Por J. A. Albertini
No hay presente o futuro,
solo el pasado, pasando
una y otra vez, ahora.
Eugene O’Neill.
Nedda G. de Anhalt, mujer creadora, sensible, y humanista, de proyección universal; amplia y variada obra literaria y ensayística, nació, de emigrantes europeos, religión hebrea, en la isla de Cuba, durante el periodo convulso de nuestra historia que siguió al derrocamiento del gobierno tiránico del general Gerardo Machado.
El lituano, nacido en Riga (por entonces Lituania formaba parte de Rusia) Miguel Gurwitz, que escapando de los soviéticos y de la discriminación religiosa, terminó en Cuba, fue el padre. Algo similar, aunque bajo diferentes circunstancias, sucedió con la madre; la culta joven polaca Helena Zuchowizc, que viajó a Cuba, motivada por las cartas de una amiga radicada en la Isla y, también, porque en su nativa ciudad de Varsovia, desde niña sufrió, al igual que la totalidad de los judíos polacos, marginación religiosa y, en muchos aspectos, social.
La acogida que Miguel recibió en Cuba, así como el olor a plátanos maduros que acaparó el olfato de Helena, desde el momento que pisó tierra isleña, fueron trasmitidos a la hija. La pequeña Nedda, tan pronto abrió los ojos a la vida, recibió destellos de claridad caribeña y en su primera aspiración, saboreó el pegajoso dulzor del plátano criollo que tal vez, para ella, fue de la variedad conocida como manzano.
Y aunque Nedda, luego de haber efectuado estudios, de leyes, en la Universidad de La Habana y, posteriormente, en el Sarah Lawrence Collage de Nueva York, (por cierto, centro académico donde compartió aulas con la hoy famosa japonesa Yoko Ono) lleva décadas asentada en México. Nación donde se casó con el ingeniero y profesor Enrique Anhalt†, procreó un hijo, Eduardo; adquirió la nacionalidad azteca, país que, al igual que a Cuba e Israel, ama profundamente. Sin embargo, su raíz esta en Cuba. Cepa terrenal que a pesar de la distancia que, en algunos conlleva olvido, ella mantiene viva con el agua milagrosa del amor, los recuerdos y la fraternidad hacia sus compatriotas que, como ella, han sido desterrados del suelo materno por el sistema totalitario castro-comunista, entronizado, por más de medio siglo, en La Mayor de las Antillas.
Recientemente Nedda ha publicado dos estupendos libros: Nedda G. de Anhalt entre libros, películas, imágenes, confidencias, “hasta ¡que se pare la bola!” (Colección Entre Libros. México, 2024) y Satie y yo (Editorial El Ateje. Miami, 2025).
El primero, cuyo título ya he citado, es una obra, en la que la poeta, cuentista, novelista y editora Catalina Miranda logra que Nedda G. de Anhalt, por medio de preguntas oportunas e inteligentes comparta, con los lectores, recuerdos, vivencias y reflexiones que han llenado, en todos los sentidos, su provechosa existencia. Existencia que, a partir de febrero de 1934, se insertó en el tiempo de las utopías fracasadas. Ella, como confiesa en este texto, vivió con ardor y optimismo, a pesar de todo, los años del siglo XX que la vieron cruzar y, en este XXI, prosigue la marcha, regalando, como siempre, talento creativo y comprensión. Este libro bellamente ilustrado con 237 fotografías, en los colores originales de las instantáneas que, durante diferentes períodos, fueron tomadas hablan, destilando sana nostalgia, por sí mismas. Personalidades variadas, del ámbito de las letras, arte, actuación y política, que dejaron huellas valiosas, en este mundo como, por solo citar algunas: Octavio Paz, Guillermo Cabrera Infante, Rosario Hiriart, Mario Vargas Llosa, Reinaldo Arenas, Lydia Cabrera, el actor italiano Gian Mariٟa Volanté, la actriz Angelita Castany y un amplio etc, etc, que completo con la vital y activa escritora cubana, radicada en París, Zoé Valdés.
Nedda, isleña hasta la médula, es amable y entusiasta. Su conexión con el sol, el mar que delimita inviolables fronteras espirituales, y el aire cargado de salitre, que llenó sus pulmones y despeinó la cabellera juvenil, sigue batiendo su figura con el cariño de entonces.
“Mi niñez íntimamente ligada al mar, sol, radio, beisbol, conga, guaracha, boleros… los aretes que le faltan a la luna…carnaval, brujería…Lagartija quieta, sedienta de luz y calor, invitándome a tostarme la piel hasta ¡que se pare la bola!”
“Satie y yo”, la segunda obra, (Editorial El Ateje, Miami, 2025), está constituida por un nutrido grupo de relatos, ficción-realidad, en los cuales la presencia del compositor y pianista francés Erik Satie (1886-1925) marca, con fragmentos de su correspondencia con amigos y colegas, el inicio de cada historia.
Estas narraciones, imbuidas de la herencia y memoria genética que, por su condición de hebrea, pero también de cubana, Nedda conserva van brotando con la misma fuerza del minimalismo musical que diferencian las creaciones del compositor e intérprete galo. Los textos de ‘Satie y yo” son breves, simples, directos; carentes de adjetivos innecesarios. Realidad o ficción en este libro hay memoria y dolor por los judíos que quedaron a merced del desnaturalizado credo nazi y del veneno sembrado en la Europa y Polonia ocupada. Acaso, ¿quién fue tu vecino, amigo o conocido no te entregó, a la extranjera Gestapo nazi, por menos de dos libras de azúcar? Olvidando que, por encima del origen étnico o fe religiosa, se imponía, entre otros valores, la ética, nacionalidad compartida y principios humanos.
Asimismo, en otros relatos, mezclando verdad e imaginación, Nedda conduce al lector a su mundo cubano, que se cobija bajo un cielo azul, engalanado con tibia caricia de sol y noches alumbradas con ojos de cocuyos, del cual ella es parte indisoluble y donde fue y prosigue, en huellas tenaces, siendo feliz.
Pelota (beisbol) cubano. Temporada 1955-56. Y aunque la joven Nedda era simpatizante del equipo Alacranes del Almendrares, admiró al lanzador norteamericano Wilmer “Vinagre” Mizell que, jugando para los Leones del Habana, impresionaba con sus veloces lanzamientos de bolas curvas.
Y ella, parte integral de la historia y cultura cubana, también, recuerda, en las páginas de “Satie y yo” a la tempranamente fallecida poeta, holguinera, Adelaida del Mármol Ballagas (1830-1857), como tampoco olvida, aunque en vida no le conoció, a “Pedro Sotolongo. Nacido el 12 de enero de 1949 en La Habana y fusilado un día de julio de 1989 por orden del mayor hijoeputa que esta Isla ha parido”.
La Nedda de tres países, andariega, culta y sensible que “recorre los espacios del aire en el tiempo” pero constantemente vuelve a Cuba y camina las calles de su nativa ciudad de La Habana, en estas dos obras, cuyos contenidos, rebosantes de sincera emotividad, de modo sucinto, comparto con ustedes, muestra la sabia verdad expresada por el escritor Max Aub: “Uno es de donde estudia el bachillerato”.
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