Por Eladio Secades (1952)
No es preciso pasar frente a una juguetería para comprender que ha llegado el Día de Reyes Magos. Bellísima leyenda de calidoscopio usada por los padres para creer que engañan a los hijos. Y por los hijos para engañar a los padres, diciéndoles que todavía creen.
El hijo viene a confesar que ya no cree en los Reyes Magos cuando ya no le interesan los juguetes de los niños y comienza a divertirse con los juguetes de los hombres. Que es cuando comienza a divertirse con la mujer.
Sin que el concepto tenga la pretensión de demostrar que la mujer se parece al juguete, en que al principio distrae y después aburre. Todo padre tiene la aspiración inhumana que se prolongue la candidez de los hijos hasta más allá de donde empieza el hombre.
El hombre empieza cuando el niño ya no tiene la necesidad de vivir de los padres. Por eso los hijos de pobres, o son hombres enseguida; o enseguida son sinverguenzas. Y por eso hay casos de hijos de ricos que ligan la infancia con la vejez, esperando el peso del domingo para ir al cine.
Cuando a un hijo grande se le da el peso para ir al cine, ya se sabe que se le da un peso para que no vaya al cine. Que es el mismo engaño de los Reyes Magos. Pero al revés. Porque en este caso es el padre quien se finge engañado.
Las relaciones entre padre e hijo son una sucesión de engaños mutuos. El más cándido de todos, es el padre que quiere hacernos ver que para su hijo no es un padre, sino un amigo.
LOS CAMELLOS
No acabamos de comprender que el niño es la gran lógica del reino animal y nos obstinamos en llenar su vida de creencias ilógicas. Y le decimos que los Reyes Magos, con los camellos cargados de jueguetes, vienen del desierto. Y que los recién nacidos vienen de París.
Cuando la malicia natural del niño le induce a creer que si el baby, efectivamente vino de París, por qué grita tanto la señora. La piñata es otro gran error en la educación de los infantes. Porque en la piñata el niño desde muy pequeño aprende a dar palos a ciegas. Que es hábito y privilegio de hombres.
PEDAGOGÍA POR EL SUELO
En Cuba la pedagogía anda por los suelos. No hay derecho a torturar la mente de la niñez, con pesadas e inútiles enseñanzas. Para la apuntación de terminales, maldita la falta que el día de mañana les hará a nuestros hijos saber de memoria los ríos de Asia.
Los Reyes Magos llegan cuando se va al circo y la Secretaría de Hacienda pone en vigor los nuevos presupuestos. Es decir, cuando se desarma una cuerda floja y se arma otra. Interesante parangón entre dos equilibrios que erizan a la multitud.
JUGUETE: PRIORIDAD
Estos días tienen de original que convierten el juguete en el artículo de primera necesidad. Y el pueblo, por una sola vez, mira al dependiente de la juguetería con el mismo respeto que le inspira todo el año el bodeguero.
El bodeguero simboliza un propósito de superación económica, para el cual hace falta un carácter y un sobrino. Después de la carta del soldado a la novia, la del niño al Rey Mago diciéndole que se portó bien todo el año, es la cosa más simple y preciosa que posee el género epistolar. Ambos tienen la genialidad y el humorismo de demostrar que se puede hacer una carta prescindiendo del “muy señor mío”, que es todo el espíritu del corresponsal de comercio perpetuado en un molde.
El corresponal de comercio es una persona muy importante que muere sin enterarse que se pasó la vida escribiendo la misma carta.
Hay quienes gozan cuando los Reyes le traen a sus hijos un uniforme de caballería. Porque se hacen la ilusión de que el muchacho es un militar en serio y lo montan en un caballo de palo y lo retratan con el pecho lleno de reflejos.
Sin comprender que todo niño vestido de oficial parece un botones. El botones es un aprendiz de portero a propina. Cuando crece lo dejan cesante, porque entonces el botones se ha graduado ya y es portero de verdad. Aunque por el uniforme siga pareciendo un militar de mentiras.
NOS HACEMOS LOS
DORMIDOS
La primera gran inmoralidad de la vida, la cometemos cuando nos hacemos los dormidos para que la madre, sin querer hacer ruido, venga a depositar los juguetes junto al zapato.
Y el primer desengaño lo sufrimos cuando por extraña curiosidad, levantamos el vestido de la muñeca y su cuerpo desnudo nos produce la desagradable sensación de ser la obra de un mal ortopédico. De pequeños siempre le levantamos la falda a una muñeca. Y pésimo tiene que haber sido el efecto, cuando no podemos olvidarlo nunca.
Error que después se sigue reproduciendo a través de los años, hasta convencernos de la gran estupidez que es la pretensión del nudismo. Tampoco hemos podido olvidar cuando rompimos el juguete mecánico, para ver lo que tenía dentro. Este es el principio de la cirugía y la razón de la prosperidad de la industria japonesa.
CUANDO DEJAN DE CREER
El niño comienza a tener mundo, cuando ya hace tiempo que no cree en los Reyes Magos y sigue poniendo zapatos. Más que la cara, como opinaban los pensadores de antes, son los zapatos viejos los reflejos del alma.
Yo desconfío de quienes usan medio número menos, para lucir un pie más elegante. Y difiero del sacrificio de las mujeres que llegan a acostumbrarse a caminar con grandes tacones. Y que, sin darse cuenta, están pasando por la vida en puntillas. Que es lo que hace la gente chismosa por placer. Y las bailarinas de punta por necesidad. Las personas sinceras usaan el calzado cómodo y amplio que representa la realización de un ideal proletario. Porque al sentarnos le proporcionamos a los callos una especie de descanso retribuido. Los viejos, que ya han comprendido todas las miserias humanas, son los únicos que usan botines clásicos y cruzan la pierna sin que les de pena. Aquellos que con el uso no deforman el zapato no serán útiles a la patria. Yo no creo en la astrología. Si en lugar de ver a Venus en la bola de cristal, la viera a través del ojo de la cerradura, los astrólogos se afeitarían las barbas y pedirían un trago.
Tampoco creo en la quiromancia, que es la ciencia de las gitanas, que son las mujeres que se sienten como cortinas y que huelen como palo de gallinero. Sin embargo acepto que en el estudio de unos zapatos viejos pueda radicar una nueva escuela filosófica. Y que algún año haya que darle el Premio Nobel a un mozo de peletería.
Solo hay una edad de verdadera y sublime inocencia. Cuando creíamos que el Rey Mago se desmontaba del camello y estremeciendo al andar el oro y la pedrería de su túnica, nos dejaba de su cofre ubérrimo el premio que nuestro comportamiento mereciera. De esa única niñez no hay otro recuerdo más lindo, ni más profundo, ni más estimulante que el recuerdo de los Reyes Magos. El pincel incoparable que es la imaginación del creyente, traza el lienzo de la noche en el desierto y la caravana que ilumina la luna ya que sigue la ruta de una estrella, entre tantas estrellas que hacen claro y transparente el azul del firmamento. El camino a Belén es largo y los camellos están llenos de lentitud y de jorobas. El camello debe ser el precursor del reumatismo. El camello es el fracaso del animal que quiere ser sistema montañoso.
Era inmensa la fe de aquellos Reyes que atravesaron las arenas, desafiando las distancias y llegaron al establo para depositar a los pies del niño redentor mirra, incienso y oro. Con la historia de esos viajeros dulcificamos la vida de los niños. Que empiezan a ser intelectualmente independientes, cuando saben que los Reyes no vienen y los siguen esperando.
Es decir, cuando ya no les podemos engañar más y comienzan ellos a engañarnos a nosotros.
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