MARTÍN MARRERO RODRÍGUEZ

Written by Libre Online

10 de diciembre de 2024

Por Jorge Quintana (1956)

Fue uno de los héroes del 24 de febrero 1895. Un devoto de la idea de la independencia cubana. Fue un militar disciplinado en la guerra y en la paz. Fue un gran cubano. Se llamó Martín Marrero Rodríguez. 

En Santiago de las Vegas nació el 12 de diciembre de 1859, José Lázaro Martín Marrero y Rodríguez. Era hijo del matrimonio José Marrero y Mercedes Rodríguez. Familia acomodada pudieron educarlo haciéndole ganar primero el título de Bachiller y después el de licenciado en Medicina y Cirugía en la Universidad de La Habana. 

El 13 de mayo de 1890 abandona las aulas universitarias con su título profesional. Se traslada a Santiago de las Vegas donde comienza a trabajar su carrera mientras colaboraba con los núcleos de conspiradores. Fue él quien inició en la conspiración a Juan Delgado, con quien solía celebrar largas entrevistas en el parque de la localidad. 

Hacia 1892 se traslada a Jagüey Grande entrando entonces en contacto con los conspiradores de Matanzas, ingresando primero en la logia de la Libertad y después en otra denominada Caballeros de la Luz que encubría a una organización secreta llamada Caballeros del Silencio. En 1893 hizo una visita a los Estados Unidos donde se entrevistó con José Martí. Éste le designó delegado del Partido Revolucionario Cubano en Jagüey Grande. Al año siguiente regresó a Cayo Hueso para contraer matrimonio con la señorita Carmen Caraballo miembro de una distinguida familia de patriotas de Santiago de las Vegas. 

El 24 de febrero, cumpliendo la orden librada por Juan Gualberto Gómez que a su vez cumplimentaba la expedida por José Martí el 29 de enero de ese mismo año, el Dr. Martín Marrero se lanzó a la lucha. Al frente de 39 hombres armados se subleva en el potrero de la finca La Yuca, a dos leguas y media de Jagüey Grande. 

Dos días después sostiene el primer encuentro con el enemigo habido en aquella campaña en Occidente. Fue en Palmar Bonito, en la misma finca La Yuca. Los soldados del Regimiento María Cristina se encargaron de dispersarle. Huyendo por la Ciénega de Zapata decidió presentarse, acogiéndose a indulto para buscar ocasión más propicia. El 3 de marzo salía deportado para España. El general Callejas que lo recibió en la Capitanía General le designó a la ciudad de Pravia, en Asturias, por prisión a solicitud del mismo Marrero. 

Unas semanas nada más habría de permanecer en aquella ciudad asturiana. El 1 de julio sale de Fuenterrabía en un bote, cruzando el Bidasoa para arribar a Hendaya. Una semana más tarde ya estaba en París presentándose al Dr. Betances que lo embarca para Nueva York, adonde llega el 18 de ese mismo mes. 

Ya en Nueva York comienza su odisea para llegar a Cuba. Primero se embarca en la expedición del “Lauraca”. Es arrestado con los demás expedicionarios y sometido a juicio en Willmington. Defendido por el senador Gray y el abogado Horacio Rubens regresa a Nueva York para embarcarse, el 20 de octubre, en un nuevo intento expedicionario del general Carrillo. 

El barco que los conducía debería encontrar a otro que llevaba la expedición del comandante Enrique Collazo, en Cabo Hateras. La combinación fracasa y los expedicionarios de Carrillo prosiguen su viaje hasta Inagua, donde desembarcan para esperar que el barco, que sigue a Haití, retorne a recogerlos. Una intriga del consulado español hace que las autoridades inglesas los arresten conduciéndolos a Nassau donde son sometidos a un largo proceso que dura más de dos meses, al cabo de los cuales regresa a Nueva York. 

Un tercer intento se produce el 24 de febrero de 1896 cuando intenta embarcarse en la expedición del “Bermuda” que deberá conducir a Cuba el mayor general Calixto García. Al ir a salir por el puerto de Nueva York son arrestados y sometidos a nuevo juicio. Al fin el 15 de marzo de ese mismo año logran embarcarse en Atlantic City para desembarcar en la Ensenada de Maravi entre el 23 y el 24 de marzo. Se incorpora al Ejército Libertador que le reconoce el grado de capitán. 

Sale inmediatamente para el cuartel general del mayor general Máximo Gómez quien con fecha 26 de mayo le asciende a comandante, adscribiéndolo a su Estado Mayor. Una de sus peticiones al general Gómez fue la de servir en la línea como soldado, renunciando a todo grado, pero el general en jefe, apreciando sus condiciones, lo deja a sus órdenes.

 El 11 de junio toma parte en el combate de Saratoga, que el propio Gómez consideraba una batalla tan importante como Las Guásimas en la Guerra de los Diez Años. Primero pasa a operar en el Regimiento González que mandaba el coronel Calunga; después a la Brigada de Caballería que mandaba el coronel Braulio Peña como jefe de su Estado Mayor. 

El 4 de octubre toma parte en el combate ventilado por el coronel Peña en el camino real de Cuba que cruza de Sibanicú a Cascorro. Dos días más tarde toma parte en la acción de Jacinto. El 10 de diciembre se reincorpora al Estado Mayor del general Gómez saliendo una semana más tarde con ciento treinta y seis hombres a buscar armas y parque para pasar la trocha de Júcaro a Morón. 

El 21 de diciembre se encuentra acampado en Cacahual cuando el general Gómez le entrega el mando de las fuerzas que marcharán a vanguardia con plenas instrucciones de forzar el paso de la trocha a todo trance. El 26 de diciembre pudo cruzar la línea fortificada que custodiaba el enemigo, siendo felicitado por el general Gómez, con quien acampa en Santa Teresa. El 2 de enero de 1897 los españoles atacan al general en jefe en aquel campamento que se defiende heroicamente. 

