Marie Curie: la mujer que transformó la ciencia con su luz

Written by Libre Online

4 de noviembre de 2025

De la Redacción de LIBRE y Fuentes anexas

Marie Curie no solo fue una científica excepcional, sino también un símbolo de perseverancia, inteligencia y humildad. Su vida es una historia de lucha contra las adversidades, de pasión por el conocimiento y de una fe inquebrantable en el poder de la ciencia para mejorar la humanidad.

Infancia y formación en una Polonia 

oprimida

Marie Curie nació el 7 de noviembre de 1867 en Varsovia, capital de una Polonia que entonces se encontraba bajo el dominio del Imperio ruso. Su nombre de nacimiento fue Maria Salomea Sklodowska, y creció en un hogar donde el amor por la educación y la patria eran profundos. Su padre era profesor de matemáticas y física, y su madre dirigía una escuela femenina. Sin embargo, la familia sufrió numerosas dificultades económicas y personales: cuando Marie tenía solo diez años, perdió a su madre debido a la tuberculosis.

A pesar de las restricciones impuestas por las autoridades rusas a la educación de las mujeres, Marie mostró una inteligencia fuera de lo común. Asistió a una escuela clandestina conocida como la “Universidad Volante”, donde jóvenes polacas podían estudiar libremente. Desde entonces soñaba con continuar sus estudios en París, donde las mujeres tenían mayores oportunidades académicas.

El viaje a París y el encuentro con Pierre Curie

En 1891, con apenas 24 años y tras años de sacrificios, Marie viajó a Francia para ingresar en la Universidad de la Sorbona. Allí se enfrentó a un nuevo reto: el idioma, el frío y la pobreza. Durante los primeros años, vivió en una pequeña buhardilla, alimentándose de pan y té mientras dedicaba largas horas al estudio. Pero su esfuerzo dio frutos: en solo dos años obtuvo la licenciatura en Física y un año después, en Matemáticas.

En 1894 conoció al físico Pierre Curie, un investigador reservado pero apasionado por la ciencia. La atracción intelectual y emocional entre ambos fue inmediata. Se casaron al año siguiente y comenzaron una colaboración científica que marcaría la historia.

El descubrimiento del polonio y el radio

Los Curie trabajaban en condiciones precarias, en un laboratorio improvisado, estudiando los misteriosos rayos descubiertos por Henri Becquerel en 1896, procedentes del uranio. Marie fue quien acuñó el término “radiactividad”, y con paciencia y rigor logró aislar dos nuevos elementos: el polonio (en honor a su tierra natal) y el radio.

Su investigación, publicada en 1898, sorprendió al mundo científico. Los Curie habían demostrado que la radiactividad era una propiedad atómica, y no un fenómeno químico común. El hallazgo del radio, en particular, reveló una fuente de energía poderosa y desconocida hasta entonces.

En 1903, Marie y Pierre Curie, junto con Henri Becquerel, recibieron el Premio Nobel de Física. Sin embargo, el comité inicialmente omitió el nombre de Marie, algo que Pierre corrigió con firmeza, exigiendo que se reconociera su trabajo. A partir de ese momento, Marie se convirtió en la primera mujer en recibir un Premio Nobel.

Tragedia y resiliencia

La felicidad duró poco. En 1906, Pierre Curie murió trágicamente atropellado por un carruaje en París. Marie, devastada, continuó sus investigaciones sola y asumió la cátedra universitaria que había sido de su esposo, convirtiéndose así en la primera profesora de la Sorbona.

Lejos de rendirse, dedicó su vida al estudio del radio y a la aplicación médica de la radiactividad. En 1911 obtuvo su segundo Premio Nobel, esta vez en Química, por el descubrimiento del radio y el polonio y por aislar el radio en estado puro. Hasta hoy, es la única persona en la historia en haber recibido dos Nobel en diferentes ciencias.

El compromiso 

humanitario

Durante la Primera Guerra Mundial, Marie Curie quiso poner la ciencia al servicio de la vida. Organizó una flota de unidades móviles de rayos X conocidas como “Pequeñas Curies”, que permitían atender a los soldados heridos directamente en el frente. Ella misma se capacitó como conductora y técnica, arriesgando su vida en numerosas ocasiones. Gracias a su iniciativa, miles de vidas fueron salvadas.

Su hija mayor, Irène Curie, la acompañó en esta labor, y años más tarde seguiría sus pasos, obteniendo también el Premio Nobel junto a su esposo Frédéric Joliot.

Últimos años y legado

Marie Curie dedicó sus últimos años a fundar el Instituto del Radio en París (hoy Instituto Curie), que se convirtió en uno de los principales centros de investigación médica y científica del mundo. Su intensa exposición a la radiación —en una época en que aún no se conocían sus riesgos— deterioró su salud, causándole una anemia aplásica, enfermedad que la llevó a la muerte el 4 de julio de 1934, a los 66 años.

Décadas después, en 1995, sus restos y los de Pierre fueron trasladados al Panteón de París, un honor reservado a las grandes figuras de Francia. Fue la primera mujer enterrada allí por sus propios méritos.

Una herencia que no se apaga

Marie Curie cambió para siempre la historia de la ciencia. Su trabajo sentó las bases de la física nuclear, la medicina moderna y la radioterapia. Más aún, demostró que el talento y la determinación no tienen género.

Su vida es una lección de esfuerzo, humildad y amor por el conocimiento. En sus propias palabras:

“Nada en la vida debe ser temido, solamente comprendido. Ahora es el momento de comprender más, para temer menos.”

Marie Curie no solo descubrió nuevos elementos químicos, sino que irradiaba luz propia. Fue una mujer que desafió las barreras de su tiempo y cuya huella sigue brillando en cada laboratorio, hospital y aula donde la ciencia se pone al servicio del bien humano.

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