La Unesco intenta recuperar ahora el esplendor del patrimonio grecorromanos milenarios levantados en Siria, víctima de la ira y la destrucción de los yihadistas del Estado Islámico (EI), durante su efímero califato impuesto en 2014.
Por Marga Sánchez
Estos tesoros Patrimonio de la Humanidad y en su mayoría ubicados en las ciudades de Palmira, surgidas en medio del desierto, y Alepo, albergaron las civilizaciones culturales más antiguas del mundo a lo largo del río Éufrates.
En mayo de 2015, los yihadistas entraron por primera vez en el sitio arqueológico de Palmira y durante los diez meses que lo controlaron dinamitaron tres tumbas funerarias en forma de torre del siglo I dC que se levantaron a las afueras de las ruinas, el templo de Bel, el templete de Bal Shamin y el emblemático arco del triunfo, al tiempo que destruyeron numerosas estatuas del museo de la ciudad.
El majestuoso templo de Bel era el mayor recinto sagrado grecorromano de Palmira dedicado a esta divinidad del que se tenga noticia, y ningún otro monumento ubicado en esta ciudad se le podía comparar ni en dimensiones ni en belleza.
Tras ser expulsados por las fuerzas sirias, los yihadistas ocuparon Palmira por segunda vez en diciembre de 2016 y fue entonces cuando volaron con explosivos, al considerarlos impíos, el frente escénico del teatro romano y el Tetrápilo que marcaba el emblemático cruce de caminos en la imponente avenida de las columnas, en lo que fue considerado por la Unesco un “crimen de guerra”.
Pero antes, en agosto de 2015, el Daesh había protagonizado uno de los episodios más trágicos de su violenta historia al decapitar al director de Antigüedades de Palmira, Khaled al Asad, un anciano de 82 años y guardián de los tesoros, en una imagen que dio la vuelta al mundo.
Su valentía al salvar 400 piezas del museo para que no cayeran en manos yihadistas fue lo que le costó la vida.
En este contexto, la agencia de Naciones Unidas tiene claro que estas organizaciones yihadistas utilizan la venta de obras expoliadas del patrimonio histórico-artístico para financiarse , y cifra en 10.000 millones de dólares el valor de las piezas robadas.
La reciente caída del régimen de Bachar El Asad y la aún indefinida situación política del país hace que se multipliquen los esfuerzos del organismo de la ONU y de numerosos arqueólogos internacionales que trabajan en los proyectos de reconstrucción de estos milenarios lugares.
La poderosa ciudad de Palmira y su reina Zenobia
Imponentes paseos con columnas rodeadas de estatuas colosales, coronaron templos y monumentos grecorromanos durante siglos, lo que se convirtió en Palmita en la primera atracción turística de Siria hasta la destructora entrada del EI.
La conocida como joya del desierto, denominada en árabe Tadmor, se erigió en el siglo III después de Cristo como uno de los enclaves culturales más importantes de Oriente y como punto de encuentro de las caravanas que hacían la Ruta de la Seda a través del desierto del centro de Siria proveniente de la lejana China y que concluía en un cercano puerto a Alepo.
Palmira fue gobernada por la legendaria reina Zenobia, quien a pesar de su corto reinado, en el que dotó de esplendor y gloria a la ciudad, pagó con la muerte su osadía de rebelarse contra Roma, según algunos testimonios de la época.
Definida por los escritores antiguos como una mujer inteligente, culta y políglota, dotada de gran belleza, su figura no cayó en el olvido dado que tanto novelistas, como pintores o músicos la convirtieron en protagonista de sus obras.
En su honor abrió sus puertas en los años 30 el mítico Hotel Zenobia de estilo neoclásico, diseñado por el arquitecto español, Fernando de Aranda, que alojó a legendarios viajeros por Oriente de la época, y desde el que se perfilaba una de las más espléndidas panorámicas de la antigua acrópolis que pueda ser contemplada.
Alepo, una joya medieval
arrasada por los
combates
Alepo, la segunda ciudad de Siria con 7.000 años de historia, está considerada junto con Damasco como uno de los lugares más antiguos del mundo habitados con continuidad.
Su ciudadela, Patrimonio de la Humanidad, y situada en lo más alto del casco histórico, data del siglo XIII y tras sucesivas dominaciones por parte de hititas, asirios, griegos, romanos, omeyas, ayubíes, mongoles, mamelucos y otomanos, se convirtió en un referente arqueológico para el mundo actual.
Alrededor de la ciudadela se encuentra el zoco medieval y unas mil mezquitas repartidas por el casco antiguo -entre ellas la Gran Mezquita Omeya, que fueron seriamente dañadas durante el conflicto-, a las que también se suman unas cincuenta iglesias, que quedaron completamente destruidas.
Durante el conflicto sirio la ONU documentó que el 30% de la ciudad vieja de Alepo estaba “completamente destruida”, y el 60% registraba “graves daños”.
Las monumentales ruinas de B a albe k en Líbano, también en peligro La ONU asiste igualmente al Líbano y protege, entre otros, el sitio arqueológico de Baalbek, que junto con Palmira, constituye uno de los tesoros grecorromanos más importantes del Medio Oriente.
Situado en el valle de la Bekaa cerca de la frontera con Siria y cruce de rutas comerciales entre Oriente y Occidente, el complejo arqueológico declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco, sobrevive a los constantes ataques que perpetra Israel desde hace años contra la milicia chií Hizbulá no lejos de donde ésta tiene su feudo.
La acrópolis de Baalbek agrupa varios templos dedicados a diferentes deidades como Venus, Mercurio, Baco y Júpiter, siendo este último el más majestuoso de los cuatro por las columnas de 20 metros de altura y dos metros de diámetro (únicas en el mundo) que le rodean.
Baalbek, que alberga una de las ruinas más atractivas de Oriente Medio, fue inicialmente un santuario de los fenicios que estaba dedicado al dios Baal, durante la etapa helenística recibió el nombre de Heliópolis y después, bajo el dominio romano, conservó su función religiosa como el santuario de Júpiter Heliopolitano que atraía a millas de peregrinos.
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