Por Álvaro J. Álvarez. Exclusivo para LIBRE
Carlos III llamado El Político o el Mejor Alcalde de Madrid, fue Rey de España desde 1759 hasta su muerte en 1788 (le sucedió en el trono su hijo, Carlos IV)
Luego de la expulsión de los jesuitas se quiso aprovechar para realizar una reforma de la enseñanza que debía fundamentarse en las disciplinas científicas y en la investigación, pero de hecho produjo en primer término una debacle en el sistema académico como consecuencia de la clausura de diversos centros excelentes como la Universidad de Cervera y el despiadado envío al exilio de centenares de profesores y científicos muy bien formados tanto en las tradicionales materias humanísticas como en las más novedosas físico-matemáticas.
Las propiedades de los jesuitas sirvieron, aunque con notables errores, para crear nuevos centros de enseñanza y residencias universitarias. Sus riquezas, para beneficiar a los sectores más necesitados, se destinaron a la creación de hospitales y hospicios.
Promovió un nuevo plan de Estudios Universitarios, que fue duramente criticada por la Universidad de Salamanca, proponiendo un plan propio, que a la postre fue implantado años después.
El impulso hacia la reforma de la agricultura durante el reinado de Carlos III vino de mano de las Sociedades Económicas de Amigos del País creadas por José B. de Gálvez Gallardo (1720-1787) quien fue su ministro de Indias de 1776 hasta su muerte en 1787 y fomentó además la creación de Sociedades Económicas de Amigos del País, que surgieron en Manila, Mompox, Lima y Santiago de Cuba.
Es de importancia significar que como resultado de estos beneficios y ante el creciente desarrollo manufacturero de la burguesía española, Carlos III, decidió dar participación en el gabinete a sus representantes los cuales se habían organizado a través de toda la Península en Sociedades Patrióticas de Amigos del País, destacándose la de Madrid por su eficiente funcionamiento y favorecida por el Rey y sus grandes ministerios. Ella fue el modelo de las sociedades que se organizaron años después en la metrópolis y en sus colonias.
La Sociedad Económica de los Amigos del País de Cuba, fue fundada el 15 de diciembre de 1792, cuando el Rey de España, Carlos IV, concedió autorización para establecer esta sociedad filantrópica.
Es por ello por lo que España, ofreció unas series de facilidades comerciales que propiciaron en ese país y sus colonias americanas, cambios encaminados a obtener progresos económicos y, por ende, políticos, sociales y culturales tales como:
• Se eliminaron y redujeron los impuestos con los que se gravaban las mercancías a la entrada y salida de la Isla.
• Se otorgó el derecho a comerciar con España no solo desde La Habana sino también desde otros puertos.
• Se estableció por primera vez el comercio legal con las Trece Colonias de Norteamérica y otras naciones.
• Se reguló el tráfico de esclavos a través de concesiones a diversas compañías extranjeras.
Se organizó inicialmente para promover la agricultura, el comercio, la educación y la industria, siguiendo el modelo de las sociedades económicas de amigos del país en España y en algunos países suramericanos.
Tras vencer ciertas dificultades de carácter administrativo-legal, se celebró la primera sesión oficial el día 9 de enero de 1793, siendo gobernador de la Isla, Luis de las Casas, a quien se designó en el acto de constitución de la Sociedad como Socio y Primer Presidente de Honor y Socio Protector del Cuerpo Patriótico.
Los miembros fundadores incluyeron a Diego de la Barrera, Francisco Joseph Basabe, José Agustín Caballero, Luis de las Casas, Juan Manuel O’Farrill, Tomás Romay, Antonio Robledo, Francisco Arango y Parreño, el conde de Casa Montalvo y Luis Peñalver, su primer director.
En sus primeras décadas, el grupo publicó escritos, mantuvo una Biblioteca en el Convento de Santo Domingo (1800-1844) y organizó programas educativos.
Los objetivos que llevaron a un grupo de habaneros ilustres a solicitar la creación de esta Sociedad pueden considerarse de índole económica, cultural y social, fundamentalmente.
Dado el atraso existente en la Cuba colonial, los Amigos del País se preocuparon por tratar de solucionar los problemas que afectaban al desarrollo de la industria, la agricultura y el comercio. Para lograr sus propósitos nombraron comisiones que salieron al extranjero con el fin de estudiar los progresos materiales de las naciones más adelantadas. Además, promovieron la enseñanza de la botánica, importaron máquinas y utensilios hasta entonces desconocidos para labrar la tierra; introdujeron nuevos métodos para el cultivo de la caña de azúcar y lucharon a favor del establecimiento del ferrocarril, por la supresión de impuestos a las industrias nacientes y por el cese del estanco del tabaco.
