LOS GUITERAS

Written by Libre Online

28 de octubre de 2025

Por Herminio Portell Vilá (1949)

Allá por el siglo XVIII se convirtió en el lugar común de ciertos filósofos europeos la afirmación de que las plantas, los animales y la misma especie humana degeneraban en las regiones tropicales. Ese criterio llegó a abarcar a todo lo americano en la época en que el europeísmo era suprema expresión de civilización. 

En los Estados Unidos hay ciertos linajes que por espacio de muchas generaciones han conservado y hasta desarrollado características muy notables de distinción política, intelectual y cívica, como en los casos de la familia Adams, los Roosevelt, los Lee, los La Follette, los Rockefeller y otros muchos. 

Nadie puede precisar qué flujo misterioso entró en esas seculares estirpes que por espacio de muchas generaciones correspondieron a gentes buenas, pero sin cualidades sobresalientes hasta determinar que después de un John Adams o de un Teodoro Roosevelt, o de un Francis L. Lee, o de un Robert La Follette o de un John D. Rockefeller hubiese hijos, nietos, bisnietos y tataranietos, la mayoría o todos ellos inflamados de aspiraciones y propósitos extraordinarios, capaces de hacer grandes cosas y añadiendo ilustre gloria a un apellido ya ilustre. 

La naturaleza guarda el secreto de esa conjunción oportuna de dos seres cuyos progenitores no habían sido personajes relevantes y que en su unión lograron crear un linaje excepcional.

En Cuba tenemos así mismo un cierto número de familias con las características que acabo de mencionar, los González del Valle, los Maceo, los Agüero, los Betancourt y otros linajes cubanos presentan esa realidad distintiva de una larga lista de miembros de esas familias dedicadas al servicio de la patria, con las armas, con las letras, con las ciencias y con los ideales del progreso y del bienestar de la patria.

La familia Guiteras de Matanzas ilustra a maravilla lo que acabo de señalar. A principios del siglo pasado, un matrimonio catalán que formaban don Ramón Guiteras y Molina, natural de Canet de Mar en Gerona y doña Gertrudis, Font y Xiqués que lo era de Barcelona, vivían en Matanzas. Él era un hombre respetable por su espíritu industrioso y progresista, y se le sabía simpatizador de las ideas liberales que habían florecido con la guerra de la independencia de España, mientras el traidor Fernando XVII rumiaba su humillación como prisionero de Bonaparte y hacía sus planes para reimplantar en España el absolutismo. 

Don Ramón no era, sin embargo, el más distinguido de los vecinos de Matanzas ni doña Gertrudis era lo que pudiéramos llamar la “primera dama” de la ciudad yumurina. Hacia 1814 ya tenían dos hijos: Ramón y Juan y entonces les nació el tercero, Pedro José Guiteras, una de las grandes figuras de la historiografía cubana. Toda la familia estaba en Barcelona hacia 1815, pero por poco tiempo, porque los horrores de la Reacción Fernandina resultaron intolerables para el matrimonio catalán, que volvió a Cuba con sus tres vástagos y de nuevo se estableció en Matanzas donde nacieron otros hijos, entre ellos Eusebio y Antonio, eminentes educadores y hombres de letras.

El fundador de la rama cubana de los Guiteras vivió hasta 1829 en el disfrute de una holgada posición social y alternando con los elementos más caracterizados de aquella sociedad que por su consagración a las letras y a las artes, se había conquistado el sobrenombre de Atenas de Cuba. Ramón, el mayor de los hijos, se dedicó al comercio y a la navegación. Sus barcos mercantes traficaban entre Matanzas y Bristol; Providence y otros puertos de la Nueva Inglaterra. En ellos a veces viajaba él y sus relaciones de negocios iban a abrir un refugio para sus hermanos cuando el despotismo español los persiguió y tuvieron que refugiarse en los Estados Unidos. 

Juan Guiteras murió cuando era muy joven víctima del cólera morbo, y entonces la trilogía extraordinaria de Pedro, Antonio y Eusebio Guiteras hizo ese nombre conocido y honrado de un extremo al otro de la isla. Habían sido alumnos de un maestro ejemplar, Ambrosio José González de Chávez, a cuyo lado se formaron algunos de los cubanos más notables de sus tiempos y tempranamente adquirieron una completa preparación cultural moral. 

Llegaron a la conclusión de que el gran problema de Cuba, entonces y en los tiempos que corremos, estaba en la enseñanza y que solo por la educación se lograría redimir al pueblo cubano de la situación en que se encontraba. El ideal de la independencia de Cuba los animaba a sacrificar ventajas materiales y oportunidades personales, pero no eran ellos de los irresponsables y arrebatados que todo lo echaban a rodar con imprudencias, indiscreciones y temerarios arranques.

Pedro José Guiteras, con mayor madurez que sus hermanos, viajó en los tiempos de Tacón como si no pudiese respirar la atmósfera del despotismo que presumía de mantener el orden y de realizar obras públicas, pero que medraba escandalosamente con el contrabando de esclavos y confundía la disciplina social con la degradante humillación de los gobernados. La vigilancia de Tacón le siguió de cerca hasta en España y por eso fue que se le implicó en la conspiración de la Cadena Triangular y Soles de la Libertad que allá por 1836 había organizado en Madrid el impulso revolucionario de Narciso López, muchos años antes de las conspiraciones de Trinidad y de las expediciones a Cárdenas y a Vuelta Abajo. 

