LAS VICTROLAS O VITROLAS

Written by Alvaro Alvarez

22 de diciembre de 2025

Por: Álvaro J. Álvarez

Las primeras noticias sobre la práctica de grabaciones en Cuba se remontan a 1893, con la existencia de la Casa de Fonogramas Edison. En 1897 esta empresa realizó un fonograma con la cantante cubana Chalía Díaz Herrera, quien al año siguiente grabó en cilindros Bettine la Habanera Tú, de Eduardo Sánchez de Fuentes.

Chalía Herrera nació en la Habana el 17 de noviembre de 1864 aunque sus primeros años los pasó en Santiago de Cuba.

Aunque el repertorio grabado por Chalía se componía fundamentalmente de piezas operáticas, incluyó también selecciones de zarzuelas, canciones españolas y cubanas que primero registró en cilindro, luego en discos Zonophone, Monarch y más tarde en discos Víctor.

En 1900 estrenó dos óperas cubanas compuestas por Hubert de Blanck, que tenían temas relacionados con la independencia recién lograda.

Por esa época recibió en el Teatro Albisu, de La Habana, un homenaje por su contribución a la gesta independentista, al que asistió el generalísimo Máximo Gómez. 

Fue una de las primeras sopranos que hicieron grabaciones fonográficas en EE.UU. Sólo dos cantantes lo habían hecho antes y el 30 de octubre de 1900 la cubana comenzó a grabar para la firma RCA Víctor y el número de sus registros superó ampliamente los de sus antecesoras, más de 40 selecciones entre 1900 y 1903.

En 1912 realizó sus últimas grabaciones: 20 para la RCA Víctor y 13 para la firma Columbia.

No fue hasta 1910 y, sobre todo, después del fin de la I Guerra Mundial, cuando los primeros fonógrafos comercializados en Cuba fueron de la Victor Talking Machine Company que en 1929 pasó a llamarse RCA Víctor (Radio Corporation of America). Para identificar esta marca fue tomado como logo a Nipper (1884-1895) un perro de raza Foxterrier del pintor Francis Barraud. La pintura fue vendida por Barraud en 1899 por 100 libras.

La música cubana logró una difusión intencional y extensiva gracias a la presencia de las firmas norteamericanas Víctor Talking Machine Co., que desde 1904 se hacía representar por la Casa Humara y Lastra, de la calle Muralla #405 (de Remigio Humara) y la Columbia Phonograph Record Co., representada, desde 1908, por los Hermanos Giralt.

Es la Víctor la que introduce y populariza sus Víctor Talking Machines, es decir, las Victrolas, voz que no recogía el Pequeño Larousse, hasta 2004 que incluyó como sinónimo de Vitrola, máquina que reproduce automáticamente el sonido grabado en discos cuando se le inserta una moneda. 

Al surgir en 1925 el fonógrafo de motor eléctrico para tocar discos, patentado por la RCA Víctor, surgió toda una cultura asociada a esta máquina, capaz de tocar música según la canción seleccionada dentro de la colección disponible en el aparato y que se activaba al introducirse monedas, por lo regular entre 5 (una reproducción) y 25 centavos (cinco números musicales o el mismo repetido cinco veces). Y todos consideraban que ese era un dinero bien empleado.

Como en Cuba se denomina peseta indistintamente a la moneda cubana de 20 centavos o a la norteamericana de 25, a una persona que habla mucho se le dice que “le echaron una peseta” aludiendo a los cuatro o cinco discos que toca una victrola cuando le echan esa moneda.

Y no crean que no se formaban broncas por culpa de las Victrolas, a veces un borracho o despechado, o simplemente un melancólico o alguien deprimido, repetía hasta la saciedad un número musical y por ello alguien se molestaba y a veces ello daba lugar a un enfrentamiento, pero por lo regular todos disfrutaban la música que había pagado otro y casi toda gustaba.

Pronto se extendió el invento por los establecimientos comerciales y ya en la década de los años 40, y tal vez desde finales de la precedente, desempeñó un importante papel en la difusión y comercialización de la música popular. Prodigaba, a toda hora, la Guaracha de moda o el Bolero más quejumbroso.

Como uno de sus modelos de fonógrafo se denominaba Victrola por asociación se extendió a las máquinas tragamonedas que reproducían música mediante discos con independencia de su fabricante y marca.

En Venezuela se le conoce como Rockola, en los Estados Unidos son Jukebox, en España se les llama Gramola, mientras en Puerto Rico y en República Dominicana son las Vellonera,  en Colombia es su nombre correcto, Vitrola.

En Cuba las Victrolas o Vitrolas las podían oír en los bares, fondas, cafeterías, bodegas, bodegones, restaurantes y sobre todo en los prostíbulos.

Pero las que proliferaban en muchos bares y cafeterías de nuestra Isla eran las que funcionaban al introducir una moneda de cinco centavos (un medio) en la ranura que existía al efecto, y al presionar después la tecla junto al nombre del número musical, se podía disfrutar, para el deleite de todos, la música seleccionada.

Y hasta una celebración en un lugar muy remoto, veía aparecer una Victrola como símbolo de entretenimiento supremo, acompañada de una planta eléctrica portátil.

La Victrola fue un símbolo de la cultura popular sin precedentes y que no puede separarse de lo que fue la Cuba de antes. En 1954 había unas 10,000 y se dice que en 1959 eran ya 20,000, aunque sus operadores declaraban solo 8,000 a fin de burlar los derechos de compositores e intérpretes.

Eran, según el musicólogo Cristóbal Díaz Ayala, el medio más efectivo para lograr que la música grabada reflejase realmente las preferencias del público, que decidía lo que quería oír y votaba con su dinero por sus preferidos. 

