LO QUE DURA EL ESTÍO: ESTUPENDA NOVELA DE ROLANDO MORELLI

Written by José A. Albertini

10 de junio de 2025

Lo que dura el estío (Alexandria  Library, 2024) enjundiosa y reciente novela, con más de setecientas páginas del prolífero escritor cubano, académico y editor,  Rolando Morelli, es una obra que transporta al lector a los años, y un poco más allá, del histórico periodo conocido como Trienio Liberal español  que abarcó desde 1820 a 1823, así como su repercusión, vinculación y consecuencias para Cuba y la cada vez más diferenciada rica e influyente aristocracia criolla.

Que yo sepa, contados narradores cubanos han estructurado una trama tan minuciosa, abundante en personajes reales, ficticios o mezcla  de ambos como sucede en esta obra; detalle que me remite a pensar en el desfile de caracteres que acontece en La colmena, novela del escritor español Camilo José Cela. 

Estudioso del idioma español y su sintaxis Rolando Morelli, conocedor pleno del instante histórico que encierra el tema, combina  varios estilos literarios, sujetos a la cadencia del periodo y formas de expresión gesticular y oral, de tal manera que el lector no tiene espacio para imaginar proyecciones cinematográficas y sí contemplar, con pupilas curiosas una larga sucesión de escenas, indefectiblemente, teatrales que lo retrotraen a la  forma de sentir, hablar, comer, vestir y  comportarse de los personajes, enmarcado todo dentro del curso de la existencia  inherente al primer cuarto del siglo XIX. Ejemplo, entre muchos más, se encuentra en las frecuentes tertulias que se realizan en la residencia habanera de la viuda doña Amalia Arteaga y Cisneros a la que asisten clérigos, intelectuales y jóvenes, como sus dos hijos, que tocan el piano declaman o simplemente conversan de temas en boga, eludiendo, de tácito acuerdo, mencionar asuntos políticos, en tanto solícitas esclavas domésticas reparten bocadillos, postres, bebidas estimulantes o refrescantes.

Por las páginas de este texto, en plena efervescencia del Trienio Liberal y el restablecimiento de la Constitución de Cádiz, para la metrópoli y colonias, desfilan figuras y hechos de nuestra historia,  como el obispo de la Habana, Juan José Díaz de Espada, el médico Tomás Romay, Gaspar Betancourt Cisneros, José Antonio Saco, José Tolón, Francisco García y un sinnúmero de nombres que cristalizan en los cubanos elegidos, en 1821, como diputados a Las Cortes de Cádiz: Félix Varela, Tomás Gener, y Leonardo Santos. Regreso en 1823 gracias, a las bayonetas francesas, de Los Cien Mil Hijos de San Luis, del  absolutismo vengativo del rey Fernando VII. Desencanto y fuga de los diputados cubanos. Exilio de Varela en Filadelfia y Nueva York. Su labor pastoral y patriótica que cuajó en el periódico El habanero y Cartas a Elpidio. Fallecimiento en 1853, del hombre que nos enseñó a pensar, en San Agustín, estado de la Florida.     

También, no faltan las improntas de los gobernadores españoles que, en aquel  periodo de incertidumbre y crecimiento de nuestra identidad nacional,  rigieron los destinos de la Isla como: Juan Manuel de Cajigal y Martínez, Nicolás de Mahy y Francisco Dionisio Vives, este último criador de gallos finos; apostador contumaz a las cruentas peleas de estas agresivas aves y  represor eficaz que, en agosto de 1824, aborta la Conspiración de los Rayos y Soles de Bolívar, cuyo líder más conspicuo fue José Francisco Lemus. Más de 600 complotados son detenidos y otros, como el poeta José María Heredia, logran escapar al extranjero. 

La ciudad de La Habana su dinámico puerto de mar, opulencia de algunos y miseria extendida. Calles infestas, marginalidad, tugurios, prostitución embozada, insalubridad, robos, puñaladas nocturnas y la infamante trata de esclavos en paralelo con el contrabando de los bucaneros y el merodeo de rapiña costera que piratas y filibusteros ejercen, a pesar de la persecución despiadada de las autoridades coloniales, van desnudando una ciudad y país que, a pesar de todo,  prospera, gracias a las riquezas que genera la Isla con la industria azucarera a la cabeza.

La lectura, a medida que avanza, se va enriqueciendo con la aparición de personajes que, cruzan bajo las luces escénicas y que, de una u otra forma,  han quedado burilados en el lienzo anecdótico de la etapa.

 Enrique Faver, médico europeo asentado en Baracoa que resultó ser mujer. Puerto Príncipe (Camagüey a partir del 22 de abril de 1903) y la niña, de diez años de edad, Gertrudis (Tula) Gómez de Avellaneda y su tempana vocación poética. La escritora de exitosos folletines Hortense D’Orville Renaud y su relación con el ya exiliado José Francisco Lemus y muchas figuras más que por cuestión de espacio no es posible citar, pero que reviven gracias a la pluma minuciosa y veraz de Rolando Morelli.

El Trienio Liberal, acaudillado por el teniente coronel Rafael del Riego, permitió, al retrasarse el envío de tropas españolas para combatir a los independentistas de Hispanoamérica, que el 24 de junio de 1821 Simón Bolívar ganara la batalla de Carabobo, consolidando la emancipación de Venezuela y Antonio José de Sucre el 9 de diciembre de 1824 venciese a las tropas realistas en la batalla, peruana de Ayacucho, que facilitó la liberación total del continente. 

Los cubanos alentados por esos acontecimientos, como señalamos con anterioridad y se dice en la obra Lo que dura el estío (Soles y Rayos de Bolívar) iniciaron el arduo y sangriento camino independentista. Luchando, como ninguna otra nación de nuestro continente, contra la reacción colonialista que, desplazada de América del Sur, se había refugiado en Puerto Rico y Cuba. En el Camagüey el patriota Joaquín de Agüero, en 1843, fue uno los que con su sangre allanó el camino para que viniesen hombres de la talla de Carlos Manuel de Céspedes, José Martí y  demás.

Felicidades a Rolando Morelli por esta magnífica obra. Lo que dura el estío, por derecho propio, se inserta en la literatura cubana de ayer, hoy y siempre.

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