Pedro José Guiteras se restituyó a Matanzas y a los suyos, trayendo libros, equipos para la enseñanza, observaciones y experiencias recogidas en sus viajes y, sobre todo, la decisión de impulsar la educación pública. Sus energías, mucho tuvieron que ver con el éxito del famoso colegio matancero “La Empresa” que sostuvieron, dirigieron y animaron los Guiteras y al que Luz Caballero refería ser el mejor que había en los dominios españoles.

La portentosa actividad de los líderes en el campo de la educación se vio en la fundación de colegios para niños y para niñas, entre ellos el de “La Empresa” en la incesante prédica, por medio de discursos, conferencias, artículos y folletos en pro de la enseñanza integral, hermanando a las ciencias y a las letras, con la cívica y con la moral en el mecenazgo de actos e iniciativas culturales en la producción literaria e histórica y en la preocupación constante por la ilustración y el progreso de la patria.

El despotismo español no podía tolerar aquella admirable consagración a la tarea de hacer fuerte, culta y liberal el alma cubana y persiguió a los Guiteras, emigraron a los Estados Unidos y viajaron por otros países, pero para volver siempre al suelo norteamericano cercano al de la patria, cuyas angustias seguían de cerca. Providence, Bristol, Nueva York, Filadelfia y Charleston les vieron vivir la vida del proscrito año tras año, alimentando la esperanza de que Cuba sería independiente y que entonces volverían para continuar sus empeños en la formación de ciudadanos. Sus familias desarraigadas del territorio cubano se afincaron en los Estados Unidos, donde ya les había precedido su hermano Ramón y los tres hermanos que se habían casado con las tres hermanas Gener, hijas de aquel otro insigne catalán, cubanizado, que fue profesor de Columbia University en tiempos de Monros y de Adams, vieron a sus descendientes casarse con norteamericanos y norteamericanas, que combinaron el apellido catalán de Guiteras con los ingleses de Wardwell, Holmes y otros.

En la segunda mitad del siglo pasado, los Guiteras emigrados nos dieron la mejor “Historia de Cuba” publicada hasta entonces, los estudios sobre la toma de La Habana por los ingleses y sobre Cuba y su gobierno, el ensayo sobre el Plácido, la traducción de “La Eneida”, numerosos y excelentes libros de texto, traducciones, trabajos filosóficos y literarios y un dignísimo ejemplo de limpio y abnegado patriotismo.

No llegaron ellos a ver la patria libre, salvo Antonio, quien vivió hasta 1901, pero éste pasó por el terrible dolor de que su hijo José Ramón Guiteras Gener, fuese fusilado por los españoles en 1870, cuando iba a cumplir los 17 años de edad.

Entre los descendientes de estos, perseguidos por la tiranía, figuraron los médicos Juan y Ramón Guiteras, primos, el primero, Inspector federal de salubridad en los Estados Unidos, colaborador de Finlay en sus trabajos sobre el mosquito transmisor de la fiebre amarilla y después Secretario de Sanidad y beneficencia en la era republicana, mientras que el segundo fue profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de Nueva York. Una hermana de éste se llamó como su abuela Gertrudis, y aunque nunca vino a Cuba y su español era muy elemental, el resto de la familia siempre le llamó “Tula” con el típico diminutivo cubano de las Gertrudis.

En la Primera Guerra Mundial, los Guiteras dieron tres combatientes a la lucha por la democracia en los ejércitos norteamericanos y uno de ellos, el teniente Julián Guiteras, murió en acción de guerra el 12 de octubre de 1918. En la Segunda Guerra Mundial, los Guiteras de nuevo repitieron su gesto y uno de ellos un joven matancero, hijo del matrimonio Llorens-Guiteras dio su vida en la lucha por la democracia. De la misma familia era el líder revolucionario doctor Antonio Guiteras Holmes quien murió combatiendo en el Morrillo, Matanzas contra los secuaces de Batista, consagrado a una causa de libertad y de bienestar del pueblo cubano, que había sido la de toda su familia. Su hermana, la doctora Calixta Guiteras, se ha conquistado un nombre en México como especialista en antropología indígena, lejos de este país de su nacimiento, en el que su ilustre nombre de familia ha sido aprovechado en empeños que nada tenían que ver con la patria. 

En tiempos de Machado, cuando los emigrados cubanos íbamos peregrinando de ciudad en ciudad agitando a la opinión pública norteamericana contra las fuerzas conservadoras de ese país que apoyaban al tirano, una vez llegamos a Filadelfia para participar de un mitin organizado localmente y nos encontramos los exiliados con que una de las directoras era una señorita norteamericana, Miss Guiteras, que hablaba defectuosamente al español, pero que seguía sintiendo por la libertad de Cuba como todos los hombres y mujeres de su familia.

