Abrazarse al pasado puede ser un acto de justicia histórica, pero también, y esto no deja de ser cierto en la mayoría de los casos, una ansiosa búsqueda de equilibrio emocional y de auto estimación. Los casos de Cuba y Rusia son dos ejemplos clásicos de la misma desgracia: ambas naciones víctimas de la misma perversidad revolucionaria. En Cuba, por ejemplo, las nuevas generaciones ignoran la propaganda oficial tratando de borrar el recuerdo de la era republicana, capitalista y democrática. Ya nadie habla de la “dictadura” pasada, y sólo quieren deshacerse de la presente. Por las referencias de sus ancestros, saben que la patria tuvo tiempos mejores. Incomparablemente mejores.
En Rusia, de la misma manera, aunque con sus propias variantes, la percepción histórica va cambiando en cuanto a la era zarista. Ya nadie dice, como afirmaban los textos marxistas, que en 1917 Rusia era un Estado feudal al que la revolución liberó de la miseria. Por el contrario, la visión generalizada en la Rusia del presente, que personalmente constaté en una visita que hice a esa nación hace 5 años, es totalmente diferente. Se piensa, y se dice, abiertamente, que en aquel trágico año en que los bolcheviques tomaron el Palacio de Invierno, asesinando a la familia Romanov, la nación se dirigía con paso firme hacia la industrialización.
Tampoco se acepta en silencio, como me expresaron varios rusos en las breves conversaciones que mantuvimos, la existencia en esos primeros años de siglo pasado, de un campesinado inútil, incapaz de producir con abundancia. Me dicen, además, que, de acuerdo a relatos de sus mayores, y por nuevas lecturas a su alcance, cuando el zar y su familia fueron asesinados, se iniciaba ya un proceso de reforma agraria que prometía la modernización de la agricultura en pocos años, en adición a otros ambiciosos planes de industrialización.
¿Era entonces Rusia, bajo el zar, como afirman ahora los que antes decían otra cosa diferente, un país vigoroso y prometedor? Porque, de ser así, ¿por qué sobrevino la revolución?
La razón inmediata al enfrentamiento con la inevitable pregunta es casi siempre idéntica: “fue la guerra, la terrible guerra del 14” decían. Fueron las horribles condiciones de entonces las que propiciaron el acceso al gobierno de una minoría carente de apoyo popular, agregan. Pero Rusia, sin duda, se dirigía al éxito. Los bolcheviques truncaron ese futuro esplendoroso para Rusia.
¿Es válida esta hipótesis? Probablemente sí. Es cierto que en 1917 San Petersburgo y Moscú eran ciudades importantes, lo que nos permite adentrarnos más en esta hipótesis con una nueva pregunta: ¿qué hubiera sido de Rusia sin la fatal intervención bolchevique, si el capitalismo moderno hubiera tomado base en ese país inmenso con su enorme potencial en recursos naturales? La revolución bolchevique, y no el zarismo, fue la causa de la desgracia de Rusia, es la conclusión a la que ha llegado una porción creciente de los rusos de hoy mostrando sus reverencias por su pasado prerrevolucionario.
Sepultado el comunismo, que acogotó al Estado y acabó por someterlo económica y políticamente, creando en el camino una brutal y sangrienta lucha de clase, desde el inicio del siglo XXI la percepción ha variado. Se ha intensificado un apasionado interés en la sociedad rusa por la revisión del pasado zarista.
Es notable que las dos últimas generaciones rusas muestran en la actualidad un mayor interés por su pasado prerrevolucionario que por su más reciente revolución bolchevique. Es, en efecto, una frenética búsqueda de las raíces prerrevolucionarias que se va extendiendo, también, a los países que han abandonado el comunismo y se sienten libres para iniciar una revisión histórica en busca de su verdadera identidad. Estos países, especialmente al Este de Europa, sujetos a la doctrina marxista-leninista, despiertan, en la revisión de su reciente historia, a la realidad de un imperio que colapsa y no les deja nada como herencia, o peor aún, les deja una.
En el caso de Rusia se destaca, con caracteres prominentemente significativos, la indiscutible marcha en la reivindicación del zarismo. Incluso su brutal dictador del momento, Vladimir Putin, es parte de ese sentimiento.
¿Será posible el regreso ruso a la monarquía? ¡No! Ciertamente no. Pero lo interesante radica en la comparación que se discute entre el bolchevismo comunista, el sistema zarista, y una posible Rusia en el campo democrático a su debido tiempo.
Ha de entenderse que lo que tratamos de enfocar en este artículo es la revisión histórica de un evento trascendental que alteró en su momento, y se prolongó por tres cuartos de siglo, la condición social sicológica y política de una de las grandes naciones del mundo, y la realidad de que sus países satélites, bajo el mandato de la fuerza, sujetos al trauma del comunismo, y que ahora buscan un reencuentro con su legítima identidad, pueden hacerlo precisamente porque la liberación de ese sistema le ofrece el espacio y las condiciones para el experimento.
Esto sucede en contraposición con el resto de los países aún bajo la dominación del dogma marxista, como Cuba y Venezuela, que no gozan del privilegio de un ambiente libre para el ejercicio de un análisis racional e independiente que le permita una comparación objetiva entre el presente y el pasado, por el imperativo de las fuerzas opresivas existentes en esas naciones.
En el caso de las tres naciones mencionadas: Rusia, Cuba, y Venezuela, se desmontaron sistemas de mucho más acentuada liberalidad para instalar regímenes coercitivos, con poco, o ningún espacio, para la libertad individual.
La revisión de su pasado histórico iniciada en Rusia referente al zarismo, y en otros países europeos dueños de otras culturas, pero, igualmente, sujetos a la opresión comunista, nos muestra, a las claras, que tales naciones no están dispuestas, en el futuro, a dejar que el Estado haga de los individuos el punto social de referencia único, sino evitar cualquier forma de poder y abuso del Estado sobre el cuerpo de la sociedad.
Ojalá que algún día ese concepto de liberalidad individual se extienda a la América Latina.
BALCÓN AL MUNDO
Arabia Saudí, de acuerdo a un reportaje del “Wall Street Journal”, le dejó saber al pleno de la OPEC, que, si algunos de sus miembros continúan burlando los acuerdos de producción, excediendo las cuotas que le fueron asignadas en su última reunión, esa nación aumentará su producción en un millón de barriles diario trayendo el precio del crudo a 50 dólares.
Esto bajaría el precio de la gasolina en USA a $3.25 el galón y en California, el más alto en la nación, a menos de $4.00.
El primer afectado, negativamente, sería Rusia que ya está vendiendo el crudo a menos de 60.00 dólares, incluyendo descuentos.
*****
La semana pasada se produjo en Cuba una manifestación de cuatro gatos palestinos celebrando la masacre perpetrada en Israel por el grupo terrorista Hamas el 7 de octubre del pasado año. Al frente del minúsculo desfile marchaba el títere Díaz-Canel aplaudiendo la masacre efectuada por los palestinos.
Una prueba más de la identificación de los musulmanes palestinos con el extremismo iraní y su eterno odio a Occidente.
Definitivamente en toda el área, integrada en su mayoría por trogloditas cavernarios, no hay espacio para más democracia que aquella representada por Israel.
Por eso jamás habrá paz en toda esa polvorienta región.
*****
Nicolás Maduro ha reestructurado los cuadros militares de Venezuela dando más autoridad y poder a Diosdado Cabello. También corre un chiste macabro en toda la nación diciendo que se anda rifando un drone y que todos los tickets los tienen comprados Cabello, Padrino y el mismo Nicolás Maduro. ¿Quién será el afortunado?
0 comentarios