MANUEL URRUTIA LLEÓ

Written by Esteban Fernández

29 de octubre de 2024

El juicio a los asaltantes al Cuartel Moncada comenzó el 21 de septiembre del año 1953, en la Sala del Pleno de la Audiencia de Oriente.

Fue el día en que se hubiera salvado a Cuba, posiblemente fue uno de los instantes más importante en la historia de Cuba.

Pero, durante el juicio en Santiago de Cuba por el alevoso ataque al Moncada, donde se debió condenar a Fidel Castro al patíbulo, pero allí hubo una desastrosa sorpresa.

El Juez Manuel Urrutia Lleó en un acto de mal ubicada “valentía” dijo: “A estos jóvenes no se les debe condenar, porque lo que han hecho estaba amparado por la Constitución de 1940, que decía que el pueblo tenía el derecho a rebelarse contra un gobierno dictatorial”…Apaga y vámonos: Perdimos a Cuba.

Fidel Castro, se sonrió maquiavélicamente y pensó: “Este tipo es un tonto, es un ser anodino, lo utilizaré en un futuro”.

Y unos meses más tarde, desde lo más alto del Pico Turquino, acostado en una hamaca fumándose una Breva de Bauzá, lo nombra simbólicamente “Presidente en Armas”…

Al Batista abandonar el poder Fidel Castro lo primero que hace fue defecarse en la Constitución -la cual claramente especifica que al faltar el presidente y el vice la presidencia le corresponde al magistrado más antiguo del Tribunal Supremo: Carlos M. Piedra hermano de mi vecina Esperanza Piedra en la calle Soparda.

Y nombra arbitrariamente presidente de Cuba a Manuel Urrutia basado en su firme creencia que sería un “Presidente Cuchara que ni pincharía ni cortaría”.

“Bola de churre” se equivocó de plano, Manuel Urrutia no se dejó mangonear, resultó respondón y anticomunista.

Iracundo el recién estrenado tirano se presentó en la “CMQ televisión”, insultando, desprestigiando, barriendo el piso y haciendo añicos la reputación de quien le había salvado la vida.

La claque, la chusma, la plaga de HP’s oportunistas rodearon el Palacio Presidencial dando alaridos de: “¡Paredón!”

Tuvo que salir echando, a duras penas salvó la vida, y logró penetrar la embajada de Venezuela; allá adentro se encontró con uno de mis mejores amigos, Antonio Rotella, quien me aseguró que se portó como todo un caballero y buena gente a todo. En el exilio tuvo una actitud digna y anticastrista.

Sin embargo, nunca le he perdonado haberle salvado la vida a quien nunca debió nacer.

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