Escribimos esta columna 16 días después de las elecciones de julio 28 en que el pueblo venezolano, con la fuerza de su voluntad conjunta, expresada en las elecciones generales, derrotó, en un colosal landslide, a Nicolás Maduro. Edmundo González Urrutia, su oponente, obtuvo más de siete millones de votos contra 3 de Maduro, para una victoria del 67% contra 30% obtenido por el dictador de Miraflores. Fue una paliza electoral. Una derrota abrumadora para el hombre que por más de una década ha desgobernado, y por ende arruinado, toda la infraestructura y la economía del país, a la vez que abusaba y oprimía a la ciudadanía.
Pero el dictador, luego de toda la incontestable prueba mediante las actas electorales recuperadas por la oposición, se niega a aceptar la derrota. Y Venezuela continúa sumida en una crisis post electoral, atrapada por un fraude de dimensiones astronómicas, ridículamente arbitrario por la enorme diferencia de la votación. Copias de las actas tabuladas han sido provistas a varios gobiernos del área, y a Estados Unidos, como confirmación del fraude pretendido por Maduro y su gobierno para su examen y determinación final.
Por lo pronto, y con pocas alternativas disponibles, Estados Unidos, México, Colombia y Brasil, han comenzado negociaciones con Jorge Rodríguez, líder del congreso venezolano y hombre de confianza de Maduro, para hallarle una salida a la crisis, o, por mejor decir, una salida (literal) a Maduro. En realidad, estas gestiones ofrecen pocas esperanzas a los venezolanos, puesto que, excepto USA, los otros miembros de las conversaciones son gobiernos izquierdistas simpatizantes de Venezuela con todo y ser una deplorable dictadura.
En cuanto a las negociaciones, o conversaciones, como usted prefiera, los rumores abundan y sólo las circundan conjeturas y suposiciones al azar.
Sin embargo, para no salir con las manos vacías, vamos a tomar una de ellas a manera de libre especulación con algunos destellos de posible realización.
En su edición del lunes 12, el Wall Street Journal, en primera plana, publicó un reportaje donde afirma que la administración de Biden había ofrecido a los acólitos de Maduro una especie de amnistía, y ciertas garantías, a cambio de abandonar el poder. La oferta incluía, dice la información, a un reducido grupo de sus más allegados colaboradores.
Doce horas después de la aparición del reportaje, la Casa Blanca se apresuró a desmentir la parte del reportaje que se refería a la supuesta amnistía, pero se abstuvo de mencionar el resto de la información, lo cual significa que la gestión diplomática sigue flotando, hasta ahora en el limbo.
Dado el atrincheramiento de Maduro, respaldado por el apoyo de su ministro de Defensa, Vladimir Padrino, la opción más viable, para forzar a Maduro fuera del poder, descontando cualquier evento imponderable, parece ser la acción internacional. Las sanciones económicas, y de otras índoles, impuestas a Maduro previamente, y algunas removidas parcialmente por Biden, no han sido efectivas, e incluso, su reimposición, más otras frescas, no ofrecen resultados diferentes. La historia ha demostrado, una y otra vez, hasta el infinito, que las sanciones económicas contra regímenes totalitarios no funcionan, como lo demuestra el caso de Cuba.
La estrategia de la Casa Blanca descansa, al parecer, en que el trío izquierdista de Brasil, Colombia y México modifique su posición y decida tomar una postura más fuerte y decisiva contra el abierto fraude que Maduro pretende imponer a su pueblo después de haber sido derrotado abrumadoramente. ¿Funcionará? Estados Unidos tiene cinco meses antes de la inauguración de un nuevo gobierno en Venezuela para alcanzar un acuerdo que mande a Maduro al exilio y mucho depende, también, de las elecciones presidenciales de este país en noviembre. ¿Habrá otras opciones? Es posible.
Por el momento, Washington se ha limitado a la política de softball contra Maduro quizá en espera de una respuesta favorable de éste, con medidas más fuertes, si llegara el caso, para precipitar su remoción. Todo es posible, y todo juega dentro de un mecanismo político con énfasis en la dinámica geopolítica de la región que ya no es la misma que aquella de la década anterior. Ahora tenemos nuevos gobiernos en Argentina, Chile, Colombia y Ecuador con criterios y perspectivas claramente definidos con perfiles democráticos que van contra la propuesta ilegal que la trampa oficialista intenta implantar en Venezuela.