El 3 de enero de 1897 el mayor general Máximo Gómez designa al general de división Avelino Rosas para que asuma el mando de la Primera División de Quinto Cuerpo, en sustitución del general Lacret. El general Rosas pidió que se le permitiera designar al comandante Martín Marrero para el cargo de Jefe del Estado Mayor, a lo que accedió el general Gómez. El 8 de enero el general Rosas y el comandante Marrero emprenden marcha hacia su nuevo destino. El 12 llegan a Quemado Grande, en los mismos instantes en que el mayor general José María Rodríguez se batía con una columna española que lo atacaba. 

Con el general Rosas comienza a operar en la provincia de Matanzas. Pronto aquel jefe, venido desde Colombia por un compromiso contraído por el general Maceo, se hizo impopular en la provincia que mandaba. Se lo acusaba de ser demasiado severo con la tropa. Hubo sus dificultades, originadas más que nada porque no se le conocía como a los otros jefes de la región. El 31 de enero es propuesto el comandante Marrero para ascenso a teniente coronel y el 1 de junio a coronel. 

Pasó después al Estado Mayor de la Brigada de Colón que mandaba el general Francisco Pérez Garoz. Cuando este jefe fue llamado al cuartel general del general Gómez, el teniente coronel Martín Marrero hubo de acompañarle, siendo destinado entonces a la jefatura del Estado Mayor del Cuarto Cuerpo, a las inmediatas órdenes del mayor general Francisco Carrillo. Con este jefe operó por el centro de la región villareña, concluyendo la guerra en ese mando. El 27 de junio de 1898 el Consejo de Gobierno, presidido por el mayor general Bartolomé Masó, aprueba la propuesta de ascenso a teniente coronel del comandante Martín Marrero, reconociéndole la antigüedad de 31 de enero de 1897. 

El 28 de diciembre de 1898 entra en Remedios que acababan de evacuar los españoles, el mayor general Francisco Carrillo, héroe de tres guerras. Al frente de su Estado Mayor viene el coronel Martín Marrero que fue designado, inmediatamente, Comandante Militar de la Plaza. 

El 1 de abril de 1899 se licencia con su grado de teniente coronel en el Ejército Libertador. La Comisión Liquidadora no le quiso reconocer el ascenso a coronel por estar propuesto, pero no aprobado. Pasó entonces a Yaguajay dedicándose a la política. 

El 26 de noviembre de ese año forma parte del Comité del Partido Republicano de Yaguajay. Por recomendación del general Carrillo es designado Alcalde Municipal de su término, siendo la primera autoridad municipal cubana, después de la evacuación española que desempeñó ese cargo. El 16 de junio de 1900 se celebran elecciones municipales en toda la Isla. 

El teniente coronel Martín Marrero resulta electo Alcalde de Yaguajay, siendo el primer Alcalde por elección de ese importante término municipal villareño. Como el cargo era, en esa oportunidad, por un año, el 1 de junio de 1901 se presentó de nuevo como candidato reeleccionista a la Alcaldía de Yaguajay, que ganó sin dificultades. Tomó entonces una decisión: retirarse de la política definitivamente, reintegrándose a la vida militar. 

Antes que terminara su mandato presentó la renuncia para aceptar el cargo de capitán médico del Cuerpo de Artillería, lo que equivalía a la jefatura incipiente Cuerpo de Sanidad Militar. El 14 de enero de 1903 es designado para ese cargo que había quedado vacante, por renuncia del doctor Jorge Vega Lamar. Pasó entonces al Hospital de la Cabaña, teniendo a sus inmediatas órdenes al entonces teniente médico Dr. Horacio Ferrer, con quien comenzó a trabajar tesoneramente en el desarrollo del Cuerpo de Sanidad Militar. A sus esfuerzos se debió la construcción del Hospital Central del Ejército en el antiguo campamento de Columbia y también la organización que a esos servicios hubo de dársele. 

El 18 de mayo de 1919 pasó a ocupar la dirección del Hospital General del Ejército con el grado de coronel, cargo del que se retiró poco tiempo después. Ya no se dedicó a ninguna otra actividad. Anciano, enfermo con sus viejos laureles de patriota, vivió varios años más en su terruño natal, Santiago de las Vegas, donde era considerado como una verdadera institución. Allí falleció dejando una familia y prestigio bien ganado. 

No fue de los que medraron a la sombra de la República que él había ayudado con tantos esfuerzos a consolidarse; no fue de los que hicieron causa común con los traidores de la patria, ni de los que amasaron fortunas olvidándose de cumplir con su deber en los cargos que desempeñaron. Por ello, su nombre es una bandera de honestidad que los vecinos de Santiago de las Vegas exhiben con justo y legítimo orgullo. 

El teniente coronel Eduardo Rosell Malpica, que fuera su amigo y compañero de infortunio en Nueva York y su compañero de expedición le dedicó un cuento denominado “Frío”, donde relata las peripecias de la sublevación de Jagüey Grande, el 24 de febrero de 1895. Y en su “Diario de Campaña” el teniente coronel Rosell lo describe como un hombre “sumamente simpático, muy seriote, más parece un guajiro que todo un señor doctor en Medicina. Es muy bromista, pero nunca abandona su Seriedad”. 

Buena parte de su trabajo en la Guerra de Independencia puede leerse en el libro del teniente coronel Segundo R. Corvisión titulado “En la Guerra y en la Paz”, cuyo prólogo escribiera el propio coronel Dr. Martín Marrero.

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