Por María C. Rodríguez
Napoleón I Bonaparte fue un gran militar y un gobernador descomunal, siendo una de las figuras históricas más fascinantes.
Este militar y gobernante francés fue general republicano durante la Revolución, luego cónsul y posteriormente se autoproclamó emperador de los franceses en 1804 y Rey de Italia en 1805.
Napoleón I Bonaparte bautizado como Nabulione en corso y llamado Nabulio por su familia, era de origen aristocrático tanto por parte materna como paterna, aunque la situación de sus familias no era tan buena como en otros tiempos.
Era particularmente bueno en matemáticas. Consiguió becas para estudiar en instituciones francesas como la Academia de Brienne o la Academia Militar de París, una de las más prestigiosas del país; aunque era un desastre en términos de comunicación, teniendo pésimas habilidades sociales y habitualmente referido como un niño muy dominante.
Por las características que mostraba desde pequeño, sus educadores le sugirieron considerar convertirse en militar al crecer. Aceptó el reto y así le fue.
Apenas contaba con 20 años cuando estalló la Revolución Francesa en 1789 y tras ingresar como oficial de artillería ascendió de cargo con gran rapidez hasta lograr convertirse en 1796 en comandante del ejército francés en Italia.
Napoleón sufría de una fobia muy peculiar: la ailurofobia, es decir la fobia a los gatos.
Napoleón tenía la costumbre de posar siempre acompañado de los más grandes, altos y robustos soldados de sus filas. Quizá también por esto es que ha habido tanta confusión con su verdadera altura.
Sus soldados lo llamaban el Pequeño Cabo; los británicos Boney y las monarquías europeas se referían a él como el tirano Bonaparte, el Ogro de Ajaccio, -en referencia a su lugar de nacimiento en Córcega- o el Usurpador Universal. Las dos caras de una misma moneda.
Napoleón era un auténtico dictador, pero hizo desaparecer los diezmos y otros privilegios feudales a la vez que impulsó un nuevo código que consagró la igualdad de los ciudadanos ante la ley, la presunción de inocencia y el hábeas corpus, que asegura los derechos básicos de la víctima.
En cuanto a las curiosidades respecto a su físico, al igual que a Hitler, a Napoleón le faltaba un testículo; su pene, que medía unos 4 centímetros de longitud fue comprado por un urólogo americano en 1997 por 3,800 dólares.
Llamar Napoleón a un cerdo es ilegal en Francia. De hecho, en la edición francesa de la célebre Rebelión en la granja, del grandísimo George Orwell, el cerdo Napoleón es llamado César y no como Orwell realmente lo llamó.
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