Oriental Park el Hipódromo de Marianao

Written by Alvaro J. Alvarez

15 de octubre de 2024

Por Álvaro J. Álvarez. Exclusivo para LIBRE

Según los historiadores las primeras carreras de caballos pura sangre en la Isla se realizaron a mediados del siglo XIX en las zonas de Colón y Corral Falso, donde los hacendados rivales competían con ejemplares importados desde Virginia y Kentucky en los Estados Unidos.

El primer hipódromo en Cuba fue en el Campo de Marte en 1852, aunque realmente fue uno improvisado.

En el Campo de Marte en 1794 hubo la primera Plaza de Toros y luego otra en 1835. En 1856 fue el sitio donde salió Matías Pérez en su globo para nunca regresar, se perdió y no se supo más de él.

Este sitio desde 1928 la conocemos como La Plaza de La Fraternidad y está al final del Paseo del Prado cuando termina en la calle Reina.

La práctica pronto se extendió a La Habana y tras el fin de la Guerra de Independencia se fundó en 1900, el primer jockey club y se organizaron las primeras competiciones.

Para las carreras el Jockey Club construyó en 1902 un hipódromo rústico con un óbolo de media milla, en los terrenos de Buena Vista (muy cerca de Columbia luego Ciudad Libertad) en los que los premios llegaban hasta los 15 pesos plata.

En 1906, el Ing. José Villalón y otros socios americanos y cubanos, desembolsaron los recursos para que el Cuba Sporting Club construyera un hipódromo en los terrenos del reparto Ampliación del Almendares, en Marianao. El trac celebró el primer clásico criollo: el premio “Julio de Cárdenas” de 5,000 pesos. La instalación desapareció en 1910.

Realmente en Cuba el deporte hípico se inició en la ciudad matancera de Colón. El ejército español mantenía una escuela de equitación en dicha localidad y los oficiales allí destacados, quizá para matar el aburrimiento, trazaron una pista y empezaron las competencias. Después fue en Camagüey donde se despertó un extraordinario interés por las carreras de caballos. Un camino recto sirvió de pista y se construyeron unos cuantos palcos que eran ocupados por militares españoles, sus familiares y algunos cubanos invitados.

Según crónicas de la época, fue allí donde se efectuaron por primera vez apuestas entre los espectadores y prueba de ello se comentaba que los espectadores lanzaban de un palco a otro, bolsitas con onzas de oro, según la apuesta aceptada.

Entre 1907 y 1910 el entonces gobernador de Nueva York, Charles Evans Hughes, promocionó una legislación que prohibía las apuestas en el deporte hípico, provocando el cierre de todos los tracs en Norteamérica, exceptuando los de Maryland y Kentucky. La prohibición obligó al empresario Harry “Curley” Brown a mirar hacia Cuba.

Curley y otros socios, tanto americanos como cubanos, enfocaron la mira en una finca de malojas en las proximidades de Loma Llaves (Marianao), que en época de lluvias se empantanaba.

Siendo el ingeniero Mario García Menocal presidente de la República, el entonces alcalde de Marianao Baldomero Acosta autorizó la licitación y en los días que estalló la Primera Guerra Mundial (1914), comenzó la construcción del hipódromo Oriental Park que abrió sus puertas siete meses después, el 14 de enero de 1915 con una competición de 296 caballos que llegaría a convertirse en uno de los principales atractivos de la época para los habaneros.

La iniciativa de construir el hipódromo fue del propio millonario Curley Brown, quien tenía vasta experiencia en el negocio del hipismo. Había edificado otros similares en su país y quería en Cuba uno que respondiera a las exigencias del turismo y los cubanos adinerados.

Brown logró una concesión del Ayuntamiento de Marianao, que le permitía la explotación del lucrativo negocio por 30 años. Fue Curley quien contrató a la firma Schultze & Weaver para su construcción. 

El hipódromo, que imitaba otros de los Estados Unidos, era considerado uno de los mejores del continente. Constaba con un gran stand o gradería, con taquillas debajo para las apuestas. Su pista de 1 milla (1,609 metros) muy bien acondicionada, tenía ocho carriles y en su centro un césped cuidadosamente podado.

En sus establos, grandes y confortables, se alojaban los animales para las carreras, que eran alimentados por los mozos de caballerizas con avena, rollón de maíz, alfalfa, azúcar candy y yerba escogida.

