Los hermanos cienfuegueros Fernández Cavada, pelearon en EE.UU. y en Cuba

Written by Alvaro Alvarez

9 de septiembre de 2025

Por Álvaro J. Álvarez. Exclusivo para LIBRE

Federico Fernández-Cavada y Howard, nació en Cienfuegos, el 8 de julio de 1831. Era hijo de Isidoro Fernández-Cavada y Díaz de la Campa, oriundo de Mata, en el valle de San Felices de Buelna, hoy día provincia de Santander en Cantabria y fallecido en 1838 y Emilie Howard y Gatier (Isabel Emilia o Emily) oriunda de Filadelfia y fallecida en 1903.

Sus abuelos paternos, Antonio Fernández Cabada y Dorotea Díaz de la Campa.

Sus abuelos maternos, Luis Howard y María Luisa Gatier.

Fue bautizado el 5 de septiembre de 1831 como Federico Eduardo Isidoro Fernández Cabada y Howard (aclaro que en estos documentos pusieron Cabada y a su madre como Isabel Emilia).

Su hermano mayor Emilio nació el 25 de octubre de 1830 y el menor Adolfo en 1832.

Federico en 1836 se incorporó al colegio privado del bachiller Carlos Ricardo Carbonell, revelándose como discípulo aventajado. 

El 5 de mayo de 1838 murió a los 36 años, su padre Isidoro y en 1840 su madre Emilie se casó con el hacendado esclavista Marcos Gil y se instalaron en el pueblo de Cumanayagua. 

Federico en la finca del padrastro experimentó el amor a la naturaleza, el paisaje y se opuso al trato negrero. Esta es una etapa esencial en la formación de una sensibilidad abierta a la poesía, la historia nacional, los objetos de arte, la fotografía, las ciencias, et., donde converge el incipiente amor hacia la tierra natal, que hubo de aprender con sus primeros pedagogos. Lastimosamente murió el padrastro y su madre decidió ofrecerles mayores oportunidades a sus hijos, tomando la herencia y trasladándose a Filadelfia, su ciudad natal. La suerte le acompañó y pronto se unió en matrimonio con el gerente de banco Samuel Dutton (1814-1889).

La familia Fernández-Cavada se instaló en una vivienda céntrica de Filadelfia, en la calle Spruce # 222. 

Adolfo y Federico ingresaron en el Central High School, una de las entidades más prestigiadas de la época. En sus aulas afianzaron el inglés y aquella sensibilidad por el dibujo. En casa eran frecuentes las reuniones y veladas literarias, con música, poesía y charlas sobre las bellas artes en general. 

En esa etapa de adolescente, Federico se inclinó por la escritura de poemas, en los que mostró sus nostalgias por Cuba. Hacia 1847 publicó algunos de ellos en el Evening Bulletin of Philadelphia. 

Con 16 años ya develaba una férrea conciencia de que el régimen colonialista solo puede ser extinguido con las armas y las voluntades patrióticas. En uno de esos textos expresó: “Dile a tus hijos ¡Patria adorada! que será libre solo con la espada!”.

Emilie insistía que debía titularse en la universidad de alguna profesión fructuosa y, tratando de unir esa exigencia con sus agrados, escogió la carrera de ingeniería en Wilmington y se graduó a última hora en Filadelfia en 1860. Con este título consiguió un puesto en la Empresa de Ferrocarriles de aquella ciudad. Debido a su naturaleza enfermiza, su madre y varios amigos le aconsejan enrolarse en la expedición orquestada para echar a andar el ferrocarril en el Istmo de Panamá, pensando que el clima del Trópico pudiera mejorar su estado de salud.

