ÑICO MEMBIELA el Bolerista Olvidado

Written by Alvaro Alvarez

18 de marzo de 2025

Por: Álvaro J. Álvarez

Francisco Antonio “Ñico” Membiela García, nació el 3 de diciembre de 1913 en Zulueta (si Ud. viajaba en su automóvil por la Carretera Central con dirección Este-Oeste y llegaba a Placetas, la ciudad de Rosendo Rosell, de allí tomaba la carretera hacia el norte a 14 kilómetros estaba Zulueta, 15 km más llegaba a Remedios y si continuaba, podía después de 7 kilómetros poder comerse los mejores cangrejos de Cuba en Caibarién. 

Ñico estudió la primera enseñanza en Caibarién, a donde se había trasladado su familia cuando aún era muy pequeño. Desde que nació la vocación de la bohemia nació con él. 

Apenas tenía 14 años cuando se escapaba de la escuela para ir a tocar la Marímbula con el Sexteto que dirigía Pedro García. Uno de los días más felices de su vida se lo proporcionó él, cuando, faltó el marimbulero del Sexteto y Pedro le permitió tocarla en un baile en un sitio cercano por la línea de ferrocarril entre Caibarién y Yaguajay. 

La Marímbula es una caja de resonancia de madera y una serie de lengüetas metálicas de diferentes longitudes alineadas sobre un puente que suenan al ser pulsadas. Instrumento traído a América por la población esclava a la región más oriental de Cuba a mitad del siglo XIX.

En 1929, con apenas 16 años, aprendió a tocar la guitarra y comenzó a cantar como trovador en Sagua La Grande, acompañado por la guitarra de su amigo Felito Molina. Para poder cantar, Membiela tuvo que superar la tartamudez que padeció en la niñez, lo que algunos musicólogos opinan influyó en su timbre único, que lo distinguió del resto de los boleristas cubanos.

Luego se mudó a Cienfuegos con su familia y vivían en la calle O`Donnell exactamente en la misma esquina de Santa Elena, donde a mediados de los cincuenta las Dominicas Americanas construyeron una escuela para sus alumnas.

Su padre, Antonio Membiela, era el propietario de la ferretería La Bomba en Calzada de Dolores, entre Gloria e Industria, a unas puertas de la residencia de Adolfina Lazo, madrina de La Trova Cienfueguera. Por eso no es raro que entre Adolfina y Ñico hubiese una gran amistad.

Guitarra en mano, el joven y muy delgado Ñico, con una salud precaria desde la temprana juventud, solía recorrer las calles ofreciendo serenatas y descargas trovadorescas.

Tenía coros de amigos y muchachas que le admiraban y se ponían a escucharle las canciones que incorporaba a su repertorio. Su fama surgió a finales de los años cincuenta y principios de los sesenta. Sus antiguos vecinos de la calle Santa Elena sonreían al verlo pasar en su Cadillac cada vez que era contratado para cantar en el Hotel Jagua, del que fue una de las figuras más frecuentes en su cabaré Guanaroca, recién inaugurada la instalación en 1959.

Integró diversas agrupaciones y también estuvo en Santa Clara, tratando de lograr un espacio en medios radiales.

Membiela, en la banda de Pedro García (Periquín) también fue bongosero. Con Juvenal Quesada, en Santa Clara fue guitarrista y en Cienfuegos en 1939, por un tiempo breve cantó para la recién fundada Orquesta Aragón, quien al fin se decidió por Pablo Romay. 

Este reconocido cantante y compositor desde las más tempranas edades interpretaba boleros como trovador en Cienfuegos y ya para 1942 se estableció como cantante profesional en la capital.

Allí comenzó a cantar en la emisora Radio Salas, permaneciendo en ella por cinco años, aunque compartía la radio con funciones en cabarés y centros nocturnos, pero la fama nacional de Ñico llegó entre finales de la década de los años cincuenta y comienzos de los sesenta. 

En 1954 se unió a la Orquesta de Cheo Belén Puig y grabó dos temas que le abrieron el camino a la fama. 

En 1959 se promocionan cantantes que de la noche a la mañana se convirtieron en importantes figuras del ambiente sonoro del país, entre ellos Blanca Rosa Gil (Perico 1937), la muñequita que canta y Membiela que sin lugar a duda fue uno de los fenómenos vitroleros más grande de aquellos tiempos donde este aparato de producir música ocupaba un protagonismo en cualquier rincón del país.

