Montserrat Caballé, cinco años sin la última gran dama de la ópera, que no diva

Written by Libre Online

3 de octubre de 2023

»Yo no he hecho nada especial. Me he limitado a seguir las indicaciones de los compositores, que son los verdaderos divos de la ópera». Así restaba importancia a su inmensa trayectoria musical Montserrat Caballé, una de las mejores sopranos de la historia, de personalidad irrepetible por su humildad, cercanía y su peculiar sentido del humor.

Por Amparo Mármol

Caballé, la más universal de las cantantes españolas de ópera, falleció a los 85 años el 6 de octubre de 2018 en su Barcelona natal, tras sufrir los últimos años un delicado estado de salud que la obligó a espaciar cada vez más sus apariciones en público, aunque nunca anunció una retirada definitiva de los escenarios.

A la altura de mitos como María Callas, Joan Sutherland, Elisabeth Schwarzkopf o Renata Tebaldi, la artista catalana lo asumía con modestia: “¿Yo, una diva, la última diva? ¡Qué va!. Cuando salgo a cantar soy ‘la Montse’ y nada más”, decía.

En sus más de 50 años de carrera, actuó cientos de veces en los principales escenarios del mundo junto a las mejores orquestas y repartos e interpretó cerca de 90 papeles de más de 40 obras.

DE FAMILIA HUMILDE A LEYENDA 

DEL BEL-CANTO

Montserrat Caballé Folch nació el 12 de abril de 1933 en el barrio de Gracia de Barcelona e ingresó a los 11 años en el Conservatorio Superior de Música del Liceo de esa ciudad con una beca.

De familia modesta, tuvo que compaginar sus estudios con el trabajo hasta que en 1950 un industrial textil melómano y mecenas patrocinó su carrera en el Conservatorio del Liceo, donde se graduó cuatro años después y al que siempre se sintió especialmente unida.

Su debut operístico fue con el papel de Serpina de “La serva padrona” en el Teatro Principal de Valencia el 27 de junio de 1955 con la Compañía de Ópera de Cámara de Barcelona, dirigida por Napoleone Annovazzi.

Después de unos años fuera de España, en los que cantó en óperas europeas de Basilea, Viena y Bremen, consolidando su carrera y su cada vez mayor prestigio, finalmente debutó en el Liceo de Barcelona el 7 de enero de 1962 en el papel de Arabella, de Richard Strauss.

En Madrid, Montserrat Caballé cantó por primera vez en 1963, en el Palacio de la Música, y fue muy aplaudida con “Ah, pérfido” y el aria “Egmont” de Beethoven.

CALLAS + TEBALDI = CABALLÉ.

Y de Europa saltó a América. El 20 de abril de 1965 el destino quiso que la española sustituyera en el Carnegie Hall de Nueva York a Marilyn Horne en “Lucrecia Borgia”, con un éxito arrollador, que luego repitió con “Fausto”, en la Metropolitan Ópera de la misma ciudad.

Causó tanta sensación que The New York Times tituló al día siguiente: Callas + Tebaldi = Caballé, el piropo más célebre de su carrera, lo que supuso un impulso definitivo a su proyección internacional.

La crónica decía: Ninguna publicidad previa podía haber previsto el tremendo impacto que esta mujer de corte goyesco causaría en un público mimado por las delicias de Callas y Sutherland. Cuando Caballé empezó su primera aria hubo un cambio perceptible en el ambiente. Pareció por un momento que todo el mundo hubiese dejado de respirar.

Aquella exitosa noche la llevó a los más selectos teatros de ópera del mundo, como La Scala de Milán, Staatsoper de Viena, Royal Opera House Covent Garden de Londres, Opera de París, Bolshoi de Moscú, Teatro Colón de Buenos Aires, Opera de San Francisco, Opera de Hamburgo, Opera de Múnich, así como a los festivales de Salzburgo, Aix en Provence, Glydebourne, Pesaro o Verona, entre otros.

Su voz se escuchó junto a las mejores orquestas y los más prestigiosos directores, entre ellos Herbert von Karajan, Leonard Bernstein, Zubin Mehta, James Levine, Claudio Abbado, Seiji Ozawa o Riccardo Muti.

Entre su amplio repertorio figuraba “La serva padrona” (Pergolesi); “Cossì fan tutte” (Mozart); “Norma” o “I puritani” de Bellini; “La favorita” (Donizetti); “Il Trovatore”, “La Traviata”, “Un Ballo in Maschera” y “Aida” (Verdi); las heroínas “Isolda” y “Sieglinde” de Wagner; el cuarteto de Puccini (“Tosca”, “La Bohème”, “Madame Butterfly” y “Turandot”); la “Adriana Lecouvreur” de Cilea; o la “Salomé” de Strauss.

REFERENTE DE VARIAS 

GENERACIONES DE ARTISTAS 

La gran voz de la lírica española hizo también algunas incursiones en la música popular e incluso en la música pop y la copla, muy alejadas todas ellas del bel canto.

Siempre quedará en el recuerdo el dúo con Freddie Mercury, el que fuera líder de Queen, con quien cantó “Barcelona”, la canción que sirvió de himno a los Juegos Olímpicos celebrados en la Ciudad Condal en 1992 y que sigue siendo seña del olimpismo y fuente de inspiración para artistas y deportistas.

Entre sus colaboraciones en canciones “modernas” también destacan un dueto con Sara Montiel interpretando La Violetera; su versión de Hijo de la Luna, de José María Cano; “Mediterráneo”, con Joan Manuel Serrat; y “Olé, olé”, con Los del Río.

La irrepetible Montserrat Caballé recibió durante su larga carrera innumerables premios y distinciones, entre ellos el Premio Príncipe de Asturias de las Artes, recibido en 1991 «ex aequo» con otros grandes de la lírica española: Victoria de los Ángeles, Teresa Berganza, Pilar Lorengar, Alfredo Kraus, Plácido Domingo y Josep Carreras.

También posee el Lazo de Dama de Isabel la Católica, el Premio de la Academia del Disco Lírico de París, Rosa de Oro de Brescia, medallas del Liceo, de Oro del Teatro, Oro de las Bellas Artes, Oro de la Generalitat de Cataluña, Oro de Madrid, Fidelio de la Asociación Internacional de Directores de Ópera, del Spanish Institute de Nueva York, y Honorífica de la Escuela Superior de Música «Reina Sofía», entre otras muchas condecoraciones.

GRITOS DE “¡BRAVO, BRAVO!” 

EN SU DESPEDIDA

Su último adiós tuvo lugar en el tanatorio de Les Corts de Barcelona, por voluntad de la propia cantante, que quiso una despedida fuera del escenario y lo más íntima posible.

Hace ya tiempo, afirmó su familia, «nos dijo que cuando llegara el día no quería estar expuesta en un lugar, sino que quería irse tal como vino, una persona humilde, normal, como todos los de a pie».

Pero, aunque ella quería irse como una más, la realidad fue que su funeral contó con la presencia de líderes políticos y personalidades del mundo de la cultura y numerosos admiradores que quisieron acompañar a la soprano en su último acto.

La ceremonia, donde una vez más brilló su voz, concluyó con una cerrada ovación mientras cientos de incondicionales lanzaban los “¡bravo, bravo!” que tantas veces la gran dama de la lírica, que no diva, escuchó en los principales coliseos operísticos del mundo.

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