Milton Hershey y su apuesta por Cuba

Written by Libre Online

13 de mayo de 2025

A 80 años de la muerte de un amigo de los cubanos (II)

Milton Hershey 

descubre La Habana

El célebre confitero llegó a la capital cubana en 1916, acompañado de su madre y una amiga de ella. Milton se dedicó a explorar la urbe y sus alrededores. La Isla era para él un territorio desconocido, primero debía valorar las posibilidades de arriesgar su capital. La competencia era dura, porque desde finales del siglo XIX, cuando Cuba aún era colonia de España, se intensificaron las inversiones norteamericanas, lo cual se aceleró tras la Guerra Hispano-Cubanoamericana.

Muchas Compañías habían llegado antes que la Hershey y se disputaban el control de las actividades económicas.

Cuba se esforzaba por avanzar en el desarrollo, en el escenario de las ruinas dejadas por la guerra de Independencia concluida en 1898. Solo hacía 14 años que había surgido la República, de ellos tres con la segunda ocupación de Estados Unidos (1906-1909). Ejercía la presidencia desde 1913, por el Partido Conservador, un matancero, el ingeniero civil y Mayor General del Ejército Libertador, Mario García Menocal Deop, un patriota y combatiente ejemplar, quien, desde su alta magistratura de líder político nacional, era admirador, amigo y aliado de Washington. 

En este ambiente político favorable, Milton le tomó el pulso a La Habana. Se impresionó con el buen orden imperante, le simpatizaron las personas, se sentaba en los parques a ver el devenir cubano y conversar con los parroquianos, visitó negocios como la Lonja del Comercio, hoteles, bancos y la Aduana.

Cuando salió a recorrer las afueras, quedó extasiado ante el paisaje matizado por un Sol brillante y el incomparable cielo azul de Cuba, sobre campos cultivados, entre los que predominaban los de caña de azúcar que se perdían en lontananza. Hershey comprobó la calidad de aquellas gramíneas elevadas y de ancho tallo, que daban una abundante cantidad de guarapo. Confirmó sobre el terreno la extraordinaria fertilidad de los suelos de Cuba.

Su madre tenía que irse, pero al ver el entusiasmo de Milton, le recomendó que comprara un ingenio azucarero, idea que Hershey consideró factible, él había visto las potencialidades para impulsar su imperio en Cuba, para producir las barras de chocolate, necesitaba mucha azúcar, era mejor dominar esa fuente de materia prima que estarla adquiriendo a altos precios de otras compañías.

Tanta satisfacción le había brindado su primera impresión de Cuba, que decidió quedarse, hizo contactos con asociaciones norteamericanas como el American Club y el Country Club, conversó con magnates de la sociedad cubana, para ampliar sus informaciones sobre la economía isleña. Se alojó en el Hotel Plaza, y acompañado de un amigo norteamericano, partió a un recorrido por el campo para buscar el deseado Central azucarero.

Exploraron la zona costera entre La Habana y Matanzas. Milton escogió el puerto de Santa Cruz del Norte, a 50 kilómetros de la capital, como posible base de sus inversiones. Este le había sido mencionado en la Lonja del Comercio, por el veterano del Ejército Libertador Ángel Ortiz, concejal por Jaruco, municipio al que pertenecía el litoral santacruceño. El lugar le pareció ideal no para adquirir, sino para construir un Central azucarero, comprar los campos para la materia prima y tener un acceso marítimo al Estrecho de La Florida.

En la llanura litoral nadie le quiso vender sus fincas, pero la determinación de Milton Hershey era indetenible, a sus 59 años, acariciaba sueños y los materializaba. A caballo tomó rumbo a las colinas de las Alturas Habana-Matanzas, que bordean Santa Cruz del Norte. Desde las cumbres, miró al horizonte, aquel majestuoso y conmovedor paisaje, lo terminó de enamorar de este terruño, para el audaz empresario, en tierra cubana “la suerte estaba echada”.

Santa Cruz del Norte, nace un imperio

Las tierras al pie de las colinas santacruceñas tenían la proverbial fertilidad del suelo del Occidente cubano. Milton compró una zona inexplotada, cubierta de manigua, que alcanzaría una extensión de 1391 caballerías en los territorios de La Habana y Matanzas. Dentro de esta exuberante vegetación, observando desde una loma el terreno donde ejecutaría sus ideas, en su imaginación, el ingenioso empresario vio cómo se levantaría una comunidad socioeconómica ejemplar.

