los métodos de aprendizaje utilizando sistemas innovadores para aquella época. Es por tal motivo que siempre nos referimos al Padre Varela quien uniendo ciencia y conciencia fue el “que nos enseñó a pensar”.

Fue el quien “formó” a los más destacados hombres de su época: Domingo del Monte, José Antonio Saco, José de la Luz y Caballero y otros más.

Fundó la primera Sociedad Filarmónica de La Habana y formó parte trabajando a la vez para la Sociedad Económica de Amigos del País. 

En 1814 escribe Instituciones de filosofía electiva, obra en cuatro tomos, donde insistía en la importancia de la ciencia para el conocimiento, aun cuando consideraba que entre “verdad de fe” y “verdad de razón”, debería primar la primera.  En 1818 se publica Lecciones de Filosofía y Miscelánea filosófica en 1819. Abogaba por una ciencia que girara en torno de los hechos y no de las palabras, y por un lenguaje científico que fuera totalmente comprensible.

A los 32 años funda en el Seminario la primera cátedra de derecho de América Latina enseñando la Legalidad y Responsabilidad Civil, de la cual dijo es:

“La Cátedra de la libertad y de los derechos humanos, la fuente de las virtudes cívicas y la base del gran edificio de nuestra felicidad”.

De “diputado” en Madrid, a “exiliado” en New York

En 1821 el Padre Varela fue elegido para representar a Cuba en las Cortes de España, donde reclamó la abolición de la esclavitud con indemnización; y defendió el más aún osado planteamiento, la independencia de las colonias americanas en guerra. Al restablecerse el absolutismo regio en España, las Cortes quedaron disueltas y se firmó por Decreto Real aplicar la pena de muerte por traición a todos los diputados. El Padre Varela huyó a Gibraltar y de ahí a los Estados Unidos, donde residió el resto de su vida convirtiéndose en nuestro primer exiliado cubano sin regresar jamás a la patria. 

Ejerció el ministerio sacerdotal en la ciudad de Nueva York durante 30 años con admirable abnegación; fundó escuelas, edificó iglesias, evangelizaba a los pobres. Defendió la fe católica ante el avance de otros grupos. Se le nombró a una parroquia en la zona donde vivían inmigrantes de Irlanda, en la época cuando las diferencias étnicas y religiosas prevalecían. 

Al Padre Varela se le llegó a conocer en los círculos irlandeses como el “Santo Protector”. Tal así que en un barrio de la ciudad de New York hay una placa donada por esa comunidad dedicada al “Gran Protector de los desamparados irlandeses”.

Igualmente inició una ardua labor en pos de la independencia de Cuba. Fundador de El Revisor Político y Literario. Circulan siete números del periódico independentista El Habanero prohibido en Cuba, al igual que sucedió con el Mensajero Semanal editado junto a José Antonio Saco.

Publicó el periódico The Protestant Abridger and Annotator (1830) —donde defendía la fe católica frente a los ataques de los protestantes— y The Catholic Exporter and Literary Magazine, en unión de Charles C. Pérez. 

Colaboró en Revista de La Habana, Diario del Gobierno y El Universal, de Madrid, y Repertorio Médico de La Habana; al igual que en otros tantos periódicos, en inglés y en español. Se publican los dos primeros tomos de lo que se considera su última obra Cartas a Elpidio el testamento ideológico en el que legó a futuras generaciones la esencia de su ideario.

El sacerdote enferma

Gastado físicamente y padeciendo asma recorrió varias ciudades en busca de un clima más apropiado. Viajó a San Agustín de La Florida, lugar donde había vivido de niño, y allí pasó los últimos años de su vida marcados por la pobreza, las enfermedades y la soledad; en un cuarto pequeño –como una celda- acompañado solamente por dos cuadros de santos y una campanilla.

En Cartas a Elpidio, donde aparece el resumen y la culminación de todo su ideario, -reimpreso gracias a la Fundación Padre Félix Varela, de Miami-, encontramos lo que en una carta había expresado:

 …fórmase ya en el horizonte de mi vida la infausta nube de la ancianidad y allá a lo lejos se divisan los lúgubres confines del impero de la muerte. La naturaleza, en sus imprescriptibles leyes me anuncia decadencia y el Dios de bondad me advierte que va llegando el término del préstamo que me hizo de la vida. Yo me arrojo en los brazos de su clemencia, sin otros méritos que los de su hijo; y guiado por la antorcha de la Fe, camino al sepulcro, en cuyo borde espero, con la Gracia Divina, hacer con el último suspiro, una profesión de firme creencia y un voto fervoroso por la prosperidad de mi Patria…”

Tenía 64 años de edad cuando sintiendo cercana la muerte, pidió al sacerdote francés, P. Aubril que le llevara el Santo Viático. Antes de recibir la comunión el siempre primer exiliado cubano, dijo:

“Tengo que cumplir una promesa que hice mucho tiempo antes de ahora. Tengo que hacer en este momento, en el momento de mi muerte, como lo he hecho durante mi vida, una profesión de fe en la presencia real de Jesucristo en la Sagrada Eucaristía. Creo firmemente que esta hostia, que Ud. tiene en sus manos, es el cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo bajo la apariencia de pan. ¡Ven a mi Señor!”

 Entregó su alma a Dios el viernes 25 de febrero de 1853, a pocos días de haber nacido en la humilde casa de la calle Paula: José Julián Martí y Pérez, a quien más tarde todos llamaríamos Apóstol de Cuba.

Glorioso retorno

El hombre que nos enseñó a pensar y a vivir, fue enterrado en el Cementerio local Tolomato, en San Agustín, Florida, y allí permaneció hasta que a instancias del gobierno que presidía el general José Miguel Gómez, el obispo William Kenny exhumó los restos de Félix Varela y los entregó para su traslado definitivo a Cuba al Dr. Manuel Landa González y al Cónsul cubano en la ciudad de Jacksonville Sr. Julio Embil en noviembre de 1911. Más tarde, de la Catedral de La Habana trasladados al Aula Magna de la Universidad de La Habana.

Ahí en una urna funeraria descansan las reliquias del cual precisó José Martí “ante la tumba del Padre Varela” publicado en el periódico “Patria” el 6 de agosto de 1892 donde el Apóstol cubano explicaba a los lectores:

“…aquel patriota entero, que cuando vio incompatible el gobierno de España con el carácter y las necesidades criollas, dijo sin miedo lo que vio, …y vino a morir cerca de Cuba, tan cerca como pudo…”

Largo el camino a la Santidad

En el 1985 la Santa Sede autorizó al Episcopado de Cuba a iniciar el proceso canónico sobre la santidad del Padre Félix Varela. El proceso diocesano de beatificación se inició en febrero de 1986 con la Causa de Vida y Virtudes del Padre Varela. Pero el camino hacia la santidad tiene varios pasos: “venerable siervo de Dios”, “beato” y por último “santo”.

Para que un venerable sea beatificado es necesario que se haya producido un milagro debido a su intercesión y para que sea canonizado un segundo milagro es necesario; y que haya ocurrido después de haber sido proclamado “beato”.

El papa emérito Benedicto XVI reconoció las “virtudes heroicas del Siervo de Dios”, lo que situaba al Padre Varela en el primer paso hacia la santidad del sacerdote cubano.

Hace algunos años el secretario del Vaticano, el Cardenal Bertone en su visita a Cuba llamó a Félix Varela “hombre de paz y bien… modelo de humanidad…”  

Además, fue la figura más atrayente de su época, un sacerdote que dedicó su vida a su iglesia, a su religión, y especialmente a los huérfanos, los humildes y los inmigrantes.

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