Se interesaron en proyectos para empedrar las calles y para iluminarlas y en planes de construcción de caminos.
Primera etapa (1793-1814), caracterizada por ser un período organizativo, preparatorio, donde se realizó la tarea de agrupar en torno a la institución a los criollos y españoles de mayor arraigo e influencia puesto que las contradicciones colonia-metrópolis no se habían hecho antagónicas. Se destacaron por su actividad: el doctor Tomás Romay, el presbítero José Agustín Caballero, Fray Félix González, Francisco de Arango y Parreño y el Obispo Espada.
En cuanto al número de escuelas, existían 39 a las que asistían 1,931 alumnos; 38 de esas escuelas fueron creadas por particulares de origen muy humilde en su mayoría.
Antonio Bachiller y Morales (1812-1889 el primer bibliógrafo y padre de la bibliografía cubana) las llamó escuelas de amigos y amigas. De ellas sólo 7 merecían realmente esa denominación, tanto por la enseñanza que se proporcionaban como por las condiciones higiénicas de las mismas, además de la falta de preparación de los maestros, quienes en su mayoría creaban escuelas en sus propios domicilios.
Se llevaron a cabo importantes acciones encaminadas a resolver estos problemas como fueron la elaboración y aprobación de un Proyecto de Ordenanzas para las escuelas públicas, el establecimiento por la Sección de Ciencias y Artes de premios para los alumnos mejores instruidos en gramática, ortografía y las cuatro reglas, así como premios para los maestros que presentaran mayores números de alumnos aventajados.
Se destacó el maestro negro Lorenzo Menéndez que por su dedicación y tesón logró una destacada instrucción, enseñando a 120 niños de los cuales 40 eran blancos, presentando a uno de los concursos realizados, a 6 niños blancos y cuatro negros, por lo cual recibió elogios del tribunal.
Esta etapa fue muy activa en cuanto a detectar dificultades y elaborar proyectos encaminados a resolverlas.
Segunda etapa (1815-1823), estuvo caracterizada básicamente por el impulso que la Sociedad proporcionó a la instrucción pública en comparación con la situación de los años anteriores y la preocupación por dar respuesta, desde posiciones clasistas, a los problemas de la enseñanza.
Se incrementaron el número de escuelas, donde no fue considerado un nuevo plan de estudio propuesto por el destacado pedagogo cubano de la época Nicolás Ruiz, quien criticó los métodos de la enseñanza dogmático basados en la obediencia, el premio y el castigo y en donde no se promovían los intereses cognitivos, sin embargo se introdujo el Plan lancasteriano, el cual consistía en dividir a los niños en círculos, dirigidos por los alumnos más aventajados de cada grado revestidos de autoridad, aunque bajo la supervisión directa del maestro; llevar de cada niño un expediente personal, donde se anotarían las indisciplinas cometidas y el nombre del alumno que los había delatado al maestro; incluía la enseñanza de la lectura, escritura, aritmética y religión.
Es evidente que este sistema de enseñanza en el nivel educativo era cruel, injusto, discriminatorio, su única ventaja de este plan era la economía del material escolar, y como la educación gratuita se pagaba con los fondos aportados por los ayuntamientos, mientras menos le costara, mejor. Por esta razón el sistema lancasteriano se instauró, en 1820, en el barrio pobre de Jesús María, y algún tiempo después, en el barrio de la Salud, en la calle Prado y en Regla.
Se solicitó por la Sociedad Patriótica la creación de escuelas gratuitas en los conventos, donde a partir de 1819, se fundaron escuelas para niños en los conventos de Santo Domingo, San Francisco, San Agustín y la Merced y para las niñas, en los monasterios de Santa Catalina y Santa Teresa.
La Sección de Educación en esta etapa, comprobó la existencia de más de 70 escuelas en la Isla en la que recibían instrucción 2,793 niños. Las escuelas en el campo eran inspeccionadas por el cura, el juez y dos vecinos prominentes. También se establecieron por suscripción una escuela de sordomudos en 1819 cuyo ensayo duró seis meses así, como se crearon la Escuela de Dibujo y Pintura y la de Obstetricia para formar comadronas.
Tercera etapa (1824-1839), se caracteriza por un período de esplendor, en la que se destaca la labor de José Antonio Saco, Domingo del Monte y José de la Luz y Caballero.