Frank Steinhart, un alemán-americano, que presidía la Habana Electric Railway and Light Company y a su vez era el vicepresidente de la compañía operadora del Oriental Park, llevó las líneas de tranvías hasta las puertas del hipódromo.

Los automóviles de la línea Vedado-Santa Úrsula transportaban a las personas más importantes hasta el mismo hipódromo.

Durante más de una década las competiciones fueron netamente norteamericanas, la fanaticada vio competir ejemplares como: Iron Mask, Imperator y Last One. Los Jockeys como: Willie Camp, Eddy Taplin y Daniel Conelly.

Los jinetes cubanos fueron segregados por los americanos, porque eran acusados de espiar sus secretos hípicos.

En sus inicios se llamó Havana-American Jockey Club y se proclamó de inmediato como el mejor de Las Américas y en su pista corrieron los mejores caballos montados por los jockeys más famosos del mundo.

Conocido popularmente como Hipódromo de Marianao con la dirección postal calle 108 #6116 era gestionado por el Jockey Club cubano estadounidense, que exhibía carreras de caballos pura sangre.

El hipódromo, ubicado desde la calle 102 hasta 112 y 114 y desde la avenida 61 hasta la línea del tren de Guanajay, estaba a la altura de hipódromos norteamericanos y europeos de esos años.

La instalación, con capacidad para 8,000 espectadores, además de las pistas de carreras, contaba con gradas divididas en el gran stand y el stand chico, establos para caballos, dos imprentas y una herrería.

Su apertura significó también nuevas fuentes de empleo para los residentes de la localidad. Así como trajo prosperidad para la zona, con la apertura de bares, restaurantes y tiendas.

Se convirtió en un lugar de moda y era frecuentado por muchos personajes, cubanos y extranjeros, que visitaban Cuba. 

Famosos jockeys como Laverne Fator montaron allí en 1918, al igual que Alfred Robertson en la década de 1920 y el de origen cubano Avelino Gómez.

Solamente llevaba 81 días de inaugurado cuando allí se efectuó una pelea de boxeo por el título mundial de los pesos pesados entre los norteamericanos Jess Willard (1881-1968, de 34 años y conocido como la gran esperanza blanca, 6½ y 240 libras) y el entonces campeón mundial, el afroamericano Jack Johnson (1878-1946) de 37 años, de 6’1” y 214 libras.

Inesperadamente el blanco Willard le ganó a Johnson, por KO, en el asalto 26. La pelea provocó las más diversas especulaciones, sobre todo por la extraña forma en que cayó Johnson. Los técnicos y testigos aseguraron que este boxeador no parecía un hombre noqueado por un golpe, se dijo que se vendió y se dejó ganar.

Pero no solo el Oriental Park fue famoso por sus carreras de caballos, entre 1916 y 1928 se celebraron grandes temporadas de carreras de autos. En una de esas carreras murió, al volcarse su auto, Máximo Herrera, uno de los mejores corredores cubanos.

El 14 de abril del 1918, Marcelino Amador ganó la carrera en que establecería el récord de velocidad de 59.6 millas (96 km), ganando el primer lugar. 

También ese mismo año, en los días 6 y 7 de abril, se celebraron competencias de motocicletas, donde participó el corredor cubano Antón Martín, en una motocicleta Excelsior-Henderson.

Por si fuera poco, entre 1920 y 1928 Louis Chevrolet (1878-1941) fue a La Habana en varias ocasiones a correr en el Oriental Park, que entonces lucía sus mejores galas. 

Louis Chevrolet fue un piloto de carreras suizo y cofundador de Chevrolet junto a William Crapo Durant. Chevrolet tuvo diferencias con Durant en 1914 y le vendió su parte de la compañía. La compañía fue fusionada a General Motors de Durant.

En el Hipódromo más que carreras se hacían exhibiciones. Los pilotos norteamericanos hacían tronar sus motores y daban vueltas a toda máquina alrededor del improvisado circuito en óvalo, sobre pista de tierra. Todo esto atraía a un público multitudinario.

Luego Curley le vendió sus derechos a Charles Storcham, el dueño del equipo beisbolero los Gigantes de Nueva York.

Tanto Storcham como su socio Flynn fueron demandados por el Sindicato Territorial (dueño del inmueble). Curley y compañía, tuvieron que largarse con su música a otra parte y el mando cayó en manos de los hermanos Kaelker. 

