LOS DÍAZ DE VILLEGAS, UNA FAMILIA DISPERSADA EN LA GUERRA DE 1895

Written by Libre Online

30 de julio de 2024

Por Jorge Quintana (1954)

Alto ejemplo de patriotismo nos brindó Enrique Díaz de Villegas y Álvarez. Fue de los que no escatimó en sacrificio. Todo su bienestar, la tranquilidad de su familia, la existencia misma de su esposa e hijos, todo lo sacrificó al ideal de una Cuba independiente.

Casado y con numerosos hijos vivía Enrique Díaz de Villegas en el pueblo de Cruces donde actuaba como delegado de la Junta Revolucionaria. En los primeros meses de 1895 la conspiración de los cubanos apretó las filas, pues el levantamiento era inminente. Enrique Díaz de Villegas, de acuerdo con Juan Bruno Zayas, José Braulio Alemán, los hermanos Vicente y Antonio Núñez, los Saurduy y otros se aprestaron a la lucha. Apenas si los mambises villareños comenzaron a salir al campo Enrique Díaz de Villegas se preparó para ir a ocupar su puesto en la manigua. 

Cuando la vanguardia de la Invasión, mandada por el general Quintín Banderas, penetró en Las Villas, Enrique Díaz de Villegas salió al campo uniéndose al viejo guerrero oriental que lo designó ayudante de campo, concediéndole el grado de capitán. Su esposa y sus siete hijos no quisieron quedarse en la población sometidos a vejaciones y amenazas. Salieron también al campo tras el padre libertador. Junto al padre se encontraba ya su hijo mayor Teobaldo. Fue a fines de 1895 cuando la familia montada en una carreta salió hacia Potrerillo reuniéndose con su padre.

Las penalidades pasadas no pueden narrarse en el breve espacio de que disponemos. El vendaval de la guerra los azotó despiadadamente. La mujer y los hijos pequeños se encargaron del cuidado de los heridos, ayudar en las siembras, cocinar, lavar, coser. En las lomas de Trinidad, más allá de Arimao, la Furnia de San Narciso, Gavilán, Río Negro, la Siguanea hasta Pedrero en Sancti Spíritus, fueron el escenario por donde pasaron aquella mujer y aquellos niños. Huyendo de la persecución española hacían jornadas a pie y de noche, llegando hasta Santa Lucía internándose en lo más profundo de Monte Abajo. El hambre, la miseria los perseguía con mano más dura que los soldados enemigos. El 5 de octubre de 1897 murió el primer hijo de inanición. El jefe de aquella zona era el coronel Rosendo García, un viejo mambí del 68, que a última hora empañó su glorioso historial revolucionario presentándose a los españoles, siguiendo en su aventura, al también presentado coronel Juan Massó Parra.

Al día siguiente de aquella muerte pereció otro hijo también de hambre. El 7 murió otro, el 14 otro y el 24 el mayor de todos Teobaldo, que se había ido a la manigua con su padre. El 4 de diciembre de 1897 cayó Enrique Díaz de Villegas en poder de los guerrilleros españoles que mandaba el espirituano Carlos Soto. 

Así quedaron la esposa y los demás hijos que aún no habían muerto, totalmente abandonados, en medio del monte, a lo que Dios dispusiera. Los guerrilleros de Soto torturaron al íntegro mambí, tratando de obtener noticias del coronel Rosendo García. Fue tarea inútil. Acabaron dejándolo abandonado, en medio del camino, con un balazo en la cabeza. Allá se llegó la buena esposa a recogerlo y tratarlo de curar. Pero la muerte siguió derribando Díaz de Villegas, como si mostrara un terco empeño en acabar rápidamente con toda la familia. Otro de los hijos perece. 

Rosendo García llegó a negar a la familia fugitiva el más leve recurso en medicina para que se pudiera curar Enrique Díaz de Villegas, olvidándose de que gracias a su negativa de delator, se habían frustrado los deseos de los guerrilleros del espirituano Soto de asaltarle en su propio campamento. El 9 de noviembre falleció Enrique Díaz de Villegas en medio de la soledad y de un total desamparo. 

La pobre mujer y los dos hijos que le quedaban fueron trasladados a Sancti Spíritus donde la familia de don Modesto Quintero y doña Antoñica Madrigal le brindaron asilo seguro. El 13 de diciembre de aquel fatídico año de 1897, murió la esposa en la ciudad de Sancti Spíritus. Solo dos lograron sobrevivir. Fueron Manuel y Rafael Díaz de Villegas. 

Tal fue el destino de la familia Díaz de Villegas, de Cienfuegos, inmolada, destrozada, desaparecida en la vorágine de aquella revolución libertadora cuyas conquistas fueron realizadas a fuerza de golpes audaces, mucha sangre derramada y mucho sacrificio de toda índole.

Los detalles e incluso los retratos, según el autor, fueron amablemente ofrecidos por uno de los hijos sobrevivientes, el señor Manuel Díaz de Villegas.

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