Bastaba con introducir una moneda en la ranura dispuesta para ese fin y aquella máquina dejaba escuchar la pieza musical que se le había pedido. Eran, asimismo, el cliente más importante de la industria disquera. 

Había entonces una música victrolera, aquella que hablaba de infidelidades, traiciones, amores contrariados o imposibles, desengaños, crímenes pasionales y en la que la mujer, flor de perdición, era siempre impura y aun así se seguía amando. 

Es por ello por lo que las Victrolas fueron esenciales para la difusión de nuevos ritmos y artistas, convirtiéndose en un recurso básico para el desarrollo de la industria discográfica nacional. 

Desde 1944 había surgido el sello cubano Panart del ingeniero Ramón Sabat, que diez años después producía medio millón de discos anuales y exportaba el 20 % de estos. 

En 1952 se fundó el sello Puchito de Jesús Goris y a partir del año siguiente la casa disquera Montilla Internacional de Fernando Montilla, logró un amplio catálogo de zarzuelas cubanas. 

Surgieron también los sellos Gema, de los hermanos Guillermo y Rafael Álvarez Guedes, Rosell Récord, de Rosendo Rosell. Otros más como Discuba de Eliseo Valdés, Kubaney de Mateo San Martín, Millón de Gilberto Noroña, Maipe de Arturo Machado y José Fernández (Pepe), Velvet de José Pagés, Modiner de Nilo Gómez, Cubalegre de Gilberto González Arenas, Suaritos de Laureano Suárez Valdés, Duarte de Ernesto Duarte Brito y Neptuno.

Uno de los establecimientos de discos más famosos, fue sin lugar a duda, La Moda, ubicada en San Rafael #261 entre Galiano y Águila. Gracias a Nilo Gómez, pasó de ser una tienda de tres departamentos a una exclusivamente de discos. Tiempo después, Nilo fundó su sello discográfico Modiner con el que inmortalizó las voces de boleristas como Ñico Membiela, Domingo Lugo y Blanca Rosa Gil. 

Los discófilos, no solo iban a esta tienda a comprar música. Se reunían allí para ver a sus artistas favoritos, tomarse fotos y obtener autógrafos. Por ello, se convirtió en una de las más populares entre las tantas que existían. Otro de sus atractivos, era que colgaba una pizarra con los últimos éxitos semanales, una especie de Hits Parade.

Como esta industria ya para esta fecha estaba totalmente en manos cubanas, las Victrolas absorbían cada año cerca de 3,000,000 de discos de producción nacional.

Otras como RCA-Víctor, Sonotone grababan principalmente con los artistas cubanos. 

La música cubana verdadera, la que reinó en las primeras décadas del siglo XX y que puso a nuestro país en un lugar muy alto mundialmente gracias a ritmos como el Son, el Bolero, la Guaracha, el Mambo y el Cha-Cha-Chá y en su difusión tuvo un papel muy importante el dispositivo mecánico accionado por monedas que nos permitía escuchar nuestros números  favoritos.

Los usuarios de las Victrolas eran uno de los más importantes determinantes de los indicadores de las preferencias musicales para la industria disquera y había muchos que repetían, según su preferencia o su estado de ánimo, hasta el cansancio su número musical preferido.

Vicentico Valdés, Orlando Contreras, Ñico Membiela, Blanca Rosa Gil, Daniel Santos, Benny Moré, Orlando Vallejo, Rolando Laserie, Tito Gómez, Alberto Beltrán, Celio González, Celia Cruz, Fernando Álvarez, Roberto Faz, José Tejedor, la Orquesta Aragón y muchos otros dominaron el espectro acústico musical durante las décadas de 1940 a 1960 y nos rodeaban en todas las esquinas con sus melodías.

Ponían en evidencia a los cantantes de mayor pegada. Podían cantar mejor o peor, pero tenía taquilla, y los que controlaban el negocio tomaban en cuenta sus nombres a la hora de decidir las grabaciones. Y la televisión difundía al cantante ya popular para hacerlo aún más popular.

Muchos son los artistas que lograron una popularidad arrolladora en corto tiempo, como Blanca Rosa Gil, que alternaba en el Ali Bar con estrellas como Benny Moré, René Cabell y Fernando Álvarez.

Lo mismo ocurrió con Ñico Membiela, prácticamente desconocido, pese a sus años en la música, y que se convirtió en un suceso victrolero sin precedentes. Todos se hicieron popularísimos gracias a la Victrola. Si hay un tipo de música que podemos relacionar sin dudas a la Victrola es el Bolero. El llamado Bolero de Victrola era el que se escuchaba en bodegas, bodegones e incluso en bares de mala muerte junto a una cerveza, ya fuese celebrando un nuevo amor o sufriendo un desengaño, pero siempre con música. 

Un cantante podía ser victrolero siempre y cuando lograra rendir altos dividendos.

Después de 1959 la industria del disco puso el grito en el cielo, al desaparecer las Victrolas Seeburg y Wurlitzer se decretaba la bancarrota de las disqueras nacionales que daban sustento a unas 50,000 familias.

El desarrollo tecnológico de los equipos reproductores de música ha hecho que el modo de escucharla haya cambiado mucho, también han cambiado las estéticas, los estilos de vida, las modas, los giros del lenguaje y nuestras propias vidas. Hoy cada cual, de forma individual, escucha la música que quiere e incluso la lleva consigo a donde vaya, pero la Victrola tenía un encanto muy especial, haciendo posible que compartiéramos socialmente, en grupo, una misma melodía.

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