Poema: AGUSTIN ACOSTA.
Coordinador: FULVIO A. FUENTES.
Como tributo al Apóstol en su Centenario, LIBRE se complace en reproducir el bello poema de nuestro poeta nacional, Agustín Acosta, uno de los más hermosos homenajes líricos a José Martí, ilustrando sus versos con un marco cubanísimo de montes y palmas, de campanas, de cielos y mares, de banderas, de todas aquellas cosas que tanto amó Martí, y que estuvieron presentes siempre en su verbo, que le acompañaron en sus luchas y en sus sueños, que le acogieron en la encrucijada trágica de Dos Ríos.
Montañas: decidme la frase primera, vosotras que tanto la amabais;
volcanes: poned vuestra antorcha en la noche de mi corazón,
y turbe el silencio nefasto la brusca metáfora ardiente,
como una ferviente eclosión.
Fantasma de Homero: reclamo el helénico exámetro;
visión de Virgilio: me obsede el candor de una flor;
persigo en la sombra los ritmos de un canto estentóreo,
que sea un marmóreo y broncíneo poema de guerra y de amor…
¿Por qué no se incendian de púrpura y oro las cumbres supremas?
¿Por qué no se escuchan furiosas protestas del mar?
¿Por qué no hay un ritmo que anuncie la luz de las albas futuras?
¿Por qué no hay bravuras que animen un hondo cantar?
¿Por qué no se elevan las almas en una plegaria armoniosa?
¿Por qué el entusiasmo no rasga la rosa de su frenesí?
si todo se olvida en la vida, tan sólo perdure un recuerdo:
MARTÍ.
¡Martí! No se sabe qué cielos le ofrendaron sus altos azures:
no se sabe qué cumbres le otorgaron su enorme visión:
porque él resumía la gloria de todos los cielos,
la gloria de todas las cumbres,
en la cumbre celeste y gloriosa de su corazón…
Por eso, a su paso, como en pleitesía, las cumbres más altas
se inclinaban, ávidas de verle pasar;
y se equivocaban las aves al ver su cabeza,
creyendo que era una montaña donde ellas podían su vuelo posar…
Magnánimo y pobre, paseó por el mundo el tesoro ideal de su genio;
hubiéranle dicho Maestro Francisco de Asís y Vicente Paúl…
Poeta, se daba la mano de hermano con Hugo:
de pie sobre el yugo, alzaba la estrella a lo azul…
La América, absorta, le vio predicando su idea;
ajeno al aplauso, cultivaba su flor ulterior:
no fue más hermoso el Rabino, vertiendo en la paz de Judea,
su hermosa y cristiana palabra de fe, de esperanza y de amor…
Los Andes gloriosos, que evocan la faz de Bolívar,
le vieron, atónitos, envuelto en su gloria, pasar
camino del hosco futuro, como una paloma sagrada,
o bien como una inmensa gaviota perderse en el mar…
Los férreos Estados Unidos le dieron amparo a su sueño.
La estatua simbólica acaso le diera su altiva sonrisa cruel:
irónico gesto que hirió su entusiasmo de apóstol errante;
Promesa de grandes auroras, de noble y egregio laurel…
Su sueño tenía la amarga tortura de las pesadillas;
—flor de deslumbrante pesadilla era su sueño—; logró
que se deshojara por todos los surcos amigos,
formando una frágil alfombra florida que nunca su huella enfloró,
Su verbo era una fiero rebato de locas campanas al viento
de las libertades… o bien era un
suave, sedeño, silenciosamente sonoro, aterciopelado
runrún…
Su verbo era flama de iris, sonoro desgrane de oro;
locura de estrellas, sobre el infinito silencio del mar;
flechazo encendido y silbante rasgando conciencias obscuras;
parábola mítica, de un raro mito singular…
Vertía en su acento rumores selváticos
gemidos de extraña impotencia, cataratería de mágico hervor;
sollozos de madres heridas, violencias de cebra indomable;
susurros, estruendos, colores, plañidos, centellas, fragor…
Toda la gama vibrante del odio
en su palabra vibrante de amor!…
Su verso era fruto maduro, con savia de tierra fecunda;
su verso era un hacha rompiendo los grillos de la esclavitud…
Vinagre que ungió de amargura los labios de Cristo,
hervor de torrente, caricia de ala, empuje de alud.
Su verso era zarza florida de estrellas y rosas;
plumaje de cisne, con garras de altivo candor;
zarpazo de fiera enjaulada —felino zarpazo de tigre—;
de blanca paloma eucarística humilde y divino candor.
Su canto era llave de pórticos áureos,
en donde el ensueño cautiva la sonoridad,
o bien las tonantes trompetas sin pauta que tocan el himno
de la Libertad…!
Cantaba a manera que un árbol da frutos
cuando entre sus ramas revienta la flor:
espontáneamente: al choque de penas sombrías
o al roce de un cálido beso de amor.
Su madre y su patria llenaron su altísimo espíritu.
¡Cuán grandes entrambos amores que, solos, pudieron llenar de su alma
la vasta, Infinita amplitud…!
¡Su madre y su patria! ¡Dos madres sagradas, dos patrias sagradas,
dos sueños sagrados de su Juventud!
Un día la voz de un hermano
para el gran Apóstol tuvo el espolazo de una acusación…
Sobre su cabeza la duda le puso corona de espinas,
y los desengaños prendieron ortigas en la rosa amable de su corazón.