Se incorporó a este proyecto bajo las órdenes del ingeniero militar Trautwein, pero al contraer malaria tuvo que regresar a casa para recuperarse, aunque rebasó la fiebre, fortificó una secuela de asma bronquial que durante varios meses lo hicieron ocupar sus ratos de ocio pintando, dibujando, escribiendo y leyendo con mayor énfasis. Pintó a Emilio y Adolfo, un autorretrato y algunas vistas marinas, donde se destacan los influjos de la Escuela de Hudson, tan apasionada al trazo suave, al uso de los rosas y tintes azules, al aspecto opalino que emana de la atmósfera y escenario nativo. Los paisajes que conserva el Museo Nacional de Bellas Artes, realizados entre 1864 y 1865, develan estas marcas y, por secuela, el distanciamiento que existe del fenotipo insular, aun cuando se trate de serranías del sur de la provincia de Las Villas. Paisaje cubano (1864) explicita esta concepción pictórica, centrado en el movimiento ondulante de la palma real, icono que asume como un símbolo de la cubanidad, aunque domeñado por una vegetación enrarecida y atmósfera sin distingos nacionales. 

Igual sucede con su paisaje Río San Juan (1865), que vuelve al reservorio trinitario, desatendiendo la presencia humana o mejor, reduciéndola. Ambas obras, al igual que el Paisaje cubano con Montaña y otras tantas, tienen en común la posesión de un riachuelo como eje.

Una vez repuesto, Federico regresó a sus faenas, alcanzando gran éxito como director de obras. Pensaba retirarse en París, la capital del arte, la cuna de los bohemios. El viaje estaba listo, pero los acontecimientos entre los estados del Norte y del Sur, lo cambió todo.

Federico, con 30 años, se alistó como capitán del 23º Regimiento de Infantería de Voluntarios de Pensilvania el 21 de agosto de 1861, pero, en lugar de luchar junto a los hombres de su compañía, lo asignaron a tareas de ingeniería por sus conocimientos de topografía y por su talento como dibujante, habilidades que perfeccionó en una expedición de reconocimiento a Panamá antes de la guerra. A menudo, su trabajo coincidía con el uso de globos de hidrógeno del ejército, en los que viajaba para dibujar las posiciones de los confederados durante la Campaña de la Península. 

Aclaremos que en el ejército era conocido como Federico Cavada, debe de haber sido porque creyeron que Fernández era su segundo nombre.

Estuvo en el 23º Regimiento hasta julio de 1862, cuando renunció para aceptar en agosto 1862, una comisión como comandante del 114º Regimiento de Infantería de Voluntarios de Pensilvania y ascendió a teniente coronel al mes siguiente.                                   

El regimiento se unió oficialmente al Ejército del Potomac después de la batalla de Antietam y no entró en combate hasta diciembre de 1862, en Fredericksburg, Virginia. 

Participaron en la desastrosa Marcha del Barro del general Ambrose Burnside a finales de enero de 1863. 

A principios de mayo, estaban en batalla en Chancellorsville, Virginia, y cuando el 114º Regimiento de Pensilvania entró en combate en Gettysburg, Pensilvania, el 1 de julio, Federico estaba al mando. 

Sin embargo, su tiempo en batalla terminó cuando fue capturado el 2 de julio de 1863. 

Lo encarcelaron en la famosa prisión Libby de Richmond, donde estuvo hasta enero de 1864.                                                                                                                       

Federico solía pasar su tiempo en Libby escribiendo e ilustrando la brutal experiencia en prisión, la cual plasmó en su libro de 1864 titulado “La Vida en Libby: experiencias de un prisionero de guerra en Richmond, Virginia, 1863-64” (Libby Life: Experiences of a Prisoner of War in Richmond, Virginia, 1863-64).

Tras su paso por Libby, Fernández Cavada estaba demacrado, pero finalmente regresó al servicio, aunque renunció en junio de 1864. 

Federico tomó la ciudadanía norteamericana el 2 de octubre de 1865 (aclaro en este documento pusieron Cavada).

Aunque se criaron en Estados Unidos, los hermanos Fernández Cavada sentían fuertes lazos con Cuba y cada uno desempeñó un papel diferente en sus luchas por la independencia.

Apasionado por su Cuba natal, más tarde fue nombrado cónsul de los EE.UU. en Trinidad, cargo que ocupó hasta febrero de 1869.

En Trinidad conoció a Carmela (Mela) Merino, nacida en 1836, se casaron y luego llegó su hijo Samuel.

