MI HACHA Y SUS MIL USOS

13 de mayo de 2025

En mi hogar jamás hubo una herramienta. Había dos máquinas de escribir, muchos papeles timbrados y nada de destornilladores, ni alicates, ni serruchos, ni martillos.

Sólo había una vieja y útil hacha la cual nunca supe cuándo ni cómo llegó a mi hogar.

Mi madre la llamaba “la mil usos” porque servía para todo, lo mismo se utilizaba para clavar un clavo en la pared que para ablandar un bisté.

Una vez -muy interesado- le pregunté a mi padre la procedencia de aquella hacha y muy serio dijo: “Estebita, me alegro que preguntes eso, porque quiero que sepas que esa hacha es histórica ya que perteneció al indio Hatuey”.

Cuando mi hermanito Carlos Enrique tenía miedo a dormir solo yo le ponía el hacha a su lado para que lo acompañara y se defendiera del “temible coco”.

Un día yo tenía tremenda hambre, mi madre no había ni empezado a cocinar, comencé de parejero a quejarme en alta voz y a exigir jama urgentemente.

Mi mamá me entregó el hacha y me ordenó: “Mira, Esteban de Jesús, vete al traspatio y córtale la cabeza a un gallina, desplúmala, tráemela para acá y yo te la cocino”. Remedio santo, no me quejé más nunca de “tener el estómago vacío”.

Ustedes saben que el uso típico para las hachas es cortar leña y talar árboles, desde luego, en mi casa jamás se utilizó en esos menesteres, y aquella hacha solo salió de paseo una vez a una fiesta de disfraces en el Liceo y yo iba del indio Karinoa.

En una clase intrigado indagué con la maestra Carmen Chirino: “¿Se dice un hacha o una hacha?” Y me dijo: “La palabra hacha es femenina, pero es aceptable referirse a ella (o él) de ambas formas”.

Sonriente y burlón le dije: “Muy bien, profesora, gracias, entonces trataré al hacha con mucha dulzura”.

Temas similares…

Nostalgia por Miami

Nostalgia por Miami

POR LUIS DE LA PAZ Especial para LIBRE Después de vivir 45 años en Miami me he visto obligado a irme de la ciudad,...

0 comentarios

Enviar un comentario