Nación tras nación, los que sucumben a las garras del comunismo se enfrentan a idénticas consecuencias: Repetir el mismo patrón de conducta de los infames caudillos comunistas que destrozaron a sus respectivas naciones robándoselo todo a todos para convertirse ellos mismos en acaudalados “Señores Feudales”, emperadores absolutos manejando a una masa dócil de esclavos, y camuflados tras una engañosa retórica populista, falsa y hueca, que sólo les servía de pretexto para imponerse en el poder vitalicio… “el triunfo del proletariado”, “el fin de la explotación a los pobres”, “la nacionalización (el robo) de las empresas extranjeras que abusan de nuestros obreros”, “la desaparición de la discriminación racial”, “la defensa de los oprimidos” “el retorno del poder al pueblo trabajador”, y otras burdas falacias similares… La misma verborrea engañosa, la misma “palabrería barata” para engatusar a los menos preparados y manipularlos a su antojo; la misma bajeza humana para saciar sus ilimitadas ambiciones de riqueza y poder. Lenin vivió como un rey; Stalin gobernó como un emperador; Mao se alzó como potentado dueño de toda China; Kim Il-sun, el enano coronel coreano, se proyectó como una Deidad bajada del cielo para recibir la adoración histérica del oprimido pueblo de Corea del Norte. El antiguo teniente coronel de la KGB soviética, Vladimir Putin, es igual. Asesinos sin escrúpulos, y consumados ladrones. Más de lo mismo. ¡Siempre es más de lo mismo!
Fidel Castro Ruz se convirtió en el nuevo “Dios del Caribe”, el gran atracador y criminal al que había que halagar a toda hora y rendir pleitesía incondicional; el “Supremo Señor Feudal”, amo indiscutible de toda Cuba, de todas las vidas y todos los esclavos que conformaban la totalidad del sufrido, estafado y aplastado pueblo cubano.
(Léase: “65 años de infamia”, publicado exclusivamente en LIBRE, a partir de diciembre 13 del año 2023)
El ladino forajido al que había que tratar como jefe de estado, máximo líder, comandante supremo de la revolución, y otros sumisos calificativos más, en realidad era solamente un pigmeo moral, lleno de complejos, resentimientos y odios, un agitador que obtuvo título de abogado “a punta de pistola” —como dieron fe muchos de sus compañeros universitarios—, un politiquero perdedor y vengativo que jamás ganó una sola elección (en la era de la Cuba Republicana, aspiró a un escaño político como miembro del Partido Ortodoxo, y perdió), un vago de profesión y afición, un desorejado ladrón que sobrevivía como pandillero universitario, instigador y gángster, hasta que tuvo la fortuita idea de disfrazarse de “payaso comandante”, y esconderse en la Sierra Maestra cobardemente mientras empujaba a otros a luchar por él, para luego delatarles y traicionarles cuando le convenía, como hizo con el líder oriental Frank País, (elevado más tarde, como de costumbre, a “mártir de la revolución”).
Felipe Lorenzo
Hialeah, Fl.







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