En 1868, los insurgentes declararon formalmente la guerra al gobierno español.

Federico tomó una decisión, envió a su amada Mela y a Samuelito a quedarse con su familia en Filadelfia. 

Luego, él y Adolfo renunciaron a sus puestos y se unieron a los rebeldes. Los soldados, convertidos en diplomáticos, volvieron a ser soldados.

Federico se pronunció en armas el 6 de febrero de 1869 y estableció su campamento en La Macagua en la Sierra de Siguanea. 

El día 27 de julio de 1869 proclamó un manifiesto dirigido a los hacendados cubanos, en el cual llamaba a la guerra de exterminio mediante la tea incendiaria contra las propiedades de los criollos que apoyaran a España.

Los insurgentes cubanos reconocieron la experiencia bélica de Federico. 

Por el decreto presidencial del 4 de abril de 1870 fue nombrado jefe del Estado Mayor General del Ejército Libertador. El 21 de abril de 1870 después de tomar Trinidad, fue designado para sustituir al Mayor General Ignacio Agramonte, quien había renunciado al cargo de jefe de la división de Camagüey. En junio de 1870 ordenó realizar otro intento de invasión a occidente, esta vez a cargo del entonces coronel Bernabé Varona (Bembeta). Posteriormente se vio obligado a renunciar por discrepancias con los camagüeyanos, quienes no querían estar subordinados a un jefe que no fuera de esa provincia.

La guerra en Cuba era muy diferente a la de Estados Unidos. La Isla estaba controlada por el gobierno español, tropas bien equipadas ocupaban ciudades y pueblos, los rebeldes dominaban el campo. Esto dificultaba a los españoles encontrarlos.

Conforme avanzaba la guerra, se convirtió en comandante en jefe de todas las fuerzas cubanas. 

Federico participó activamente en el reclutamiento de más insurgentes. Les enseñó tácticas para hostigar al enemigo. Una de ellas era asaltar las plantaciones españolas y prender fuego a sus cultivos, a menudo de noche. Las cosechas arruinadas significaban pérdidas económicas para el gobierno. Esto enfureció a las autoridades españolas. Federico llegó a ser conocido como el Capitán Candela y el Rey del Fuego. El gobierno lo declaró peligroso. Si lo capturaban, sería juzgado como criminal. 

Aunque Federico y los cubanos mantuvieron a raya a los españoles sin ayuda, no estaban equipados para cambiar el rumbo de la guerra. 

Federico organizó un viaje secreto a EE.UU. Su misión principal era conseguir más apoyo para los insurgentes cubanos. Su mala salud también lo había afectado, y una antigua herida en la pierna no había cicatrizado bien. Entre los hombres que acompañaban a Federico había otro soldado que estaba muy enfermo. Federico esperaba que tanto él como su amigo recibieran tratamiento médico. 

Al amanecer del 29 de junio de 1871, los hombres partieron en un bote de remos hacia Cayo Cruz uno de los muchos islotes llamados cayos, frente a la costa norte (actual Camagüey). Desde allí, un barco más grande los recogería, pero las corrientes y las ráfagas de viento desviaron el bote de remos de su rumbo. Al divisarlos, la cañonera Neptuno partió en su persecución.

El bote de Federico no pudo con el poderoso barco. Algunos de sus hombres murieron. Otros lograron escapar. Quizás nadaron hasta un cayo y se escondieron en los manglares. Federico también pudo haber huido, pero se negó a dejar atrás a su amigo más débil.

Casi ocho años después de Gettysburg, Federico volvió a ser prisionero de guerra. La cañonera lo llevó de regreso a Nuevitas.

La noticia de la captura de Federico provocó una avalancha de telegramas, notas, cartas y visitas personales. Como teniente coronel, Federico había conocido a hombres que ahora ocupaban importantes cargos en el gobierno de EE. UU. 

Davis incluso se reunió con el presidente Ulysses S. Grant, excomandante en jefe del ejército de la Unión, elegido presidente después de la guerra. Tranquilizó a Davis diciendo: “He recibido telegramas del general Meade y otros caballeros en nombre de Fernández-Cavada, y ya he actuado en el caso”.