Tuvo lugar la fundación de la Revista Bimestre Cubana, que fue la publicación generacional más importante y una de la más valiosas de América. A través de sus páginas fueron divulgados trabajos científicos técnicos y pedagógicos de carácter nacional e internacional.
En el seno de la Sección de Educación, se destacaron las ideas pedagógicas del maestro andaluz Juan Justo Reyes y José Antonio Saco. El primero defendió la tesis de que el mejor método será el que enseñe, con eficiencia y en el menor tiempo posible, al mayor número de alumnos; quiso que se empleara en la enseñanza el método de cuentos, siempre que éstos fueran escogidos; exhortó a los maestros a que utilizaran láminas y cuadros en las clases; expresó la necesidad del cultivo del sentimiento estético infantil; dio un gran valor al juego y siguiendo la línea de Rousseau, manifestó la importancia vital de que los hombres adquirieran, desde la infancia, un oficio; para él la actividad era la esencia de la niñez, por eso no
debían de existir niños ociosos en las aulas, objetó el empleo de castigos corporales y de monitores, menos en las escuelas gratuitas, por entender que a ellas iban los niños peores educados, de allí el carácter discriminatorio de sus ideas en el orden social.
José Antonio Saco, defendió el criterio de que la entrada de un niño a la escuela no estaba determinada por la posición socioeconómica de los padres. Enfocó los problemas educativos desde su punto de vista de sociólogo. Exigió escuelas para todos porque consideró que la educación era un instrumento para mejorar el país, así como insistió en que los ricos debían contribuir a la educación popular.
Pidió al Estado que fiscalizara la educación privada, pero no para convertirla en instrumento de su política, sino para cuidar de que los maestros cumplieran con todos los requisitos que les correspondían; expresó la necesidad de que la educación se adaptara a las necesidades del país, y que el saber resultara útil; reclamó que la enseñanza de la Química y la Física debía realizarse experimentalmente, mediante demostraciones y ensayos, y que en las clases los profesores debían tener en cuenta la relación entre ésta y otras ciencias afines. Quería que se dignificara el trabajo intelectual y que en vez de Derecho Civil, Filosofía y Teología se proporcionara a la juventud la posibilidad de estudiar Matemática, Física y otras ciencias que aportaran al desarrollo económico del país, faltándole visión política para comprender que tales conquistas jamás podrían alcanzarse bajo el dominio de España. En sus ideas educacionales, como en otros aspectos de su obra, se manifiesta su contribución al robustecimiento de la nacionalidad cubana.
A partir de 1833, en la Sociedad Patriótica prevalecieron las concepciones pedagógicas de José de la Luz y Caballero, extendiendo la inspección escolar a todas las escuelas y que se utilizara como una vía para superar a los maestros. La sección de Educación trató de difundir entre los educadores la utilización del método explicativo, en oposición a los métodos escolásticos y dogmáticos.
Esta fue una etapa de indudables logros en el campo de la instrucción pública y la cultura, a pesar de las fuertes contradicciones que prevalecían en el seno de la institución, así como entre los peninsulares y criollos. Las últimas manifestaciones, a partir de 1833, en la rebaja del auxilio económico por parte del gobierno colonial, a la suma de 8,000 pesos anuales. Estos fueron años de fuertes combates en el plano filosófico, político y pedagógico en los que brillaron los talentos de José A. Saco y José de la Luz y Caballero.
Cuarta etapa (1840-1842), durante estos años se destacaron los esfuerzos de José de la Luz y Caballero, presidente de la Sección de Educación, Antonio Bachiller y Morales, Manuel González del Valle, Domingo del Monte y otros, por elevar los fondos económicos de la Corporación, con vistas a incrementar la enseñanza pública. Otra de las actividades importantes desarrolladas fue el impulso a la enseñanza de Arte y Oficios con un doble objetivo, impulsar la creación y fomento de los trabajos industriales y además, proporcionar a los humildes, medios fáciles de ocupación que los librara de la vagancia y asegurara la subsistencia a través del ejercicio en un taller.
Trataron de crear la Escuela de Mecánica, donde los jóvenes podían estudiar las ciencias y técnicas fundamentales, con énfasis en la máquina de vapor; una Escuela de Arquitectura, pero el gobierno, que había autorizado la creación de esos centros, no proporcionó los recursos económicos necesarios para ello.
