“Abuelito, yo no me explico como tú pudiste vivir toda tu niñez y tu juventud, sin celulares, sin computadoras, sin gigantescos televisores, sin calculadoras, sin Facebook, y hasta sin cinturones de seguridad en los carros”.
El abuelo se sonríe y responde: “Bueno, para que sepas, ese teléfono celular que tienes en tus manos lo inventamos nosotros, con dos latas y un largo cordel, y podíamos hablar unos con otros a larga distancia”… “En el Residencial yo estaba en mi casa y Enrique Alejo en la suya y podíamos entendernos perfectamente bien”.
“¿Ves esa luz que despide tu telefonito? Bueno, en un solar yermo creamos las linternas metiendo un montón de cocuyos en un pomo”.
¿Viste la Serie Mundial de béisbol hace unos días? Chico, pa’que sepas, cuando Cristóbal Colón llegó a Cuba en 1492 ya los Indios estaban jugando a los batos”.
¿Ves ese control remoto del televisor? Óyeme, cuando yo tenía tu edad por un año se rompió la perilla para cambiar los canales y me sentaron al lado del televisor con un alicate y todos actuaron como si yo fuera un control remoto”.
“Busca en tu calculadora y dime cuánto es 10 más 15 y multiplícalo por 40, bueno, eso lo calculaba el bodeguero Juanito Mañaricua -al lado del edificio Partagás- con una libretica y un lápiz en tres minutos”.
“¿Cuanto te costó esa pelota?” “Mira, las mias me salían gratis haciéndolas con cajetillas de cigarros Partagás”.
Y el “Grandpa” termina diciendo: “Mira, Ñiquito, hoy te has estado todo el sábado en tu cuarto rodeado de cachivaches electrónicos, y yo los fines de semana me los pasaba en la calle, con 20 niños, jugando a la quimbumbia, montados en chivichanas , retozando y empinando chiringas”.
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