La Ternura de MÁXIMO GÓMEZ

Written by Libre Online

11 de junio de 2024

Por Gonzalo de Quesada y Miranda (1936)

Generalmente acostumbrados a pensar siempre en Máximo Gómez, erguido y rígido sobre su briosa cabalgadura de guerrero, inflexible y severo en sus ademanes de veterano soldado de nuestras epopeyas emancipadoras, como Generalísimo de los Ejércitos Libertadores de 1868 y 1895, ¿quién concibe aquel militar extraordinario y lacónico, de temple de acero y espíritu espartano, como humano, también capaz de las vibraciones más recónditas de la ternura?

Sin duda, para algunos pocos, el libro “Revoluciones… Cuba y Hogar”, en el cual su hijo, el Dr. Bernardo Gómez Toro, recopiló muchos de sus documentos íntimos, habrá contribuido a presentar un aspecto menos adusto del centauro quisqueyano, quien, como dijera Martí, “de una cerrada de muslos”, sobre su impaciente caballo, hubo de saltar la mar para combatir por nuestra independencia, y luego, descansar “el sable glorioso junto al libro de la libertad.”

Mientras que, a su vez, la magnífica biografía hoy dada a la estampa por Benigno Sousa, plena de emoción y colorido, le revelará ahora a la posteridad la figura inmortal de Máximo Gómez, no sólo como notable soldado, sino en lo que habrá de resultar quizás aún más valioso y apreciable como humano, como hombre, que supo del dolor de padre, ante la muerte de su “Panchito”, de las horas nostálgicas, lejos del hogar y, como todo grande y generoso hombre, también del acíbar de las ingratitudes.

Más, en homenaje a su memoria no quiero dejar de aprovechar esta ocasión para dar a conocer varias cartas inéditas suyas, en el archivo de mi padre; cartas que por su noble sencillez y límpida ternura han de conmover seguramente a cuantos la lean, agigantando aún más aquella figura marcial, que sí bien sabía pronunciar con voz ronca y breve la temible orden “¡Al machete!”, nunca olvidó los suyos, latiéndole, más de prisa, bajo su capa de aparente frialdad inconmovible, su gran corazón al recuerdo de sus hijos, de su fiel y abnegada “Manana”.

Y corresponde la primera carta, corta, pero difícilmente más elocuente, al doctor Ulpiano Dellundé, en los instantes mismos que parte con Martí, y “un puñado de bravos”, para guiar los soldados insurrectos cubanos a la última victoria contra España:

“Querido amigo:

El último favor quizás. Esas cartas para que me las dirija por vía segura a mi esposa. Otro más. Esos libros, que usted me ha prestado (si son de Vd.) deseo que se los mande a mis hijos. De seguro que a usted le es más fácil reponerlos. Uso con usted esa frescura pues sé que me la perdona.

Mercier, me acaba de decir que está próxima la salida. Yo estoy listo para la hora que M. disponga. Mientras más pronto “mejor”.

Estamos tal vez haciendo falta.

¡Cómo pudiéramos volar!

—Suyo,

 GÓMEZ.

Para escribirle, ya en Cuba, a mi padre, estas líneas en que demuestra sin lugar a dudas su hondo respeto y amor por Martí, quien menciona casi paternalmente, con tierno orgullo:

“Jurisdicción de Baracoa, 15 de abril de 1895.

Mi querido Gonzalo: 

Aquí nos tienes ya, sanos y salvos sobre la tierra amada, rifle en mano frente al tirano de nuestra Patria. Ella, como cariñosa madre nos ha recibido con sus brazos abiertos, y puso en seguida a nuestro lado 50 compañeros armados hasta los dientes. No teman mucho ya por nosotros. Tu recuerdo me sigue, ya vez que cumplo tu encargo, y más de una vez, jadeantes, fatigados, trepando la escarpada sierra, te he recordado con Martí. Este veterano de la tribuna lo está siendo aquí ahora con la misma fuerza y valentía. La prueba ha sido dura, pero no ha cedido él ni un punto a los que de viejo sabíamos quebrar las sierras y dominar la sed y el cansancio.

Todos queremos a tu Maestro como él se merece que lo quieran; y lo cuidamos.

… Ya has de considerar cuanto puedo agradecerte que esa carta que te incluyo para los míos llegue a sus manos pronto y segura.

A esa Angelina cariñosa, a esos amigos leales y buenos, que reciban la expresión de mi más puro afecto.

Te quiere tu viejo amigo, M. GÓMEZ.

Al cerrar esta, enemigo próximo y mando gente a tirotearlo.”

Y unas semanas después, poco antes de la muerte de Martí, ajeno a la fatal suerte que aguardaba al Apóstol en Dos Ríos le escribe nuevamente a Gonzalo de Quesada:

“Cuba, 1 Mayo 95

Mi querido Gonzalo:

Te abrazo desde estos campos gloriosos. Abraza la dulce Guerra. No teman por Martí, no nos separáremos. Te van cartas para mi esposa. Conviene que todo eso siga volando.

Pónganle alegre cablegrama mientras llegan cartas a ella.

Revolución gigante— pero siempre es bueno apurar marcha de lo de fuera para dentro. Es preciso aprovechar enemigo aturdido. No tengas cuidado, sino fe. No pueden vencer; les tenemos tomadas todas las avenidas.

Los Maceos altos, muy altos, en sus puestos. Marchamos para el Centro.

A los pies de las cubanas y no te olvida tu viejo, M. GÓMEZ.

Tenemos encima un mundo de trabajo. Es de prisa. El pobre Martí anoche no ha dormido —escribiendo —, siempre trabajando. Rafael Rodríguez nos hace mucha falta. No economicen nada para, aunque sea solo, hacerlo caer a mi lado.

Y por último, véase esta cuarta carta en la cual vibra la angustia y la preocupación del gran soldado por los suyos, de quien vuelca al leal amigo los dolores de su alma, por un instante agitada de graves dudas por el futuro de los suyos:

“Camagüey, 15 Julio 1895. 

Sr. Gonzalo de Quesada. 

Estimado amigo:

Admírate y sé mi compañero de ansiedad. Aún no he recibido nada del exterior. Ni una letra de los míos ni de ustedes ni de nadie. Y no puedo creer que no me hayan escrito. ¡Cómo pensar que alguien no se acuerde de nosotros! Yo siempre les he escrito a pesar de no tener derecho al descanso y al reposo sino de noche. Le recomiendo mucho las cartas para mi esposa lo mismo que las de ella para mí. 

Por el Camagüey puede enviarse lo que se quiera. Miguelito les puede enseñar o indicar los caminos.

No dejen que mis hijos pasen hambre.

Las cartas adjuntas para mi esposa suplico su pronto remisión. (Memorias para todos los buenos) 

Tuyo affmo.,

M. GÓMEZ.”

¡Tales son estas cuatro cartas, nacidas de la pluma guerrera de Máximo Gómez, de la más íntima emoción de su corazón, que llegando al de los que las lean habrán de servir para venerarlo y honrarlo aún más, como grande nombre; ante todo, aún en su gloria inmarcesible de gran soldado y puro paladín de las causas justas, como gran humano!

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