Durante el crac de 1929 los empresarios estadounidenses se retiraron y el negocio pasó a manos cubanas. Con dificultades económicas, los cubanos lo mantuvieron y lograron que recuperara su anterior esplendor, gracias a la ayuda gubernamental a partir de mediados de los años treinta.

Existió un autobús con la numeración I2F2 que circulaba por dentro del reparto para acercar a los concurrentes al hipódromo.

En 1937 Meyer Lansky (1902-1983) obtuvo el control del hipódromo y el casino. Desde 1936 el juego rendía en Cuba grandes ganancias y Lansky importaría excelentes y hábiles dealers y gerentes para asegurarse que la suerte siempre favoreciera a la casa.

Luego de un intempestivo retorno de empresarios americanos y altercados entre políticos y mafiosos los destinos de la hípica cubana comenzaron a ser conducidos por el Dr. Indalecio Pertierra y su hermano Julio.

“Cabecilla, Betty’s Beau y Cafre en magnífica justa a seis furlones”, fue un titular aparecido en las páginas deportivas del Diario de la Marina el domingo 19 de enero de 1947. Dos días después, un cronista hípico comentaba que Cabecilla, el ejemplar del patio, montado por el jockey Pepe Viñas había derrotado a Bett’s Beau, el más poderoso de los potros extranjeros obteniendo el premio Miramar Yacht Club.

Con la victoria, el caballista Ramón Crusellas elevaba las ganancias de su caballo a $20,188.

En esa época dorada de la hípica cubana el Dr. Indalecio Pertierra y su hermano Julio dirigían la compañía operadora del hipódromo Oriental Park, los dos hermanos Pertierra eran también condueños del equipo de béisbol Almendares.

Comenzaron los Derbys, competencias de 12 furlones (1 furlón equivale a 201 metros o a 660 pies) por tanto son unos 2,400 metros, exclusivas para machos de tres años.

Se reguló la división de reclamables (caballos en venta) y se estimuló la importación de ejemplares de Chile y Argentina, más las competiciones entre Cuba y la Florida.

Potros como Cabecilla, Serapio, Cafre, Mayito, Mi Preferido y otros representaron un orgullo nacional, además de los jockeys: Fernando Fernández, José Marrero, Pepe Viña, y el gran Avelino Gómez, por solo citar algunos.

Entre los entrenadores se destacaron: Papito Torriente, Machito Alonso, Sergio Macías, Carlos Ferreti y el Dr. Alberto Inclán. 

Las mejores cuadras o sea los criadores fueron: Guanamaquilla (Camagüey), Las Lajas, Ramón Crusellas, Enrique Durand, Tiburón stable, Antonio Puñal y otras.

Los premios eran el sostén de la crianza, por ejemplo, en 1947 se celebraron 157 carreras y otorgaron premios por valor de $460,000.

El día más glorioso de la hípica cubana fue el miércoles 12 de enero de 1949, cuando en un encuentro Cuba-EE.UU. en el hipódromo Tropical Park de Miami, el huracán negro, el ejemplar cubano Mi Favorito, montado por Avelino Gómez venció por 10 cuerpos a Promete, para ganarse el premio de $3,250. El caballo de 3 años, orgullo y estrella del establo Guanamaquilla tomó la delantera en la mitad de la distancia y no la perdió hasta la meta, para sorpresa de los 9,700 espectadores. Promete el caballo alazán cubano de 3 años y propiedad de Agustín Suárez llegó en 2° lugar, seguido de Brezno perteneciente a la cuadra Golden Shoe Farm, uno de los 4 caballos criados en La Florida de los 8 que participaron en la carrera. Brezno llegó ½ cuerpo detrás de Promete.

Mi Preferido se anotó su 6° triunfo consecutivo, dos de ellos en ese año, ganando $10,545. Su tiempo fue de 1.12-25.

En 4° lugar llegó Bundlrab, propiedad de A. B. Christopher que estaba como segundo favorito.

Los otros caballos fueron, Fraces Craker, Buland Bey, Gay Liberty y Bow’s Love.

Todos los caballos cargaron 118 libras.

Para entonces, la recría nacional no había aportado ejemplares de las tallas de los Grandes Ligas: Man O’War, (caballo nacido en 1917 que ganó 20 de las 21 carreras que participó y murió en 1947), Citatión (nacido en 1945 y murió en 1970, pero ganó 8 veces la Triple Corona) o Native Dancer (1950-1967 ganador de 21 de las 22 que participó y en la que no ganó quedó segundo) pero podía prosperar hasta conseguirlos. 