El 21 de julio, el New York Times publicó un artículo de su reportero en La Habana. El artículo revelaba que, para cuando Davis se enteró de su captura, Federico ya había sido juzgado y ejecutado. Federico camino a Puerto Príncipe para su juicio, solicitó material para escribir. Ya había escrito cartas a sus oficiales del ejército cubano y a su hermano Adolfo. Ahora escribía a su esposa e hijo, al cuidado de su padrastro el Samuel Dutton.

Federico fue juzgado y fusilado el 1 de julio de 1871 en Puerto Príncipe (actual Camagüey).                 Cuando llegó la hora fatal, marchó erguido y orgulloso hacia el lugar de la ejecución. Al llegar allí, se quitó el sombrero, lo arrojó al suelo y, en voz alta, gritó: “Adiós Cuba, para siempre”. Se escuchó una descarga y Federico dejó de existir.

Federico fue considerado como uno de los grandes estrategas de la Guerra de los Diez Años, su experiencia militar le permitió realizar valiosos aportes a la revolución. Desarrolló la teoría de la lucha guerrillera escribiendo los primeros textos de este tipo como: “Breve Instrucción de Guerrilla” y “Guía para Jefes y Oficiales en Campaña”, los cuales fueron aprobados por la Cámara de Representantes, el 29 de mayo de 1870, para ser empleados en la instrucción de oficiales y tropas. También desarrolló el trabajo de inteligencia, para lo cual creó el servicio de exploración y espionaje en la provincia de Las Villas.

Federico y su Carrera en la Guerra Civil o Guerra de Secesión

1861-1862: Capitán de la Compañía K, 23º Regimiento de Infantería de Pensilvania.

1862: Sirvió en el Cuerpo de Globos Aerostáticos del Ejército de la Unión.

1862-1865: Teniente Coronel del 114.º Regimiento de Infantería de Pensilvania.

1862: Sirvió en la Batalla de Fredericksburg, Virginia.

1863: Sirvió en la Batalla de Chancellorsville, Virginia.

1863: Lideró a 312 hombres en la Batalla de Gettysburg, Pensilvania.

1863: Capturado el segundo día de la Batalla de Gettysburg, Peach Orchard.

1863-1864: Prisionero de guerra en la Prisión de Libby.

1864: Renunció al Ejército de la Unión en junio.

Adolfo Fernández-Cavada Howard, nació en Cienfuegos, el 17 de mayo de 1832.

Viviendo en Filadelfia se sintió atraído por la causa de la Unión y siguió los pasos de su hermano Federico. Se unió al 23º Regimiento de Infantería de Pensilvania en agosto de 1861, sirviendo como capitán en la Compañía C. 

Adolfo luchó en batallas importantes como la de Fredericksburg, en diciembre de 1862. También luchó con valentía en la de Gettysburg en julio de 1863, donde resultó herido y su caballo recibió un disparo y murió debajo de él. 

Adolfo mantuvo un diario durante la guerra con un registro muy detallado e impactante de la Batalla de Gettysburg. 

Escribió sobre lo que vio y oyó durante el combate. Por ejemplo, describió cómo: “El aire pronto se llenó de perdigones, proyectiles y metralla, y un crujido aquí y allá atestiguaba su efecto, el rugido de los mosquetes y el estruendo de los cañones y los proyectiles al estallar eran ensordecedores”.

Como parte de este regimiento, luchó en Manassas, el Sitio de Yorktown, Williamsburg, Seven Pines, Glendale y Malvern Hill, todos dentro de Virginia en 1862. Tras su ascenso al 23º Regimiento de Infantería de Pensilvania el 15 de julio de 1862, ascendió al rango de mayor y sirvió como ayudante del general A. A. Humphreys.

 El 13 de marzo de 1865, ascendió al rango de teniente coronel. 

Tras la Guerra Civil, volvió a emular la vida de su hermano mayor, Federico, al ser nombrado cónsul en Cienfuegos. 