No hubo golondrinas para la tortura de aquellas espinas:
—germen de la muerte sobre transparente blancura de luz—
Un duelo de alma nos trajo de nuevo la idea hecha brazo,
la Patria hecha cruz…
Magnífico, heroico, sublime, lanzóse a la ruda pelea…
Las selvas cubanas unánimes fueron en su admiración:
tenía la ciega bravura de un héroe de absurdo poema;
la altiva nobleza de un joven y altivo león.
La espada, en su mano, radiaba fulgor de epinicio;
flameaba en trazo triunfal,
cual si en su brillo llevara un temblor de catástrofe;
cual si soñase con una cruzada ideal…
Su grande alma triste, sedienta de nobles venganzas,
dábale a la espada, como en un milagro de transmutación,
una legendaria visión de epopeya,
una formidable luz apocalíptica de revolución…!
Los montes, los campos, los ríos, supieron
de aquella indomable bravura de Él…
Todo era laurel en las frondas extáticas…
Todo era laurel…
¡Oh dulce visión arcangélica! ¡Oh sueño hecho hombre;
de las libertades humanas viva encarnación…!
Corría-, corría— corría en su blanco corcel de batalla,
haciendo brillar en su espada la alborada de la redención…
Bala enemiga y certera, trágica bala deicida,
bala fatal,
tuvo la gloria de herir al Pontífice,
poeta y guerrero, de un alto supremo ideal.
Mano traidora, ¡qué gloria tan triste la tuya!
—Tal un gusano emponzoña una flor—.
Mano plebeya, jamás otra mano homicida
tuvo tan épico honor…!
Hay quien asegura que un fúnebre eclipse veló los azures del día;
que cayó el Apóstol como flor tronchada por una segur…
y que de su frente romántica la luz de una estrella subía
a lo azur…
Que fueron cipreses las palmas; que fueron
responsos los trinos; que cirio fue el sol…
Un cirio enlutado, en la dolorosa catástrofe aquella;
un sol que lloraba a otro sol…!
Honda crispatura recorrió las cubanas maniguas;
honda crispatura pavorosa, y,
en los corazones, sumidos en trémulo espanto,
fue una puñalada la triste oblación de Martí.
Largo de profundis musitaron las almas cubanas;
en los campamentos la sombra sagrada se irguió;
tuvo la ibicua grandeza del Dios de las huestes cristianas:
después de la muerte, triunfó
en los corazones abiertos al culto fervoroso y vital de la Patria
y fue, en el instante de los estruendosos choques, el fulgor
que alumbraba la trágica sombra de las humaredas;
el ínclito espíritu que animaba de heroico valor
el tumulto aguerrido y famélico de nuestros soldados;
el clarín que clamaba en la noche con bélica voz;
el empuje que hacía vibrar los corceles
en una carrera veloz…
Hoy es— el recuerdo de aquellas homéricas luchas;
hoy es la muralla que evita el despeñamiento del loco corcel
sobre el cual cabalga la joven visión de la Patria,
cerca de un abismo en que los leones
no son como aquellos divinos leones del Santo Profeta Daniel.
Hoy es la atalaya de luz que vigila
el enigma abierto de los horizontes…; fecundo rosal
que aroma el hedor de la llaga; cendal
que tiende amoroso la suave piedad de su velo
sobre tanto abrazo que hiere con brusco, alevoso puñal…
Hoy es… el asombro de veinte repúblicas
que se desprendieron —pámpanos maduros— de una vieja vid…
Porque él tuvo salmos y puso la piedra en su honda,
en un milagroso gesto de David
Y será mañana, cuando comprendido
sea, en su grandiosa maravilla única, el zafir
y la plata, y la púrpura, y la estrella que anuncian
las auroras de lo porvenir.
Él, la patria misma, el alma compleja y romántica;
el verbo y la estrofa, el rugido épico y el canto de amor;
el culto pasado, la gloria presente, la dicha futura,
la lámpara inmensa, el trueno colérico, la zarza y la flor…
Todo el enorme sentir de la Patria
en el espíritu de su Salvador…!
Un jubiloso clamor de clarines preludie una lírica diana;
un deslumbramiento súbito exalte la luz sideral,
y un tremolar de banderas a todos los vientos
abra una ruta al ideal.
Callen después los clarines que anunciaron la racha bizarra;
dulce penumbra suceda al imprevisto fulgor,
y un decaimiento de alborozadas banderas
olvide al viento adulador.
La Patria entera de rodillas,
como en hierática liturgia, emita un canto singular:
rece la eterna oración del recuerdo
Psiquis desnuda ante el altar…
Padre y Señor que caiste, defendiendo la enseña en Dos Ríos:
obste el ejemplo de tu vida la maldad
que en los talleres infernales forja grillos
para oprimir la Libertad.
Padre y Señor: ilumina el futuro sendero,
desde el sitial invisible que la Gloria a tu gloria cedió,
y tus parábolas sean fecunda simiente
en esta tierra bendita que tu próvida sangre regó…
Acallado el rezo, que se incendien de púrpura y oro
las cumbres supremas; que brame furiosa la mar;
que un trino de alondra vidente presagie las albas futuras;
que sones de hidalgas bravuras animen un hondo cantar…
Que se iluminen las almas en una plegaria armoniosa;
que un delirante alborozo rasgue la rosa de su frenesí,
y una locura de músicas, y una visión de banderas,
y un espejismo de cumbres, y un homenaje de estrellas
consagren la dulce, la triste, la blanca, la enorme, la eterna
visión inmortal de Martí…!
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