LA SORPRESA DE  LOS ABUELOS

Written by Demetiro J Perez

12 de noviembre de 2024

Desde que los hijos tienen uso de razón comenzamos a aconsejarlos.

Ponemos a su disposición nuestra larga (o corta) experiencia en la vida. Les damos nuestras opiniones, instrucciones, los regañamos, y les indicamos lo que deben hacer (y cómo deben comportarse) ante la infinidad de momentos que la vida les deparará.

Hasta la saciedad les recomendamos: “Chico, no hagas eso”, “Chica, siéntate bien”, “Este enamorado tuyo no me convence”, “Niño, hace mucho frío, no salgas sin ponerte un abrigo”, “Te quiero aquí en la casa bien temprano”, “Al colegio se va a estudiar no a comer catibía”.

Y siempre nos da la sensación de que -en el 90 por ciento de los casos- todo lo que les decimos de buena fe y con todo cariño “les entra por un oído y les sale por el otro”.

Y cien veces nos responden: “Por favor, yo sé lo que hago, pero tal parece que ustedes no confían en mí”.

A regañadientes, poco a poco, al crecer, vamos aceptando que quizás somos unos anticuados que estamos equivocados y que no asimilamos los cambios que se producen en la vida moderna. Desde luego, nos mantenemos firmes aconsejando.

Ah, mis amigos, pero llega el momento precioso de la más dulce de las sorpresas: Y es cuando esos hijos tienen sus propios descendientes y Dios nos regala unos bellos nietos.

¡Ñoooo, con tremenda alegría descubrimos que nuestros hijos sí nos oyeron, sí aprendieron la lección, y sí teníamos la razón!

Porque los escuchamos respetirles textualmente a sus retoños la misma monserga que nosotros nos desgañitamos inculcándoles a ellos. Ahí es cuando sentimos que hemos triunfado en la vida.

Y ese es el momento más sublime y lindo de nuestra existencia: Cuando nos levantamos del sillón, defendemos a nuestros nietos y les decimos a nuestros hijos: “¡Deja a esos muchachos tranquilos que tú eras 20 veces peor y más desobediente que ellos !”

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