Por J. A. Albertini
Cada uno lleva consigo la peste
porque nadie, absolutamente nadie
en el mundo es inmune a ella.
De la novela La peste.
Albert Camus.
Rolando Morelli, académico, narrador, poeta, ensayista, dramaturgo y editor, es autor de una obra amplia y sustentable, sobre todo en prosa, en la que algunos personajes, con rechazo mental y plena lucidez de conciencia, se atascan en el rescoldo de una madeja sombría que otros, como arañas laboriosas tejieron, para dejarlos atrapados en la rueda de un continuismo existencial que, por lo regular, permite contadas posibilidades de evasión.
En esta ocasión con la entrega de su obra más reciente: De manuscritos y memorias, (Editorial El Ateje 2023) Morelli elabora y agrupa doce historias. Doce relatos de matriz genuina que se nutren con la realidad-ficción de la variante posible que hurga y destapa el torrente constante de las pasiones humanas, generadoras de textos que graban y legan, al borde del recuerdo, el don de la fabulación.
La historia que abre el volumen Memoria y olvido de Florín Flores es un resumen, que unifica la existencia de varios personajes pintorescos, con dotes creativos, de pueblos cubanos. En esta oportunidad, localizados en la provincia de Camagüey.
En Florín Flores Terrero de la Huerta el autor aúna, con magia de pluma creativa elementos y situaciones que no son ajenas al sentir y a la evocación humana: “Mucho habría por decir del hombre cuyas huellas hoy se busca”. Arranca el cuento que inmortaliza a Adjunta; su desnudez amorosa, el texto extraviado de una novela, otros amores de Florín; su hoy olvidada tumba y la moraleja, implícita, de que un cementerio abandonado es un fracaso sentimental y social que solo la memoria puede resarcir.
Adelanto páginas y Rolando Morelli contamina al lector en DÉJÀ VU con la experiencia no vivida, pero sentida. Imposible deslindarse de un Lino Novas Calvo cuyos ideales y franqueza, durante la Guerra Civil Española casi, si no es por la intervención de los Poetas Pablo Neruda y Rafael Alberti, le cuesta la vida a manos de los “camaradas de la víspera”.
Lino Novás Calvo el periodista y escritor; traductor de William Faulkner, D.H. Lawrence y Ernest Hemingway, se preocupa y siente inseguridad ante su amigo, el embajador colombiano, Fulgencio Leguericu, cuando solicita asilo para la familia. A su lado la esposa, Herminia del Portal e Himilce, hija fruto del matrimonio. Hacía mucho que los ideales socialistas se habían desparramado en depresión. Luego exilio; destierro en New York… adiós a Cuba y Galicia en una especie de La noche de Ramón Yendía.
Y siguiendo el hilo de lo que fue y el autor elabora airando sentimientos y emociones, permeados de una realidad que está más allá de la historia, llegamos a Brindis. Texto en el cual Rolando Morelli recrea la vida y obra del músico cubano Claudio José Domingo Brindis de Salas, simplemente Brindis de Salas, el negro cubano cuyo padre, músico también, vive en algunas páginas de la novela Cecilia Valdés del escritor cubano Cirilo Villaverde. Brindis, virtuoso del violín, se convierte en un triunfador que el Káiser Guillermo II de Alemania hace barón del imperio alemán y lo nombra violinista de la corte.
Años más tarde el 1 de junio de 1911 muere pobre y olvidado en Buenos Aires; ciudad que de sus triunfos conoció y donde le habían obsequiado un valioso violín Stradivarius.
Me asomo al cuento Incógnitas, estupendamente narrado, que destapa una realidad en la que el afecto, comprensión y sentimientos genuinos son traicionados y sofocados por una sociedad totalitaria, en la que uno de los personajes, evadiéndose de sí mismo, recurre a un subterfugio religioso, que desconcierta al amigo, para justificar su inesperado proceder.
