Los callados patriotas matanceros

Written by Libre Online

3 de noviembre de 2021

Por Julio Estorino

Noviembre es un mes de contrastes para los cubanos que tuvimos la dicha de vivir en los tiempos anteriores a la entronización del castrato en nuestra patria y, en esa etapa de nuestras vidas, aprender y vivir las costumbres y tradiciones que conformaron gran parte de nuestra identidad como nación.

No que toda esa herencia cultural fuese eliminada por la dictadura, pero, sobre todo las tradiciones de origen religioso, fueron tremendamente disminuidas bajo la égida de marxismo fidelista, que, con fieros intentos de adoctrinamiento de palabra y de obra, pretendía cambiar la naturaleza misma del cubano y de lo cubano. Baste recordar la penalización inicial de las celebraciones familiares de la Navidad.

Noviembre comenzaba su primer día con la celebración de todos los santos, fiesta de gran alegría para los más religiosos. Pero, seguidamente, el segundo día de ese mes, viene la conmemoración de los fieles difuntos, luctuoso día de recordación, en el cual, además de las misas y responsos por el alma de los fallecidos, su agregaba la costumbre de visitar los cementerios, cada familia alrededor del sepulcro de sus ancestros, embellecido para ese día, y allí encender velas y depositar flores en memoria de los seres queridos que nos habían precedido en el destino final.

Los matanceros de la gentil Yucayo, es decir, los de Matanzas, la ciudad capital de la provincia homónima, contaban, además de todo lo anterior, con la fiesta de su patrono, San Carlos Borromeo, el 4 de noviembre, tradición que, en el destierro, ha mantenido con gran fidelidad el Municipio de Matanzas en el Exilio, con la celebración siempre nutrida, entusiasta y patriótica del Día del Matancero Ausente, evento que congrega, año tras año, a matanceros dispersos a lo largo y ancho del mapa inmenso del exilio cubano.

 Cercanas, pues, la conmemoración de los fieles difuntos y la celebración, dos días después, del santo patrono yumurino; cercano también, tristemente, el 63º aniversario de la caída de Cuba en el pozo oscuro del castrocomunismo, e iluminados todos por la luz de la esperanza que revive al calor de los sucesos del 11 de julio y el grito alentador de ¡Patria y Vida!, me parece oportuno y de justicia recordar a un gran número de callados patriotas matanceros, que hicieron productivos sus años de destierro trabajando por la libertad y sembrando para el futuro.

 Digo callados patriotas matanceros, porque ellos y ellas, en su inmensa mayoría, fueron personas de silenciosa labor, que no supieron de noticieros ni primeras planas, que no buscaron el oropel de la notoriedad, sino que, simplemente, cumplieron fielmente su deber, haciendo bueno en toda ocasión el vivo compromiso que sentían tener con la patria que nunca más vieron. Esto lo hicieron día tras día en la importante labor de mantener vivos el sentimiento patriótico de sus conciudadanos, nuestra cultura popular y nuestras tradiciones a través de los Municipios de Cuba en el Exilio y de sus respectivos municipios en particular.

 Así, nutrieron nuestras marchas, manifestaciones y protestas; tanto las de nuestra Calle Ocho, como las que muchas veces nos llevaron a Washington DC y a otros escenarios; aportaron y recogieron los dineros necesarios para cuanta necesidad se presentó respecto a la lucha de todos; sin ser periodistas profesionales, fomentaron y mantuvieron por muchos años las modestas y siempre patrióticas revistas de sus municipios respectivos, pasaron a las nuevas generaciones el conocimiento del terruño de sus padres y el disfrute de sus tradiciones locales, fueron un valladar infranqueable ante cada intento de penetración castrista en el exilio y con el simple ejemplo de sus vidas honradas, enaltecieron nuestra nacionalidad y murieron sin haber claudicado en sus principios, sin renunciar jamás al sueño de volver a ver una Cuba libre, y añorándola así al momento de cerrar sus ojos a este mundo.

Para justo orgullo nuestro, fueron muchos. Estoy consciente de que incurro en un grave peligro al mencionar algunos nombres, el peligro de no ser justo por los inevitables olvidos. Pero, en este nuevo noviembre miamense. quiero mencionar de todas formas, a algunos de los muchos cubanos y cubanas de tan mambisa estirpe, que conocí y admiré en mis muchos años de trabajo en los Municipios de Cuba en el Exilio, en este caso específico, en los municipios matanceros organizados en Miami.

En el Municipio de Agramonte, Ricardito y Haydée Vázquez y la Dra. Conchita Fernández. En el de Alacranes, Moncho Norniella, René Dominguez, y Zoraida Dorta. Los bolondronenses Andito Campos, José Albístur y Pucha Caraballo. En Cárdenas, Raúl Suárez, Rubén Mendiola y Lolita Villaverde. En Colón, Charo Falcón y Juan Echevarría. Ramón Lemes en Carlos Rojas. En Guamacaro (Limonar), Israel y Olguita Sánchez, Jacinto Calderín y Alberto Larrinaga; Roger Ortega en Jagüey Grande. En Jovellanos, Chichí Génova y Miriam Quirós. En Juan Gualberto Gómez, la Dra. Rita Pita; en Los Arabos, Gloria Secada. En Manguito, Ernestino Abreu, el Dr. Juan Ernesto Rodríguez, Heriberto León y Osvaldito Mitat. En Martí, Ñico y Bienvenido Bergouignán, Oscar y Amelia Rodríguez. En Matanzas, Berta Milián, el Dr. Demetrio Pérez Arencibia, Mario Beovides y la Dra. Delia Díaz de Villar. Mario Girbau y Hugo Olazábal en Pedro Betancourt. En Perico, José García Campos, el Dr. José Azcuy, Luis Egozcue, el Dr. Alberto Segrera y Marta León. El Dr. Marcos Anglés en San Antonio de Cabezas. Enrique Yabre y el Dr. Rolando Espinosa en San José de los Ramos. En Santa Ana (Cidra), el excongresista Roberto Rodríguez de Aragón.

 De todos los municipios matanceros en el exilio, el que mejor conozco, desde luego. es el mío, Unión de Reyes y es por ello que la lista de nombres de mis coterráneos que pudiera mencionar en este artículo es tremendamente extensa. En un nombre los resumiré todos: Nilda López: alma noble, expresa política, militante de la libertad hasta el día de su muerte: encarnación y resumen del patriotismo municipalista en el exilio.

 Si alguien se ha preguntado cómo y por qué, a pesar de los pronósticos derrotistas expresados por algunos durante muchos años, las calles de Miami y de mil ciudades más se llenaron de jóvenes cubanos y específicamente, de cubano-americanos a raíz de la insurrección popular del pasado once de julio en Cuba, no tendría más que recordar que éstos eran los niños que arrastrábamos a las tradicionales fiestas de los municipios; a las peregrinaciones a la Ermita de la Caridad, y a la Feria de los Municipios.

 Entre otros muchos, el fruto de la perseverante labor de los callados patriotas matanceros que he recordado en este noviembre y de muchos más que no he podido mencionar, no solamente de Matanzas, sino de toda Cuba. Demos gracias a Dios por sus vidas, sigamos su ejemplo y no olvidemos la acertada expresión martiana que ellos honraron fielmente: el municipio es la sal y la raíz de la libertad.

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