Si usted me pide una palabra para describir a mi madre sin pensarlo dos veces respondería: Abnegada. Nunca la vi ir al cine, ni a una fiesta, ni a un baile.
Simplemente disfrutaba -o parecía disfrutar- de dos cosas: su casa y su familia. Pero, debo agregar que también la distraía la televisión, el Álbum Phillips, los Llopiz – Dulzaides y la cantante Blanca Rosa Gil.
Nunca se ponía brava a no ser cuando yo me desvivía en elogios -a propósito- para Doña Mariana Grajales. Me llevaba al patio y me decía: “Acércate a la gallina ceniza”. La gallina se engrifaba y abría sus alas protegiendo a sus pollitos.
Entonces ella me decía: “Viste, yo no soy Mariana Grajales, no quiero hijos mártires, yo soy esa gallina gris protectora de sus pollitos”.
Su sobrino -Jaime Quintero- era la primera figura del pueblo y su esposo -mi padre- número dos y jamás hizo un alarde de eso. Es más, actuaba como si eso no existiera. Jamás la vi darse lija de nada.
En una época mi papá le puso una muchacha para que la ayudara en la labores de la casa, y mi mamá trabajaba más que ella. Yo le decía: “Mami, un día voy a llegar de la calle y voy a ver a Zeida viendo la televisión y tú trapeando el portal”.
Un gran entretenimiento para ella era -durante las Navidades- ir a ver las vidrieras adornadas alrededor del parque.
Era muy difícil hablar mal delante de ella de un güinero porque invariablemente me decía: “Muchacho, cállate la boca, que ese es primo tuyo…”
Me parecía que por lo menos la mitad de los güineros eran mis parientes: los Taracido Gómez, los Rivero Gómez, los Idavoy Gómez, los Carabeo Gómez, los Quintero Gómez, los De la Torre Gómez, los Gómez de la Torre, los Quintero Cobas.
Invariablemente mi mamá se reía contándome que cuando les dijo a sus hermanos -Memo y Carlos- que “se casaría con mi papá” ambos le dijeron: “¡Ana, tú estás loca, Esteban es tomador y muy mujeriego, Esteban es un jodedor cubano!”
Y yo le preguntaba: “Mamá dime la verdad ¿Te arrepientes?” Me guiñaba un ojo y me decía: “¡No, porque Esteban me hizo dos muchachitos que yo quiero mucho!”
Ella esquivaba el tema político. Y casi nunca decía malas palabras. Pero, cuando se quedaba a solas conmigo yo le preguntaba: “Mami, entre tu y yo ¿qué crees del régimen de Castro ?” Se sonreía y me contestaba: “¿Quieres la verdad, Esteban de Jesús? Bueno, esto es tremenda mierda”.
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