Se respiraba un aire tenso, los revolucionarios exhortan a no celebrar las Navidades, ni a consumir “Shell con sangre” … Yo era un muchachito y no entendía ninguna de esas consignas. Hoy todavía no las entiendo.

De puerta en puerta Cheo Matienzo y su orquestica iban entonando rumbitas y villancicos navideños. Mi padre les dio un peso. Le dije “¡Dale más dinero!» y el viejo risueño me respondió “Dáselo tú Esteban de Jesús ”… Vaya, como si yo tuviera dinero.

En la esquina de Pinillos y Soparda, delante de la carnicería de Joaquín Quintero, había un moreno vendiendo trozos de un lechón entero.

Sólo quedaba a unos pasos de mi casa, los caminé hasta allí y le dije al hombre: “¿Neno, me da un pan con lechón?” Me respondió: «Estebita, todavía no está listo, regresa en una hora”.

Mi madre me pidió: “Llama a tu hermano Carlos Enrique para ir al centro del pueblo y ver las vidrieras iluminadas al frente del parque”.

Le pregunté: “¿Vas a comprarnos algo? Porque si es para ver solamente yo no vuelvo este año”… La pobrecita se sonrió resignada, y me dijo: «Ya mi hermano Carlos Gómez dejó pagados unos zapatos en la peletería La India para ustedes».

“Papi ¿vas a la Viña Aragonesa a festejar con tus amigos?” Burlón me dijo: “No, esta es la única época del año que no voy a la Viña, la calle está llena de borrachos novatos que son mas pesados que el cará..”

Por mi casa pasó un amiguito llamado Julicho Hoalloran y le pregunté: “¿Ya hiciste la carta a los Reyes Magos?” Y me respondió con una tremenda mentira: “¡Ay, no seas tan bobo los reyes son tus padres Ana María y Esteban!

Mami trató de embullarme: “El 24 vamos a la casa de mi sobrino Jaime Quintero a celebrar la Nochebuena en la calle Cuatro Palmas, ya mi hermana Angélica compró turrones, nueces y avellanas, y si quieren pueden brincar la baranda y jugar con sus amiguitos los seis hermanos Bin Domínguez” …

El 31 nos acostamos felices a dormir, sin saber a que al otro día comenzaría el calvario de un pueblo hasta esa noche próspero e incauto.