Milton partió a Estados Unidos, movilizó ingentes recursos materiales y humanos y regresó con varios colaboradores. Contrató una legión de técnicos, obreros y campesinos, y en el mismo 1916 comenzaron la creación del imperio de Hershey en la isla.

El ferrocarril es precedente al desarrollo, por eso iniciaron la construcción de la red de rieles y cables del tren eléctrico de Hershey, magna obra que entró en explotación en 1917. Inaugurada oficialmente en 1919, pronto prestaría servicio como transporte de pasajeros, y en 1921 enlazó las dos ciudades más importantes del Occidente cubano: La Habana y Matanzas, La Atenas de Cuba.

Su entramado de vías, concluido en 1922, abarcó 140 km de longitud. El Hershey fue el primer central en el planeta que usó la tracción eléctrica para llevar caña a la fábrica, y transportar el azúcar hasta los puertos de embarque. El tren permitió el acceso a tres ¡cónicos sitios de Matanzas: el Valle de Yumurí, las Cuevas de Bellamar y la Playa de Varadero, famosos destinos turísticos de Cuba y el Mundo.

La magia de Hershey inspiró al ejército de trabajadores cubanos y norteamericanos, en el terreno ondulado, 3 km al sur de Santa Cruz, la obra preveía conservar la cobertura vegetal, para reducir la contaminación que generaría la producción, el enclave se prestaba a este plan por sus valores paisajísticos. Se talaron los árboles de escaso valor, trasladaron piedras, excavaron pozos, ¡Formaron terrazas para abrir cimientos y colocar columnas, se niveló para caminos y carreteras, crecieron muros y techos y se instalaron las maquinarias de un moderno central azucarero.

Estaba en su apogeo la Primera Guerra Mundial, y cuando Milton ejecutaba las notas de su concierto cubano, su Patria se convirtió en aliada de las potencias de la Entente contra los Imperios Centrales. Las necesidades bélicas exigieron azúcar y chocolates, los precios estaban por las nubes, y él comenzó a hacer fortuna en Cuba con la molienda de 1918. Desde ese año, las torres del Hershey se convirtieron en símbolo del poder económico del hombre que apostó por Cuba.

Los cubanos decían que aquel hombre estaba bendito, el colmo de su buena suerte fue realizar el sueño de tener un manantial de aguas cristalinas a su disposición. Recorriendo los terrenos de su propiedad descubrió, con la guía de un guajiro, entre las arboledas que formaban un tupido bosque en galería, un límpido arroyo de excelente caudal, afluente del río Santa Cruz. Milton ordenó despejar sus márgenes, abrir senderos, perfeccionar las hileras de palmas a los lados de la apacible corriente, hizo una represa, instaló fuentes, impulsó el cultivo de flores y plantó árboles exóticos junto a los endémicos, el sitio ya de por sí atractivo por su belleza paisajística, refugio de aves migratorias, se convirtió en un maravilloso lugar público de esparcimiento para los trabajadores. 

El brío desplegado por Hershey en el proyecto fue inagotable, como por ensalmo aparecen la Casa de Carbón, la planta eléctrica, la estación y talleres del tren, la procesadora de henequén y bagazo para hacer papel, cartón y tableros, y la fábrica de aceites vegetales comestibles. La energía eléctrica del Central llegaba a poblados vecinos y servía a los tranvías de la ciudad de Matanzas.

Entre las instalaciones descollaba la refinería de azúcar del central, la mayor del país. Durante los 80 años transcurridos desde su fundación, hasta su desguace del 2002, siempre a la vanguardia nacional en volumen de producción de azúcar refino. Su construcción diferenció a Milton de otros inversionistas, que solo se interesaban en el azúcar crudo para refinarlo en Estados Unidos.

Gracias a su vínculo con Ángel Ortiz, desde 1919 alcalde de Jaruco, y contactos en la Lonja del Comercio, negocia con la sociedad “Cuban Alcohol Refining Company”, y el 30 de septiembre se inauguró la Destilería Santa Cruz en la costa. Milton le facilita el servicio ferroviario y garantiza la producción de roñes, aguardiente y whisky con la venta de las mieles del Central Hershey.

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