Por J. A. Albertini
La vida sólo puede ser comprendida hacia atrás,
pero debe ser vivida hacia delante.
Søren Aabye Kierkegaard
María Dolores (Lola) Benítez Molina, escritora española, colaboradora de varios medios de prensa en diferentes países de habla hispana, con crónicas que abarcan temas literarios, filosóficos y sociales es, además, autora de las novelas anteriores La soledad del cuerdo (2015) y Los latidos de la pasión (2022), en esta oportunidad nos entrega Castillos en el mar ( 2024). Obra que resultó finalista en el “I Certamen de Novela Corta Granada Costa”, concurso “dedicado a la Costa Tropical de Granada”. La edición fue realizada por: “Granada Club Selección”.
El argumento de Castillos en el mar se desarrolla en Salobreña, población ubicada en la llamada “Costa tropical” de la provincia de Granada; no lejos de Málaga ciudad portuaria, bañada por el Mar Mediterráneo, en la que nació y vive Lola Benítez Molina, artífice del texto. Asimismo, digno de destacar es que su pasión por la literatura es compartida, sin interferencias, con la enfermería. Profesión que ama y cuyos conocimientos no cesa de enriquecer para, día a día, brindarlos en beneficio de los más aquejados.
Los orígenes de la ciudad se remontan a la antigüedad. Fenicios y romanos fueron primeros. Luego los musulmanes, durante la ocupación de gran parte de España, construyeron en el siglo XIII el Castillo de Salobreña, nombre que ha quedado indisolublemente ligado al sitio.
Y allí, a Salobreña, siguiendo los “Castillos en el mar” de Lola Benítez Molina, llega Augusto; arqueólogo trashumante y algo desencantado con el proceder humano. Situación que compensa con estudios y excavaciones en busca de rastros y artefactos pertenecientes a civilizaciones antiguas.
Augusto, por su profesión, conocía la historia y leyendas que por siglos, se fueron tejiendo en torno al alcázar que, hasta el presente, es sinónimo del esplendor de la época nazarí.
Pronto el experto, al margen de sus propósitos investigativos queda fascinado por la amable acogida que le dispensan los pobladores, al igual que el halo de intemporalidad espiritual que despedía Horacia Carpaccio quien dialogaba con su difunto esposo Fausto y otras entidades entre las que se encontraba el ánima de Benedicto Torralba de Damas (1899-1936). Salobreñero notable que murió fusilado por soldados republicanos durante la contienda civil que azoló a España (1936-1939). Terminada la contienda, Antonio Pérez de Olaguer trató de encontrar y rescatar los restos del amigo y colega Benedicto, pero al resultar infructuosa la búsqueda le dedicó un largo y laudatorio artículo en el periódico La Avalancha de Pamplona. Y en el marco literario que destila la pluma de Lola Benítez Molina, donde toda comprensión es posible e indispensable, al pie de sepulcros contendientes, el hálito de Benedicto Torralba de Damas y Federico García Lorca se funden en abrazo único que desdibuja dogmas e ideologías terrenales para ofrecer la flama que ilumina una senda libre de abrojos, desfigurantes de la psique humana.
La imaginación de Lola Benítez Molina, espoleada por el entorno, no ajeno, en el cual se sitúa la acción de Castillos en el mar también se alimenta con otros personajes, hoy rostros en sepia, de la comarca de Andalucía y de las regiones de Córdoba y Granada. Emilia Llanos Medina, afecto de García Lorca, el abuelo del poeta malagueño Carlos Benítez Villodres, padre de la autora, y hasta el compositor de “Amor brujo” Manuel de Falla, aquí y allá, entran y salen de las páginas de este libro.
Obra de amor trascendente donde una réplica de La Dama de Ibiza, figura de arcilla de 47 centímetros de altura que data del siglo III, antes de Cristo, y representa, posiblemente, a la enigmática diosa cartaginesa Tanit, desanuda la ambición de unos malhechores que, en busca de la estatuilla original, secuestran a Judith, joven de origen holandés que, en medio de la mágica realidad que rodea al Castillo de Salobreña y pobladores, despierta el amor de Augusto, quien, hasta entonces había viajado con un pesado fardo de melancólico escepticismo.
Horacia, en socorro de los amantes, para lograr la liberación de Judith, une fuerzas con el espíritu de su difunto esposo Fausto, que sumando su esencia mitificada, con las buenas intenciones humanas, obtiene la banalización del mal y el reencuentro de Antonio y Judith, quien en su vientre albergaba una nueva existencia, producto del amor y el sortilegio de los aires de Salobreña y sus Castillos en el mar.
Para concluir esta reseña, copio las palabras que Lola Benítez Molina, pone en boca de Augusto, personaje protagónico de la novela:
“Desde ese momento se convirtió en mi obsesión. Hay quien dice que el amor es obsesión. Para Charles Baudelaire, el amor es la necesidad de salir de uno mismo. Y yo tenía claro que tenía esa necesidad”.
NOTA: Castillos en el mar, Editorial Granada Club Selección, y demás obras de María Dolores (Lola) Benítez Molina, están disponibles en librerías españolas y en internet.
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