Esa tarde nos sentamos a cenar y repetí cinco veces: “¡Yo quiero que me regalen una bicicleta Niagara!” y en coro me dijeron: “¡Ah, ya está Estebita de nuevo con sus majomias!”
Carlos Enrique insistió varias veces: “Y yo deseo una Enciclopedia ”. Le dije: “Mi hermano, no lo digas más, para con esa matraquilla!”
Y él respondió: “¡Ay, Estebita, no fastidies más, que aquí el de las pituitas eres tú!”
Agité a mi madre: “Mami, apúrate, ya sirve la jama”. Y ella desde la cocina me voceó: “¡Espérate, Esteban de Jesús, no seas tan culilloso!”
Mi hermano rectificó a nuestra madre y se atrevió a decir: “No, no se dice culilloso es culillento”.
Y papi riéndose dijo: “Sí, Ana María, hazle caso a Carlos Enrique que él es muy curto, apreparado y sabelotodo”
Yo metí la cuchareta y dije: “No, mi hermano es un ratón de biblioteca y poetizo como Barima Gort”…
Tiré un alarde y dije: “La verdad es que soy un muchacho muy precoz”, mi padre soltó una carcajada y me replicó: “No, tú lo que eres es un mojón muy atrevido”…
Carlos Enrique me sorprendió diciendo: “Mi hermano ¿tú no notas que tengo un gran parecido con el galán rolandito barral?” Y yo le respondí: “No, la verdad es que cada día te pareces más a arbogasto pomarrosa”.
Orgullosamente dije: “¡Pa’que sepan, tengo una novia lindísima!”. Mi hermano respondió: “Sí, yo sé, es vitola la que se defiende sola”… Papi discrepó: “De eso nada, es mamacusa alambrito.”
Ese inolvidable día mi madre salió en mi defensa: “Por favor, dejen tranquilo a Esteban de Jesús, acuérdense que él se anuncia más que la coca cola y se vende menos que la salutaris”.
Y al otro día nos mudamos para San José de Las Lajas..
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