Alguien que lo conoció en 1959 en Jatibonico, dice que afirmaba no ser bebedor, pero durante esos días en el Club Siboney no pudo verlo ni un solo día sobrio, aunque increíblemente equilibrado, con una voz que no se podía comparar con las grandes voces internacionales, pero con una simpatía natural que llamaba la atención a las mujeres, no obstante, su aspecto desvalido y un saco oscuro que no dejaba ni en pleno verano.

Ñico era muy poco conocido a pesar de su ya larga carrera artística, pero grabó Corazón Abandonado de Rosendo Rosell y de momento en enero de 1960 se inició su presentación en el renombrado cabaré habanero Alí Bar, junto a Celeste Mendoza y Reynaldo Hierrezuelo.

Ñico Membiela volvió a reaparecer en esta pista nocturna en marzo del propio año tras el paso del español Pablo del Río y del cubano René Cabell. En ese momento el sello discográfico Moliner había logrado vender más de 15,000 copias de la versión que hiciera del bolero Total.

Además, compartió escenario en el Alí Bar (situado en la Avenida Dolores y Carretera Central en Arroyo Naranjo) junto a grandes del bolero y la canción en aquel momento como: Benny Moré, Fernando Álvarez, Orlando Vallejo y Blanca Rosa Gil.

Con una voz peculiar y emotiva, su carrera despegó cuando grabó, poco después, un álbum de boleros tradicionales que lo consagró como una figura icónica del género.

Esta clase de los trovadores, siendo como es la más querida del público por su naturaleza bohemia y despreocupada es, sin embargo, la más abandonada por ese mismo público que tanto le debe. Contados son los casos en que un trovador logra que corran parejas su popularidad con sus ingresos económicos. Y mientras un Pablo Quevedo, por ejemplo, lograba llegar su voz a través de la radio en programas de alta audiencia. Otros, como Manuel Corona, Alberto Villalón o el propio Sindo Garay, sus vidas artísticas estaban llenas de privaciones. 

En ocasiones, cuando un trovador lograba romper la indiferencia, casi siempre era un golpe de suerte lo que lo determinaba. Y este fue su caso, su golpe de suerte fue cuando Alipio García, director artístico del Alí Bar, le propuso que grabara dos boleros mezclados, fórmula que ya había utilizado con éxito Orlando Vallejo y fue cuando surgió Contigo Besos Salvajes, bolero compuesto como versión en la que se conjugan dos piezas: Contigo, compuesta en 1949 por el guitarrista veracruzano Claudio Estrada (1910-1984) y Besos Salvajes una especie de tango de discutida autoría, pues en el disco original de 78 rpm, de la firma Modiner, se les atribuye a los autores Fontanal y Fombona, mientras que en un casete puesto en circulación por la EGREEN es adjudicado a Irusta y Fugazot. 

Lo cierto es que el arreglo tan bien logrado que suena como si se tratara de una sola canción, de un único tema, y no de la combinación de dos melodías preciosas.

Membiela popularizó el bolero titulado Boxeo de amor, de Juan Arrondo Suárez (1914-1979), que era muy solicitado entre las peticiones del público que asistía a sus conciertos. El disco fue grabado para el sello Modiner y fue una pieza de mucho éxito en las vitrolas de toda Cuba. 

Famosos también en su voz fueron los boleros Total, del villareño Ricardo García Perdomo (1917-1996); Dos Cosas, del cubano Vicente González y una combinación del mexicano Justo Carreras, compositor de Cuatro Vidas con el bolero Mi Adiós.

En 1963, Membiela partió hacia México para cumplir un contrato de trabajo. Luego pasó a los Estados Unidos para cantar en Las Vegas, Tampa y Miami donde grabó varios discos, con orquestas dirigidas por Pepe Delgado, Juanito Márquez y con la Orquesta Casino de Tampa.

Algunos amigos cercanos que lo visitaban en el hospicio de Hialeah donde se encontraba, recuerdan sus deseos de regresar a Zulueta, delirando acerca de un homenaje que le estaban preparando.

Ñico Membiela murió finalmente en la miseria, inválido, abandonado y olvidado el 13 de julio de 1998 a los 84 años.

Ñico fue un cantor de pueblo y esto lo logró precisamente por su forma peculiar de decir el bolero, por ser definitivamente uno de los grandes de la vitrola cubana y por esa combinación que nos dejó para siempre en nuestros corazones.

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