Las agudizaciones de las contradicciones existentes condujeron a que, en 1842, el gobierno comunicara a la Sociedad Económica la decisión de tomar de sus manos las riendas de la educación mediante la aplicación de la primera Ley de Instrucción Pública, pero no para ampliarla ni mejorar sino para tomarla como un instrumento de defensa del régimen colonial, para tratar de controlar la formación de los cubanos a partir de los intereses de España. Hasta 1846, la Sección de Educación continúo interviniendo, en alguna medida, en la enseñanza, de hecho, la Sección de Educación tuvo que extinguirse por innecesaria.
José de la Luz y Caballero, al concluir sus funciones en la institución en 1842, valoró el trabajo realizado por la Sección de Educación, expresando: “Ella fue la primera que procuró desterrar la ignorancia que nos abrumaba; ella la que, a duras penas, casi sin fondos propios, a costa de sacrificio de sus miembros y despertando el patriotismo de los particulares y celo de los preceptores, ha logrado encender la antorcha del saber en nuestra Isla. Poca luz ha derramado todavía, merced a causas que no es poderosa a vencer una Junta de tan escasas facultades, pero esa poca luz es la única que alumbra nuestros campos, y todo nuestro empeño debe cifrarse en que no nos la apague el soplo de desaliento o la adversidad”.
Por todo lo anteriormente expuesto en este artículo, se considera oportuno concluir la realización del trabajo desarrollado con respecto a la labor desarrollada por la Sociedad de Amigos del País, a partir de lo planteado por el historiador, ensayista, escritor y profesor cubano Manuel Moreno Fraginals (1920-2001) al expresar:“Fue uno de los vehículos institucionales de la sacarocracia; fue una manifestación de la nueva superestructura jurídica y social. Trató de dar respuesta a las necesidades históricas concretas de una nueva clase social en ascenso, la burguesía criolla. Contribuyó a canalizar las contradictorias fuerzas económicas y las ideas en conflicto y actuó como uno de los grandes crisoles donde se fundieron los materiales del porvenir”.
Un gran número de especialistas consideran que la obra de mayor trascendencia de la Sociedad fue el notable impulso dado por entonces al desarrollo de la industria azucarera, hecho calificado de verdadera revolución económica al lograrse importantes avances en los campos de la industria, la agricultura, el transporte, la ciencia, la técnica y muy en particular la educación.
Las secciones permanentes con que contó la corporación en su inicio fueron las de Educación en 1816, a la que se le asignó primero la tarea de inspeccionar la enseñanza primaria y después la dirección total de la misma. Luego la de Estudios Económicos, Estudios Sociales y Literatura, Historia y Bellas Artes. También creó las de Ciencia, Agricultura, Industria Popular y Hermosura del Pueblo y Comercio.
También bajo la guía de la prestigiosa institución se llevó a cabo la construcción del ferrocarril en Cuba y surgieron el primer Papel Periódico de La Habana; el Jardín Botánico en mayo de 1817 y la Academia de Pintura, Dibujo y Escultura San Alejandro en enero de 1818, que recibió este nombre en honor al Intendente Alejandro Ramírez que fue director de la Sociedad entre 1817 y 1822; la primera cátedra universitaria de Química; en enero de 1818; la primera Biblioteca Pública y la primera Cátedra de Economía Política constituida en 1819.
Propició la creación de cátedras de química, matemáticas y economía política y ayudó al sostén de la academia de música Santa Cecilia. Como labor social tomó a su cargo el patronato de la Casa de Beneficencia y Educandas, creó una casa para enfermos mentales.
Sus fundadores y seguidores tenían autoridad moral, no política. Disfrutaban del prestigio de sus buenas obras y sus muchos servicios, no del poder ni sus prebendas: servían, no se hacían servir. Impulsaron como su primera gran campaña social, la vacunación contra la viruela, de tal suerte que cuando entró a la bahía de La Habana la corbeta María Pita con la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, el 26 de mayo de 1804, comandada por Francisco Javier de Balmis, (uno de los capítulos más gloriosos de la historia universal), resultaron agradablemente sorprendidos y admirados porque desde el anterior mes de febrero ya Cuba era territorio libre de la epidemia, gracias a la encomiable labor de Tomás Romay y el decisivo respaldo de la Sociedad Económica de Amigos del País.
Cuba fue pionera en introducir esta vacuna y tener una campaña exitosa desde principios del siglo XIX, logrando reducir drásticamente la enfermedad mucho antes de la erradicación global, siendo un ejemplo de medicina social y comunitaria.
