El próximo lunes estaremos celebrando la histórica fecha del 20 de Mayo en escenarios lejos de la patria que nos vio nacer. Será una celebración anclada en la añoranza y a la vez comprometida con la esperanza. Los cubanos abrazados a la historia, a pesar de los muchos años que nos separan de la tarde luminosa en que la bandera ondeó triunfante para saludar a la nación que nacía, exaltaremos con brioso orgullo el bendito logro de la libertad patria. Nos duele el infausto y penoso olvido con el que los comunistas han querido borrar la gloria del 20 de Mayo, y nos resistimos al robo absurdo con el que han tratado de sepultar esta fecha. En el exilio redoblaremos esfuerzo y rebeldía para exaltarla con todo su merecimiento. El pasado no es para que lo diluyamos en una cobarde indiferencia. Es fundamento, base, fuente, deber y reto.
Aquella mañana del martes 20 de mayo del 1902 nuestro primer presidente Don Tomás Estrada Palma, acompañado del vicepresidente Don Luis Estévez y Romero, esposo de la gran benefactora patria Marta Abreu, recibió del general norteamericano Leonardo Wood las riendas de la República. Han transcurrido 122 años de este histórico y trascendental suceso. Fue una experiencia única, plena de alegría, solidaridad humana y profunda emoción popular. Se trataba del fruto de mucha sangre derramada, muchas vidas entregadas en aras del sacrificio, el dolor de familias fragmentadas y el aporte de hombres y mujeres coronados de dignidad y coraje. El 20 de Mayo no fue un regalo, fue una conquista. A nadie se le hubiera ocurrido pensar en esos momentos de euforia nacional que los destinos de la patria pudieran ser mutilados 57 años después por una pandilla de desalmados que hasta hoy ultrajan nuestra historia y cruelmente avasallan a nuestro pueblo.
Cuba abrió los ojos ante el panorama de la libertad al amparo de generosas y firmes manos, pero la perversidad de una inesperada traición tronchó su destino. Los revoltosos que asaltaron el poder en 1959 han pretendido destruir la imagen venerable de Don Tomás Estrada Palma aduciendo que fue impuesto como presidente por estratagemas del gobierno de Estados Unidos, cuando ciertamente fue electo por un pueblo iluminado de esperanzas.
Tomás Estrada Palma, nuestro primer presidente, contaba con un cúmulo de indudables méritos. Fue soldado en nuestra gesta independentista, llegando a ocupar puestos de vital importancia, el más importante de éstos, el de presidente de la República de Cuba en Armas, cargo que a riesgo de su propia vida confirmó con firmeza ante el coronel Pozo Viejo que lo había capturado en la batalla de “Las Tasajeras”. Como prisionero, debido a la firmeza de su carácter y de sus convicciones fue víctima de excesivos rigores. Fue enviado en calidad de “peligroso recluso” al Castillo de Figueras en Barcelona hasta que fue liberado gracias a los acuerdos que fueron adoptados en el llamado Pacto del Zanjón, a finales de la Guerra de los Diez Años.
De España se trasladó a París, después a Estados Unidos y de aquí a Honduras donde ejerció altos cargos gubernamentales, país en el que se le recuerda actualmente con su efigie grabada en uno de los salones de las instalaciones del Departamento de Correos en la ciudad de Tegucigalpa. Fue en esta pequeña y acogedora ciudad donde contrajo matrimonio con la dama Genoveva Guardiola, hija del presidente de la República, Santos Guardiola.
Después de desempeñar diferentes actividades, sin olvidar jamás su compromiso con Cuba, Estrada Palma se instaló en la pequeña ciudad norteamericana de Central Valley donde se dedicó a una exitosa carrera como educador. Fue allí donde José Martí le visitó para pedirle que se incorporara a la Guerra de Independencia. Precisamente, después de la trágica muerte de Martí en Dos Ríos, Don Tomás fue designado Representante de la República de Cuba en el exterior, cargo desde el cual aportó grandes servicios a los patriotas de “la Guerra del 95” que culminó con la victoria definitiva contra el colonialismo español implantado en la Isla por cerca de cinco siglos de abusiva explotación. Fue tanta su dimensión cívico-patriótica que el pueblo cubano lo seleccionó en las elecciones generales celebradas en el año 1901 como Presidente de la República. Su oponente fue el también héroe legendario de la lucha libertadora, Bartolomé Masó.
Es cierto que no fue fácil el tránsito de la colonia a la República, y retador el paso de la intervención norteamericana al disfrute pleno de la libertad. Justo es reconocer que Cuba emprendió sus pasos iniciales con donaire y seguridad a pesar de la inexperiencia de un pueblo para manejar su autonomía tras cinco siglos de dominio absolutista del gobierno español. Hubo problemas relacionados con el incipiente quehacer político y complicado el tránsito por los desconocidos caminos de la administración pública; pero el país se irguió sobre las dificultades y llegó a disfrutar plenamente del desarrollo de la democracia. En la década de los 50 Cuba estaba en los lugares primeros del mundo en fuerza económica y respeto a la institucionalidad nacional. Imposible es determinar dónde estaríamos hoy como nación si no hubiera torcido nuestro destino una revolución innecesaria, impostora, dictatorial y repulsiva.
Hoy, al congregarnos para evocar las glorias de nuestro pasado lo insertamos en nuestro presente como voz que nos llama a la reconquista de lo que hemos perdido. Muchos se preguntan si después de los numerosos años de asolamiento comunista tendrá regreso la patria de Martí. Será titánica labor revindicar la Memoria de nuestros héroes vilipendiados, reedificar las instituciones profanadas, restaurar la vida civil, arrancar la venda de los ojos de los fanáticos y los mentalmente envenenados por el régimen. Crear los cimientos de la Patria nueva será obra de hombres y mujeres que rescaten el espíritu, la autoridad y el valor de los forjadores del 20 de Mayo del año 1902.
Sabemos que los infames autores de la revolución que ha sufrido Cuba están al desaparecer, testigos somos de que el régimen marxista ha fracasado y sucumbe entre cambios y regresos turbios a las normas de un pasado que han denigrado y al que temen temblorosos. Las nuevas leyes ya no son marxistas, son un producto híbrido de la necesidad de permanecer al control de un país que no les pertenece y del cual tendrán que huir manchados por la deshonra del fracaso y el desprecio de los oprimidos que reconquistan su dignidad.
Celebremos el próximo lunes un 20 de mayo iluminado de esperanzas, fortalecidos por la fe y confiados en que el futuro de la patria amada estará en las manos redentoras de los que nos sucedan, con Martí como símbolo y todos los héroes de la historia como reto y ejemplo para tapizar a la Patria con la sublime bandera de la estrella solitaria, ya, y para siempre, libre de oprobios.
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