Rolando Morelli, más adelante, árbitro implacable y dolido de su tiempo y el ajeno, con retentiva de escalpelo histórico-literario, con Perder, o no perder el tren, implica al lector en la situación que llevó al escritor norteamericano John Dos Passos a romper con las ideas de izquierda que, monopolizadas por el estalinismo, habían copado, en 1936, la lucha de la república española contra las fuerzas franquistas, apoyadas por el fascismo italiano y la Alemania de Adolfo Hitler. Dos Passos llega a España, donde se encuentra Ernest Hemingway, para trabajar, ambos, en el guion del documental, favorable a la República “Tierra española”. En la península, colaborando con los republicanos ya hace algunos meses se halla su amigo y traductor de “Manhattan Transfer”, José Robles, hombre de ideas puras que abandonó su cómoda vida académica en los Estados Unidos, para ir servir a la causa que entonces consideraba justa.
Al llegar Dos Pasos se entera que Robles, había sido detenido y acusado de doble agente. Se cuenta que por órdenes del general soviético Vladimir Gorev fue asesinado y su cuerpo desaparecido.
Un atribulado Dos Passos le comentó a Hemingway y este con jacobinismo, tal vez etílico, respondió: “Necesario y correcto para la causa”. Aquella expresión finiquitó la amistad y distanció al autor de “Manhattan Transfer” de futuros mesianismos ideológicos.
Por cuestión de espacio, con el resto de los relatos, debo ceñir los cometarios. No obstante, me impongo, además del título, mencionar el pensamiento o emoción que la lectura suscita, motivada por una frase u oración desprendida de cada texto.
Inflando globos: “— ¡Oigan bien éste No ha oído hablar nunca de la UMAP!”. Y pienso en el escamoteo de un pasado reciente y terrible.
La múcura esta en el suelo: —“Hoy no tenemos otra cosa, viejo –se disculpa. Ojalá que aparezca pronto algún comprador de libros de esos, raros”. Se abre paso la idea que hasta el alma se puede vender.
El atracón: “La desesperación no es norte, mi primo, sino a lo sumo espuela sobre los ijares del miedo”. Festín de complicidades tempranas, temores y lamentos tardíos que se encierran en el ‘mamotreto’. Uno más de otros textos tardíos.
El intercambio (o el “reloj de Stalin”): “los principios esos de que hablas, son a veces causantes de unos finales bien trágicos…”. Fetichismo ideológico con paso de cronometro y exaltación contaminante.
El manuscrito de Salgari: “Emilio, ¡Emilio! —El aire trae hasta donde me hallo la voz querida de mi Aida”. El prolífero escritor, en tanto muere, por suicidio, escucha la voz de su fallecida esposa, la actriz Ida Peruzzi, a la que él llama Aida. El manuscrito, inexorable, de la existencia recoge su tormento de vida e inmortaliza a los personajes que el prosista creó y que enriquecieron a editores inescrupulosos.
La mayor fortuna del pintor de retratos: “¿De qué servía vivir tanto, cuando no estaban más aquellos seres por los que la vida valía la pena de ser vivida?”. A pesar de sus pérdidas sentimentales y malos manejos económicos a Rembrandt, por la fuerza humana de sus pinturas, se le califica como: “Uno de los grandes profetas de la civilización”.
Plagio: “Aun cuando mi nombre y mi persona fueron exoneradas de cometer plagio…”. ¡Tiren fango que algo queda….!
Al concluir De manuscritos y memorias, me afinco en la percepción de que Rolando Morelli, fruto de muchos exilios materiales y emocionales que se prolongan, es un creador que, valiéndose de la literatura, busca, igual que explorador obstinado, lo oculto en la reminiscencia del tiempo que por herencia le pertenece; pertenece a todos. A veces cuando encuentra los apuntes preteridos de una vida o instantánea histórica la perturbación que ocasiona la implacable realidad lleva al cuentista, siempre humano y sensible, a ejercer dotes de restaurador metahistórico o demiurgo de hálito sanador que hace evocar, en ocasiones, al poeta inglés William Wordsworth autor del bello poema “Esplendor en la hierba” cuando desgranó: “La belleza subsiste en el recuerdo”.
Rolando Morelli, con perspicacia añosa conoce que la hermosura florece en el recuerdo, donde de modo indefectible cohabita el horror.
Y el Mar de fondo e Historias de nunca se contaron, por solo mencionar dos obras de su amplia producción, apuntalan lo aquí expresado.
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