Estas Sociedades Patrióticas o Sociedades Económicas, eran instituciones que buscaban el progreso agrícola e industrial y la ilustración del pueblo como una necesidad histórica concreta para el logro de su consolidación clasista, para ello debían de llevar a cabo el desarrollo de las investigaciones en todos los campos de la actividad económica como una de las vías para elevar las ganancias que debían de obtenerse de las riquezas del país.
A partir de este propósito estaba claro para los hombres que la dirigían la necesidad de elevar la cantidad y la calidad de la educación en todos los niveles.
Es por esa razón, que en los Estatutos de la Sociedad Patriótica de La Habana, no solo se plantea la fundación de escuelas patrióticas donde se eduque la juventud en primera letra y en aquellas ramas de la matemática más útiles, sino que también vino a ser el punto focal para el inicio de mejoras docentes promoviendo la superación de los maestros así como ejerciendo desde su fundación la dirección y control de las escuelas particulares o escuelas de amigos, extendiendo con el tiempo su radio de acción hacia el interior de la Isla, logrando crear delegaciones llamadas Sociedades Patrióticas o Diputaciones Patrióticas.
En 1794 existía una Casa de Beneficencia, emplazada en terrenos situados frente a la caleta de San Lázaro, zona conocida entonces como el Jardín de Betancourt. La creación fue iniciativa de este grupo de habaneros ilustres y la calorizó el capitán general don Luis de las Casas. Esta admitía solo a hembras.
Durante su larga existencia tuvo diferentes nombres. Por ejemplo, de nov/1877 a dic/1896 se llamó: Real Sociedad Económica de Amigos del País de la Habana. A partir de 1899 se le designó con el nombre de Sociedad Económica de Amigos del País de La Habana.
A partir de 1813 la Sociedad abrió delegaciones, llamadas Diputaciones Económicas, en diferentes localidades de la Isla, para que atendieran las más urgentes necesidades. En 1813 se fundó la de Puerto Príncipe; en 1827 la de Trinidad; en 1829 la de Santa Clara.
También se crearon en otros pueblos de las provincias, como Cárdenas, Cienfuegos, Remedios, Sancti Spíritus y en Matanzas.
Es necesario destacar que la primera Sociedad Económica que hubo en la Isla fue la de Santiago de Cuba, fundada en 1787, pero en esa época tuvo una labor muy limitada. Alcanzó mayor auge después del año 1825.
Otros directores de la institución fueron figuras tan notables como José de la Luz y Caballero, Antonio Bachiller y Morales, José Silverio Jorrín, Rafael Montoro. Ocuparon otros cargos Félix Varela, Manuel Costales, Felipe Poey, el conde de Pozos Dulces, Enrique Piñeiro, Pedro José Morillas, Rafael Matamoros, Antonio Zambrana, Domingo del Monte, José Agustín Govantes y José Z. González del Valle, entre muchos más.
Desde su fundación, la Sociedad editó regularmente sus Memorias. Tuvo a su cargo la administración y redacción del Papel Periódico, el primero en su género que vio la luz en Cuba y que había empezado a editarse en octubre de 1790.
Entre 1851 y 1834 publicó, bajo los auspicios de la Comisión Permanente de Literatura, organismo creado en 1830 y adscrito a la sección de Educación de la Sociedad Económica, la Revista y Repertorio Bimestre de la isla de Cuba, titulada, a partir del segundo número, Revista Bimestre Cubana.
Al cesar en 1899 el dominio español, la Sociedad dejó de ser corporación oficial y continuó su labor como institución privada. Su radio de acción en el nuevo período político por el que atravesó la Isla no fue tan amplio como en la época colonial, debido a la especialización de distintas asociaciones como el Círculo de Hacendados, las Cámaras de Comercio, Industria y Navegación y otras, que absorbieron las funciones de la Sociedad en muchas de sus ramas.
Su tarea quedó concretada a actividades de carácter cultural, tales como conferencias, publicaciones, cursos, convocatorias a concursos, así como a la administración de los intereses confiados a su custodia y destinados al sostén de los planteles de enseñanza puestos bajo su dirección por la voluntad de sus fundadores.
No fue un gesto gratuito que, en 1892, desde su periódico Patria y al reseñar el ingreso en la SEAP del intelectual cubano negro Juan Gualberto Gómez, José Martí la definió como: “la casa ilustre donde han tenido asiento los hijos más sagaces y útiles de Cuba”.