Los caballos eran las estrellas del deporte, las carreras eran todo un espectáculo, tocaban bandas musicales y como visitantes apostadores, muchas estrellas del cine como Kirk Douglas, Errol Flynn, Gary Cooper, Rita Hayworth y Arturo de Córdova, entre otros.

Los brookes recogían las apuestas antes que los caballos ocuparan la gatera (línea de arrancada) y las cifras se disparaban acorde al equilibrio de los competidores.

Salvator llamaba ‘leones’ a los apostadores más curtidos y, apoyado en su experiencia, confeccionaba cábalas en las distintas modalidades de stakes y comentaba sobre los pesos que llevarían por edades y sexo los ejemplares inscritos en los hándicaps.

Un tribunal garantizaba las limpiezas de las lides, pesquisando el uso de bencedrina y otros estimulantes para dopar caballos, o ‘baterías’ para aplicarle shocks eléctricos, también utilizaban la técnica del foto-shock en las metas.

A partir de 1952 otros empresarios, entre ellos Carlos Fernández, Lowell Birrell, Mario del Cañal, Jesús de Heros y Fedesvindo Bosque, desfilaron por la gerencia del Oriental Park, pero no alcanzaron el progreso de los hermanos Pertierra.

El domingo 5 de enero de 1958, según la reseña de Salvator, el especialista hípico del Diario de la Marina, el caballo Record Trip (hijo de Golden Voyage) ganó su carrera y se estaba convirtiendo en uno de los mejores ejemplares del Oriental Park, su entrenador Luis Cuesta y su jinete Carlos González. 

Otros buenos caballos eran: Cuban Flag y Jai Me. Además, ese día corrieron Cuban Kid, Ingeniero, Mi Corona, Tremendo, Anticipo, Barlovento, La Gitana, Diablo, Miss Gladys, Muchachita, Naborí y Manicaragua, entre otros más.

Los jinetes ese día fueron: López, Castillo, Viera, Sánchez, Ortega, Enrique, Chávez, Nodarse, Benítez, Posada, Olivares, Alonso, Vega, Rodríguez y Domínguez, entre otros.

Según el Diario de la Marina del martes 7 de enero de 1958, Avelino Gómez fue seleccionado el mejor jockey de 1957, de acuerdo con su actuación en el extranjero, el sábado 18 de enero de 1958 recibió su trofeo, además estuvo entre los aspirantes a la Figura del Año. 

Juan Posada fue elegido el mejor jockey en Cuba en 1957, Miguel Ortega el mejor aprendiz y Sergio Macías el mejor entrenador. Fernando Fernández recibió una mención de honor como oficial de carreras.

Cuando se hable de la historia del deporte cubano de todos los tiempos, dos figuras no pueden quedarse en el olvido: Avelino Gómez (1928-1980) y Lázaro “Laz” Sosa-Barrera (1924-1991). Ambos tienen sus nombres escritos con letras de oro en el hipismo mundial. Uno fue un jinete en las carreras de caballos pura sangre americano y canadiense, el otro un entrenador que ganó el Derby de Kentucky y la Triple Corona en Estados Unidos. Gómez desde muy joven se sintió atraído por las pistas de carreras, a pedido de un miembro de la familia comenzó a correr caballos y lo hizo en el Hipódromo Oriental Park ubicado en Marianao.

El primer triunfo de Avelino en el extranjero ocurrió en Ciudad de México, el 19 de marzo de 1944, en el Hipódromo Las Américas se ganó el corazón de propietarios, entrenadores y aficionados, siendo el jinete campeón en la única temporada completa que montó en tierra mexicana (1953-54), compartiendo actuaciones en Cuba, Vancouver y Estados Unidos antes de viajar a Toronto. 

En Estados Unidos comenzó a construir su reputación después de ganar seis carreras. Luego actuó en el Hipódromo Woodbine en Toronto, Ontario, que pasó a ser su casa al convertirse en un jinete dominante durante más de 20 años. Avelino, conocido como “El Perfecto’’, pasó a ser en 1966 el primer jinete en la historia de Canadá en lograr 300 triunfos en una sola temporada, acumulando 318. Avelino se impuso en casi todas las carreras de apuestas en Canadá. 

