Por José “Chamby” Campos
Esta columna ve la luz hoy en el medio de dos fechas patrióticas donde se comprueba el compromiso del ciudadano norteamericano con esta gran nación.
Primero, dentro de dos días se conmemora otro aniversario de uno de los momentos más importantes de la historia y el cual refleja la grandeza de este país.
Conocido como “D-Day”, el 6 de junio de 1944 se llevó a cabo un desembarco en las playas de Normandía por parte de las fuerzas aliadas, todas bajo el mando del General norteamericano Dwight Eisenhower. La razón de dicha operación se debió a la liberación de Francia. El triunfo sobre las tropas alemanas fue el principio del final de La Segunda Guerra Mundial.
Segundo, el último lunes de mayo se celebró el “Memorial Day” lo cual no es una celebración sino un día solemne donde se honran a todos los hombres y mujeres que dieron su vida prestando servicio a esta grandiosa tierra.
Cuando evaluamos el valor y carácter de esos hombres y mujeres que defendieron el honor de esta patria, nada es más evidente que la labor que desarrollaron los atletas cuando fueron llamados a servir.
El béisbol aportó más de 500 jugadores de Grandes Ligas y alrededor de 4,800 miembros de las ligas menores e independientes. Estrellas, ya establecidas en La Gran Carpa, del calibre de Ted Williams, Joe DiMaggio, Stan Musial, Hank Greenberg y Bob Feller; por mencionar algunos nunca vacilaron en dar el frente en honor a EE.UU.
Otros como el inmortal Yogi Berra, que a pesar de que no había llegado al Gran Circuito todavía, fueron partes esenciales en la culminación del conflicto mundial.
Por eso cuando comienzan las inevitables discusiones de quienes son los mejores peloteros de todos los tiempos, aunque no me agrada hacerlo puesto que las circunstancias son diferentes en cada época, para mí es imposible ignorar las hazañas de esos atletas que sacrificaron sus carreras en su momento cúspide.
Para empezar, hay que analizar el carácter de cualquier pelotero que se vaya a comparar a uno de estos héroes. Imposible incluir a un Rod Carew, George Brett o Derek Jeter en la misma lista que aparezca el “Esplendido” Ted Williams.
Los tres primeros fueron excelentes bateadores, pero ninguno tuvo que abandonar el terreno de juego para más tarde ir a enfrentarse a un enemigo que le pudiera arrebatar la vida. Sin embargo, El Super Astro bostoniano tuvo que detener una carrera que llevaba cuatro temporadas consecutivas bateando por encima de los .327, incluyendo una de .406, para continuar su vida como piloto de guerra y donde sirvió tres años.
Por muy buen lanzador que fueran Roger Clemens, Orel Hershirer o Ron Guidry nunca se vieron en la situación del inmenso Bob Feller quien en 1941 dio un paso al frente y detuvo por tres años una carrera que llevaba tres temporadas consecutivas superando los 20 triunfos.
Pueden observar que en las dos comparaciones anteriores no menciono a ninguno de los peloteros de hoy en día. Por mucho que busco no encuentro un jugador actual que reúna esas condiciones.
Ahí está el ejemplo de Juan Soto quien cuenta con el contrato más jugoso de la historia y sin embargo su indiferencia lleva en momentos a cuestionar su integridad como atleta. Su arrogancia y egoísmo se han demostrado cuando en un partido frente a Boston se paró a admirar un batazo que pensó sería un Jonrón y la pelota rebotó en la pared convirtiéndose en solo un sencillo, lo que le costó una victoria a Los Mets. En múltiples ocasiones no ha dado su máximo esfuerzo, lo que demuestra su falta de profesionalismo.
También tenemos el caso de un Giancarlo Stanton que apenas entra en una ducha da un mal paso e inmediatamente la novena tiene que removerlo del equipo y ponerlo en la lista de deshabilitados por largo tiempo. En lo que respecta a la temporada actual, no ha participado en ningún encuentro debido a una tendinitis en los codos.
¿Qué hizo durante el tiempo que la temporada estaba muerta?
¿Dónde está su compromiso con sus compañeros de equipo, pero más importante dónde está su compromiso con el aficionado y el deporte mismo?
El deber cívico comienza con humildad, una cualidad bastante difícil de encontrar en estos atletas que durante cualquier entrevista o se vanaglorian de sus triunfos o justifican sus errores.
De nuevo, como omitir la actitud de una Super Estrella del nivel de Feller que cuando de regreso de la guerra en Cleveland durante un almuerzo en su honor y donde se le daba un recibimiento de héroe, el estelar lanzador declaró “Los verdaderos héroes nunca regresaron”.
Ted Williams y Bob Feller, nombres que fueron, son y serán sinónimos del verdadero espíritu de servir.
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