A través de su historia transitó por diferentes lugares: de 1793-1800 en la sala de la casa del gallego Antonio Robredo, sita de Oficios # 90; de 1800-1844 Claustro del Convento de Santo Domingo; de 1844-1856 en el Convento de San Francisco, de 1856-1946 en Dragones #62.
Allí funcionaba la Biblioteca (luego designada Fernando Ortiz), que fue la primera que se organizó en Cuba, con carácter público, en julio de 1793. Su fondo bibliográfico consta de un millón de documentos y aparecen desde libros incunables, anteriores al año 1500, más de 2,000 ejemplares raros y valiosos desde el siglo XV hasta la actualidad.
Una valiosa colección de literatura gallega, prensa periódica cubana de los siglos XVIII y XIX.
La historia destaca la decisiva participación de presidentes cubanos electos democráticamente para apoyar a la SEAP y concederle una sede digna de ella, adecuada con sus principios y propósitos, sin pedir a cambio la sumisión ni la pleitesía de sus miembros: Fulgencio Batista Zaldívar y Ramón Grau San Martín. Y los principales promotores de esta gestión fueron otros dos intelectuales también borrados durante muchos años de la historia oficial, los historiadores y senadores de la República, Jorge Mañach Robato (1898-1961) y Emeterio Santovenia Echaide (1889-1968), ambos fallecidos en el exilio.
En 1943, durante su primer Gobierno constitucional, Fulgencio Batista Zaldívar, receptivo a las solicitudes presentadas por los miembros de la SEAP, decidió favorecerla con un Sorteo de la Lotería Nacional (dedicada a financiar causas de utilidad pública, como la Beneficencia) donde se obtuvieron $59,850 los cuales resultaron insuficientes para la dimensión que alcanzó el proyecto.
Luego en 1946 el presidente, Ramón Grau San Martín, otorgó $131,098.42 para terminar la obra, lo cual permitió su culminación.
Siempre fue una preocupación el construir para la Biblioteca un edificio que albergara su valiosa colección, su casa histórica como la llamó Fernando Ortiz (1881-1969, jurista, etnólogo, antropólogo, arqueólogo y periodista cubano) que en 1907 pasó a ser miembro de la Sociedad Económica de Amigos del País, de la cual resultó elegido presidente en 1923 y recibió la condición de Socio de Mérito en 1931.
Este anhelo no fue posible hasta el 9 de enero de 1947 en que se inauguró el edificio construido por la firma Govantes y Cabarrocas en el # 710 de la Avenida Carlos III, entre Castillejo y Soledad, muy cerca de la casa del político y empresario Alfredo Hornedo.
Los gobiernos posteriores, de Carlos Prío Socarrás y el propio Batista, de nuevo, dispensaron a la SEAP su apoyo y simpatía mediante diversos medios. Sin embargo, nunca se le exigió a sus miembros y directivos que se afiliaran a partido alguno, ni que se comprometieran con un credo político, respetando su autonomía y gestión como auténtica organización civil: la diversidad profesional e ideológica continuó siendo un rasgo esencial de la corporación.
La Sociedad Económica de Amigos del País ha tenido existencia legal desde 1792 pero en su actividad se distinguen dos períodos o épocas: primero, entre 1793 y 1899, que fue la época colonial y el segundo entre 1899 y 1959, la época republicana.
Archivos y escritos de destacadas personalidades como Fernando Ortiz, quien dejó toda su obra a la Sociedad, así como los de Jorge Mañach y la familia Henríquez Ureña.
Entre las joyas más valiosas de esta Biblioteca están las Actas y Memorias de la institución con asuntos referentes a la historia, la economía y la política del país a partir del siglo XVIII, así como ejemplares únicos y en perfecto estado de conservación de la Revista La América, editada en Nueva York y en la cual escribió y llegó a dirigir José Martí en 1883.
La SEAP, fue quizá la única institución no cultural, profesional o religiosa, que sobrevivió a la colonia y duró durante toda la República, hasta que en 1962 fue robada y clausurada por F.C.
En 1994 trató de resucitarla, pero lo absurdo y grotesco es que desde que fue robada la SEAP resultó ser la mejor negación puntual de su nombre original, pues no es Sociedad, sino institución de Gobierno (aunque lo nieguen, basta ver la nómina de sus miembros); ni es Económica, porque sus integrantes ni quieren, ni saben de economía, donde no hay libertad para proponer ni hacer nada; ni es de Amigos, sino de súbditos y mucho menos responde al País sino a un único Partido, el Comunista.








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