En 1978, fue reconocido con el Premio Soberano de Mérito por su larga contribución al deporte. Fue elegido miembro de la Canadian Horse Racing Hall of Fame en 1977 y al Museo Nacional de Carreras de Caballos Salón de la Fama en Saratoga, Nueva York. En 1990 fue honrado al Salón de la Fama del Deporte de Canadá y en 1997 al Templo de la Fama de Deportes de Ontario. A lo largo de su carrera sumó 4,081 victorias con un promedio de triunfos del 24 %.

Por su historial, en 1984 se ganó el derecho a que le hicieran una estatua de tamaño natural con su figura en el Hipódromo Woodbine en Toronto donde aparece con su mano izquierda puesta en la cadera y el brazo derecho levantado en señal de victoria. En honor a su memoria, desde 1984 se otorga el Premio Memorial Avelino Gómez. Cada año se le entrega la distinción a un jinete por su labor sobresaliente en este deporte. 

Avelino Gómez tuvo un final trágico en el Hipódromo de Woodbine en 1980 cuando sufrió lesiones graves en un accidente entre tres caballos y murió de complicaciones en un hospital el 21 de junio del mismo año. 

Lázaro Sosa Barrera (Laz) nació el 8 mayo de 1924 en La Habana. Está reconocido entre los mejores entrenadores de caballos de carrera pura sangre y su nombre se encuentra en el Salón de la Fama del Hipismo de Estados Unidos. 

Barrera se inició como entrenador a los 16 años siguiendo la tradición familiar en el Hipódromo Oriental Park, de Marianao y luego se convirtió en uno de los entrenadores jóvenes más respetados del país. En busca de un mercado más grande en oportunidades viajó a Ciudad de México para trabajar los caballos de carreras en el Hipódromo de las Américas y en 1948 se trasladó a EE. UU.

En 1971, Barrera hizo historia al entrenar a su primer ganador en una carrera American Stakes. Esta victoria fue solo el comienzo de una notable serie de éxitos que lo establecerían como una figura legendaria en el deporte. Con cada paso que daba uno de sus caballos bajo las brillantes luces de la pista de carreras, Laz Barrera demostró ser un entrenador hábil con una habilidad innata para formar campeones a partir de talentos en ciernes.

El 1° de mayo de 1976, Laz ganó el Kentucky Derby con el caballo Bold Forbes, del propietario Esteban Rodríguez Tizol, el jockey Ángel Cordero Jr. ante 115,387 espectadores.

Los logros de Laz Barrera le valieron una oferta de Louis y Patrice Wolfson para hacerse cargo del puesto de entrenador principal de su granja Harbor View Farm en Ocala, Florida. Allí, se hizo cargo de Affirmed (1975-2001) que, bajo el mando del jockey Steve Cauthen, de 18 años, se convirtió en uno de los grandes caballos de la historia de las carreras de caballos de EE.UU.

Affirmed ganó dos veces el premio Eclipse al Caballo del Año, ganó premios Eclipse en cada uno de los tres años en los que compitió y era el caballo predilecto del famoso pelotero de Los Yankees, Joe DiMaggio.

Barrera ganó 14 Stakes de Grado 1 con Affirmed, la mayor cantidad de cualquier semental en la historia, y se quedó con la Triple Corona de Estados Unidos de 1978, siendo el décimo entrenador en arrasar en las carreras en una temporada. 

La Triple Corona es un programa de tres carreras del Grupo I de la hípica estadounidense, que se disputan en tres hipódromos diferentes: Derby de Kentucky, en Louisville, Kentucky;

Preakness Stakes, en Baltimore, Maryland y Belmont Stakes, en Elmont, Nueva York.

Esta Triple Corona se inicia siempre en el Hipódromo de Churchill Downs en Louisville, Kentucky, el primer sábado de mayo y es única y exclusivamente para potros y potrancas de 3 años. Laz Sosa Barreras, el 6 de mayo de 1978 con el caballo Affirmed ganó su segundo Kentucky Derby y como jocky Steve Cauthen que nació en 1960. Los 131,004 espectadores vieron como ganó Affirmed la primera carrera de La Triple Corona.

Luego el 20 de mayo en Preakness Stakes, en Baltimore, Maryland, Affirmed quedó en primer lugar con un premio de $136,200 ante 81,261 espectadores.