Atraído por la causa, el 6 de febrero de 1869 se unió al conflicto de la Guerra de los Diez Años.

El 16 de febrero atacó el poblado de Palmira. En marzo de ese mismo año fue nombrado jefe de la Brigada de Cienfuegos, y en julio era ya, Mayor General. 

En agosto libró los combates de Altos de Potrerillo y Saltadero de Siguanea y atacó el caserío de Arimao. 

El 5 de noviembre de 1869 combatió en el ingenio San Francisco y al siguiente día atacó y tomó parcialmente la ciudad de Cienfuegos. 

Un mes más tarde combatió en Arroyo Blanco.

En febrero de 1870 se enfrascó en el combate en El Roble. 

Por decreto presidencial del 4 de abril de 1870 fue nombrado jefe de los distritos de Colón, Cienfuegos, Trinidad, Santa Clara y Sagua la Grande.

El 18 de diciembre de 1871, murió en combate en la finca cafetalera La Adelaida, cerca de Santiago de Cuba.

Emilio, el hermano mayor de los reconocidos generales mambises Federico y Adolfo, nació en Cienfuegos el 25 de octubre de 1830, siendo instruido en las primeras letras por su madre Emilie, ingresando luego en un colegio privado.

A diferencia de sus dos hermanos, los cuales participaron en la guerra de Secesión y luego en la de los Diez Años, Emilio se empeñó en hacer crecer el resultado de los negocios familiares, fundamentalmente azucareros, compartiendo su vida entre Cienfuegos y Filadelfia.

Siempre fue reconocido su aporte económico a los esfuerzos independentistas y en especial a la organización de las expediciones que traían pertrechos al Ejército Libertador.

Emilio recababa apoyo para los esfuerzos independentistas desde Filadelfia. Fue un activo recaudador de fondos y transmisor de información de sus hermanos a los estrategas exiliados. 

Junto con otros exiliados en Filadelfia y Nueva York, Emilio recaudó fondos y canalizó armas y municiones a las fuerzas insurgentes de la Isla. 

Se casó con Inés Suárez del Villar y del Rey, nacida en la ciudad de Trinidad el 14 de noviembre de 1832 y fallecida el 10 de junio de 1926. Tuvieron 6 hijos: Angela, Inés, Emilio, Isidoro, Fernando y Adolfo.

Al fallecer su madre en Filadelfia, liquidó sus negocios en esa ciudad y se estableció en Cienfuegos donde adquirió los terrenos que, situados al norte de la vieja carretera al Junco, sirvieran para fomentar la quinta La Palma, donde los últimos años de su existencia desarrolló diversas especies de la flora y la fauna que le valió ser miembro corresponsal de la Academia de Floricultura de Londres.

Emilio Fernández-Cavada y Howard, falleció el 1ro de septiembre de 1914.

Sus Seis Hijos:

Angela Fernández-Cavada y Suárez del Villar, nació en 1862 y casó con José de la Escosura y Espronceda.

Inés Fernández-Cavada y Suárez del Villar, casó con José María González y Contreras.

Emilio Fernández-Cavada Suárez del Villar (1866-1947) se formó como médico en Filadelfia y en 1896 se unió a la Guerra de Independencia de Cuba como teniente coronel. Su muerte fue erróneamente reportada en los registros del Ejército Libertador, cuando en realidad había escapado de la Isla. Posteriormente, regresó a Cuba y se casó con Hortensia Elizondo Cerice, con quien vivió en Cienfuegos hasta su muerte en 1947.

Isidoro Fernández-Cavada y Suárez del Villar, médico casó con Victoria Flower Jiménez.

Fernando Fernández-Cavada y Suárez del Villar, casó con Antonia G. París y Muzaurieta.

Su hijo Fernando Fernández-Cavada y París, VI Conde de la Vega del Pozo, donó esta colección a la Colección del Patrimonio Cubano.

Adolfo Fernández-Cavada y Suárez del Villar casó con Rita Díaz de Villegas (1870-1930).

Temas similares…

0 comentarios

Enviar un comentario