Es posible que Nicolás Maduro envalentonado con sus éxitos en las trampas anteriores, piense que, en Washington, no sin falta de razón, está sentado un presidente débil, indeciso, timorato, quien, además, es un lame dock con poca autoridad entre sus homólogos del vecindario, lo que le concede cierto espacio para ganar tiempo y dejar que las presiones bajen de tono.
Pero lo que Maduro, a su propio riesgo ignora, es que su situación, después de los comicios de julio 28, es más débil y precaria que nunca antes en sus once años en el poder.
¿Quién podría asegurar que las fuerzas armadas, o el mismo Padrino, percibiendo esta repentina flaqueza de poder no entretengan redimibles ideas y decidan virarle las espaldas y acogerse a los dictados de la constitución a la que deben respeto y lealtad? Esta es una de las hipótesis, entre las tantas que levantan vuelo en este tipo de circunstancias, en lo que nada es cierto, todo es un limbo, hasta el desarrollo final.
Maduro por virtud de la voluntad de sus compatriotas expresada el 28 de julio está contra la pared. Es un gato arrinconado que no tiene escapatoria, sino aquella que le pudieran ofrecer un grupito de países cómplices, con la timidez de un gobierno americano que parece haber perdido el rumbo trazado hace dos siglos por la Doctrina Monroe: América para los americanos.
Sólo así podría mantenerse en el poder Nicolás Maduro a pesar de su escandaloso fraude electoral.
¡Sería una gran vergüenza!
BALCÓN AL MUNDO
Donald Trump vuelve a las andadas. Lo consume esa irracional ofuscación de atacar a sus oponentes políticos con insultos, sobrenombres, y una letanía de groserías desagradables que lejos de ganarle simpatías lo hacen desagradable. Tres de sus consejeros más cercanos en los días de la semana pasada le han sugerido que abandone esa conducta y que se dedique a confrontar a Kamala en substancia, asuntos de interés para los votantes. Su oponente tiene muchos puntos débiles por donde atacarla sin acudir al lenguaje ofensivo. ¡A los issues Mr. Trump, a los issues! Eso es lo que el electorado quiere oír. Olvídese de los insultos. De lo contrario estará usted contribuyendo a colocar en la Casa Blanca a Kamala Harris, y le pasará lo que a Chacumbele.
¿Seguirá siendo cierto aquello de que no hay peor sordo que el que no quiere oír?
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Cediendo a las realidades del momento, con Irán aumentando su agresividad y pronto su capacidad nuclear, la administración de Biden decidió levantar la prohibición de ventas de armas a Arabia Saudí. Pronto se enviarán cargamentos de bombas y otros equipos a ese país por valor de 750 millones y otras órdenes seguirán para reemplazar armamentos obsoletos de las fuerzas armadas sauditas. Aunque en el presente Arabia Saudita e Irán, por conveniencias del momento, andan en buenos términos, en el fondo, ambos son mutuamente antagónicos por razones religiosas y de ambiciones hegemónicas. En Yemen ambos apoyan a diferentes bandos en la guerra entre el gobierno y los houtíes. Pronto la nueva alianza será Israel-Arabia Saudita.
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A Vladimir Putin no le va nada bien su malaventura en Ucrania. Hace breves días tuvo que retirar cientos de soldados de la provincia de Kursk, donde más de mil soldados ucranianos después de invadir la región se mantienen avanzando. Han tomado, según los partes de su departamento de defensa, 74 pequeños pueblos y Rusia ha evacuado cerca de 120,000 ciudadanos del área. A los rusos les está sucediendo en Ucrania lo que hace muchos años les pasó en su intento de tomar Finlandia. Perdieron cientos de miles de tropas y tuvieron que retirarse con las manos vacías. Mientras tanto, la OTAN, después del colapso de la URSS, ha continuado extendiéndose hacia el Este cerrándole el cerco a Rusia. Eso es lo que le quita el sueño a Putin.
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Lo que le va dejando López Obrador a Claudia Sheinbaum en el gobierno de México es un pequeño infierno. Aparte de los problemas económicos, y la crisis de inmigración en la frontera, ya serios de por sí, se tendrá que enfrentar a la guerra entre los carteles de la droga que se están alistando para un gran ajuste de cuentas entre los grupos de “El Mayo” Zambada y los de “El Chapo” Guzmán. En Culiacán, según los observadores de conflictos anteriores, correrá la sangre en gran escala donde caerán culpables e inocentes.
¿Será esto parte del legado de la presidencia de Andrés Manuel? ¡Vaya usted a saber!
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