Llegó el 11 de junio para que en Belmont Stakes, en Elmont, Nueva York, Affirmed le quedaba esta carrera para alzarse con la tan preciada Triple Corona Americana, reservada sólo a unos pocos. Muchos pensaron, y tal vez, con cierta lógica, que la distancia de la carrera, 12 furlongs (2,400 metros), le irían mejor a Alydar que a Affirmed, seguramente por la forma de correr de uno y otro, y por el final tan poderoso que tenía Alydar, pero se equivocaron, ya que, en una recta impresionante entre ambos, luchando cabeza con cabeza desde el principio, y sacando Steve Cauthen lo mejor de sí a Affirmed que venció por una nariz, alzándose con la Triple Corona.

Steve Cauthen declaró: “Todo el que haya visto esta carrera jamás la olvidará y probablemente la recordaran como la más grande carrera que jamás hayan visto”.

Affirmed acumuló $2,393,818 en sus 29 carreras, donde quedó 22 en 1er. Lugar y 5 en 2do.  

En su carrera que duró casi 50 años, Sosa Barrera entrenó a 6 campeones y a más de 140 ganadores de carreras del American Stakes. Fue el entrenador que más dinero ganó entre 1977 y 1980 y se convirtió en el único entrenador en ganar cuatro premios Eclipse consecutivos. En 1979, fue incluido en el Museo Nacional de Carreras y en el Salón de la Fama. Laz Barrera ganó 2,269 carreras en su carrera como entrenador y ganó $49,932.176. En su honor, una carrera en el Hipódromo de Hollywood Park, Los Ángeles, lleva el nombre de Lázaro Barrera Memorial Stakes.

El Hipódromo Oriental Park tuvo tanta importancia, que en el hipódromo Calder en Miami Gardens, hay una pared en su “Salón de la Fama” dedicada a los corredores famosos cubanos que compitieron en el Oriental Park.

En 1958 el teléfono del hipódromo estaba bajo el nombre de Carlos Ferreti.

Como los jockeys ganadores recibían el 10% de los premios otorgados, en ocasiones se hicieron trampas, utilizando baterías para aplicarle shocks eléctricos al caballo y acelerar su marcha. Esto generalmente se detectaba por los jueces, quienes realizaban controles antidopaje a los caballos, utilizando muestras de saliva y orina. También se empleaban la técnica del foto-finish para garantizar la limpieza en los finales.

El año 1959 representó la ruina del negocio hípico en Cuba. Las carreras se mantuvieron por unos años para financiar algunos planes del gobierno como los Repartos de Pastorita. 

El cierre del Oriental Park fue después de su última carrera el 5 de febrero de 1967, según el todopoderoso dueño de la Isla, este deporte, no era un derecho del pueblo.

Todos los ejemplares de la caballística criolla fueron expropiados o sea robados a sus legítimos dueños, hasta en Camagüey, donde existía un buen desarrollo de la hípica, incluso, la provincia tenía un hipódromo de 4 furlones (½ milla) y una de las mejores fincas de recrías (Guanamaquilla Stable). 

Todos los centros de cría de pura sangre en el país fueron expropiados, dando fin a lo que fue el hipódromo de Marianao.

Luego los trasladaron al Wajay, sede de la empresa dirigida por el castrista Guillermo García Frías, quien se hizo cargo de todos los caballos y se agenció la cooperación de especialistas en la materia, como el Dr. Genaro Suárez, exjuez del Oriental Park, quien confesó no simpatizar con el proceso revolucionario, pero se prestó a seguir sirviendo a García Frías en su Empresa Nacional Flora y Fauna.

Fuentes anónimas aseguran que Suárez reveló en privado, haber viajado a EE. UU en innumerables ocasiones para negociar compraventas de equinos con caballistas norteamericanos y de otros países, dichos convenios se efectuaron en restaurantes y otros establecimientos de Manhattan, Nueva York.

Por tanto, siguieron dedicándose a la comercialización de puras sangres, pero como la crianza es sumamente costosa, es muy posible que ejemplares cubanos terminaron corriendo en hipódromos de EE.UU. y Sudamérica y sus ganancias vayan a los bolsillos de testaferros.

Se dice que todos los presidentes de la República visitaron el Hipódromo al menos una vez y en honor a las estrellas del Carnaval de La Habana se realizaban carreras especiales.

La Mansión Oriental fue uno de los símbolos del desarrollo económico en la zona por aquellos años, un hermoso caserón que funcionaba como hotel en el que se hospedaban por lo general los jockeys y aficionados al deporte hípico. La Mansión estaba a 100 metros de una de las entradas del Hipódromo y se inauguró poco tiempo después de que surgiese el hipódromo. 