La admirable vinculación de los Guiteras con Cuba a través de Matanzas, que llevó a Tony Guiteras a morir por sus ideales allá donde hacía 100 años, habían conspirado por ellos sus abuelos ha tenido ahora otra sorprendente confirmación. Los tribunales de los Estados Unidos han declarado definitivamente la validez del testamento dejado por Miss Gertrudis E. Guiteras, una señorita norteamericana que pasó casi toda su vida de semi reclusa en High Street en Bristol al cuidado de su jardín, de sus reliquias de familia y de sus cuestiones internas, hasta que murió en noviembre de 1940, en la misma casa en la que había vivido su hermano, el Dr. Ramón Guiteras, también fallecido. Válido el testamento de “Tula” Guiteras parte de su fortuna se dedicará a mejorar la Guiteras Memorial School que su hermano regaló a la ciudad de Bristol, en mantener su casa de Bristol como un refugio para otros Guiteras que en su cruzada eterna por la libertad la necesitasen, pero el grueso de sus bienes, en una suma que pasa de trescientos mil pesos, queda dispuesto a la fundación de una biblioteca pública en la ciudad de Matanzas de la que salió su abuelo hace más de un siglo sin romper como se ve, sus conexiones con el pueblo cubano en que una familia catalana inconforme con la tiranía se había establecido a principios de la centuria y que todavía en la casa  donde vive la Sra. Inés Guiteras de Llorens, se llama Canet de Mar, como el pueblo de donde vino Don Ramón Guiteras y Molina para fundar la casa cubana de ese linaje… El trópico, pudiéramos decir a los detractores de los climas, no ha podido en ciento cincuenta años con una estirpe dedicada a la ilustración, al patriotismo, al trabajo y a la vida digna.

El establecimiento de la biblioteca Guiteras ha tropezado entre nosotros con múltiples inconvenientes demostrativos de que el espíritu de los Guiteras tiene mucho que hacer entre nosotros todavía. Primero fue la selección del lugar. El doctor Cosme de la Torriente y sus familiares estaban dispuestos a regalar un terreno en la ciudad de Matanzas como aporte suyo a una gran obra cultural, pero un experto norteamericano en biblioteconomía recomendó un paraje más céntrico, ya que, en su opinión, la biblioteca pública debe estar siempre en el lugar más transitado de la ciudad, siguiendo el principio de los “ten cents”, que se instalan en las mejores esquinas y por el mismo criterio de servicio popular.

En la misma esquina del Parque de la Libertad, en Matanzas está el edificio adecuado para la biblioteca Guiteras, en lo que fue el local del Consulado de los Estados Unidos, clausurado hace ocho años. Un canje de terrenos fue preparado entre los gobiernos de Cuba y de los Estados Unidos por el cual nuestro país adquiría la casa del antiguo consulado para la Biblioteca Guiteras y la espléndida residencia de la legación de los Estados Unidos tuvo en la barriada del Cerro, y entregada a los Estados Unidos una parcela de terreno en el Malecón, donde se construirá el edificio para su cancillería y otras dependencias. Todo estaba convenido y se daban ya los primeros pasos para lo que sería la Biblioteca Guiteras, al servicio de la cultura matancera… ahora todo se ha interrumpido, sin embargo. 

El celador que ha estado a cargo durante ocho años de la casa en que estuvo el clausurado consulado, se niega a mudarse a pesar de que no es inquilino y se ampara tras la Ley de Alquileres para amenazar con un prolongado litigio que puede durar años, según la mejor o peor disposición de las autoridades de la judicatura cubanas acerca de la absurda pretensión que lesiona los mejores intereses de setenta mil matanceros por la ambición de uno solo de ellos, a lo mejor asesorado de otros con la misma disposición de ánimos.

Por cierto, cincuenta años se esforzaron los Guiteras por dar ejemplos de lealtad, de cariño, de ilustración y de desprendimiento en la ciudad de Matanzas en que se fundó ese linaje cubano de tan altos quilates. Ni siquiera la separación del solar nativo, impuesta por las persecuciones políticas del despotismo colonial, que para muchos miembros de la familia fue una separación permanente, les hizo olvidarse de la Atenas de Cuba, de la bella ciudad yumurina en la que habían nacido y vivido, en la que habían amado y educado, en la que habían producido obras literarias y recursos materiales. 

La última representante de una de esas ramas desgajadas, al exhalar su postrer suspiro en Bristol, decidió hacer algo por Matanzas y afincar el nombre ilustre de los Guiteras en una obra educativa de mérito excepcional, en la creación de una biblioteca moderna, sostenida por sus propios recursos y que trajese el hálito de la cultura universal a la ciudad de los dos ríos… ¡Bello proyecto, digno de todos los elogios y digno también, de imitación!

Los Guiteras han seguido siendo Guiteras en todas las latitudes y en todos los momentos, a pesar de las trasnochadas teorías sobre la decadencia de las especies en los trópicos, aunque la manifestación de egoísmo malsano y perjudicial que entorpece su obra pudiera dar un argumento al europeísmo que afecta ignorar el maravilloso cuadro de progreso que presentan nuestros pueblos libres por encima de las realidades coloniales de ayer.

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