Era una construcción imponente con puertas y ventanas de cristal. Siempre pintada de blanco y muy limpia. Tenía unos jardines amplios, llenos de árboles y algunos bancos para descansar. 

Había una fuente en la entrada y varios portones enrejados, uno que conducía a la puerta principal, dos a los laterales para los autos y otro que servía para independizar el corredor de las habitaciones traseras. 

El comedor era espacioso y estaba ubicado al final del pasillo central, que alternaba con habitaciones y balcones asomados al patio. Las mesas de cristal del restaurante y los sillones del corredor estaban a disposición de visitantes e inquilinos, que por solo $20 se alojaban durante un mes y por $1 diario, almorzaban y comían.

Las habitaciones tenían todas las comodidades posibles en la época: agua caliente, camas enormes y cómodas, a juego con la decoración. Todos los muebles y escaleras eran de madera fina torneada y en el recibidor había varias vitrinas llenas de cristalería, reservadas para las celebraciones.

La segunda planta del edificio principal tenía dos enormes terrazas para descansar en las tardes calurosas. Allí estaban las habitaciones más amplias y lujosas, así como la residencia de los dueños y el comedor. Separado por un pasillo trasero había un edificio más pequeño de dos pisos, en forma de ele, cuyos cuartos, de menor costo, eran alquilados por el servicio y sus familiares, así como por clientes de menores recursos. 

Actualmente se encuentra visiblemente deteriorada. Junto a las ruinas del Hipódromo, es uno de los símbolos de la degradación constante que ha sufrido el barrio en los últimos años.

Al lado había un cartel que decía La Media Milla, era el nombre de una bodega de víveres. Media milla era la distancia que corrían los caballos en el hipódromo. 

Junto a las gradas se encontraba el lujoso edificio del Jockey Club, exclusivo para los asistentes más adinerados, donde se brindaban diferentes servicios. Había allí un gran salón de juegos de azar como la Ruleta, el Bacará, las 21 o Blackjack y Seven Eleven, entre otros, donde circulaban miles de pesos y que, en realidad, era la principal fuente de ingresos del lugar.

La atracción de la gente por las carreras de caballos fue dotando a Los Quemados de nuevos negocios, bares, cafeterías, bodegas y tiendas obtenían una parte considerable de sus ganancias del público que salía cada tarde del Oriental Park y pasaba por estos sitios a comer, beber y seguir conversando sobre lo ocurrido en la pista. Muchos todavía recuerdan cómo se llenaban sus negocios o cuando figuras como Benny Moré se tomaban un trago en ellos.

El barrio tenía mucha vida, en las mañanas muchos de sus residentes iban al Hipódromo a trabajar, muchísimos dependían de ese centro, desde los veterinarios, los entrenadores, los caballerizos, los que atendían la pista, los electricistas, los trabajadores de la imprenta, los del Jockey Club. También muchos jinetes vivían en las calles cercanas.

El Hipódromo de Camagüey

Su primera etapa correspondió a la década del 30. Se iniciaron las carreras de caballos en la Quinta Primelles, frente a los talleres del Ferrocarril de Cuba. 

Era una pista recta de 2 furlones (402 metros) y un colgadizo de guano para acomodar al público. La pista era de tierra dura y las cercas hechas con yuraguano (palma cana). Al lado otro colgadizo donde se amarraban los caballos, se ensillaban a vista del público e iban saliendo por su orden de carreras. Las carreras se confeccionaban entre los mismos dueños de los caballos.

Comenzando los 40 se hizo un nuevo hipódromo con una pista ovalada de 4 furlones (804 m).

Las instalaciones para el público y caballos eran mucho mejores. Había facilidades para consumir bebidas y comidas en su cantina criolla. Las carreras eran los domingos y días festivos.

El domingo 6 de diciembre de 1938 hubo 7 carreras donde corrieron caballos de 3, 4 y 5 años. La primera carrera comenzó a las 2:00 pm.

La Comisión Hípica era la encargada del hipódromo, en el Parque de Feria y Exposiciones. Su presidente el Dr. Manuel E. Zayas-Bazán Recio y entre los 20 vocales estaban: Dr. Raúl Masvidal, Enrique Varona Vilató, Bernabé Sánchez Maciá, Dr. Manuel Alonso Meso, José Rubio Santayana, Felipe de la Hoz, Gustavo Tomeu Riverón y Dr. Rafael del Risco Espinet.

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