Por José María Llanos Valle (1944)
LIBRE recoge información sobre la invasión de Europa a finales de la Segunda Guerra Mundial.
La Batalla por Francia. No se presenta fácil, ni mucho menos, la tarea que las tropas angloamericanas tienen ante sí.
Debemos tener siempre presente esta realidad: Alemania se halla cercana al límite de sus reservas.
Pero eso no quiere decir que carezca en absoluto de soldados para reorganizar sus divisiones; sino que, en la vastedad de sus frentes, desde Finlandia al Mar Negro, desde las islas del Mar Egeo y Grecia, pasando por Yugoslavia, Italia y Francia; siguiendo a través de Bélgica, Holanda y Dinamarca hasta Noruega, las necesidades de material humano son inmensas y se dejan sentir dolorosamente para el E. M. germano.
Uno de los signos más cabales de esa penuria es la enorme cantidad de mano de obra extranjera que utiliza; muy superior a lo que aconsejaría una prudente seguridad interna. Y sobre las necesidades de orden estrictamente militar hay otras de carácter político-policiaco que provocan las fuerzas SS y SA, junto con el enjambre de agentes de la Gestapo que cubre toda Europa.
Un reciente estimado concede a Alemania 411 divisiones actualmente; de las cuales 321 son alemanas y 90 procedentes de los países amigos. Eso supondría tener todavía más de seis millones de combatientes divisionarios; es decir, sin contar las tropas y contingentes de transportes, fortificaciones, administración, Marina de Guerra, etc. La cifra es evidentemente exagerada; y buena prueba de ello es que no ha logrado reunir las divisiones suficientes para equilibrar las fuerzas desembarcadas en Normandía.
Tan grande tiene que ser ya su falta de hombres, tanto por las pérdidas de cinco años de lucha como por el aumento en cantidad y en calidad de adversarios, que su repliegue hacia líneas interiores de resistencia, pese a ser humillante signo de impotencia, representa para ella un alivio, como cuando podemos dejar en laxitud un músculo sometido a extensión durante mucho tiempo.
Pero, igual que en la masa solar, donde la pérdida de calor por radiación va siendo compensada por la contracción de su materia ardiente, la pérdida de efectivos que debilita las líneas alemanas resulta compensada al hacerse sus frentes más cortas.
Esa compensación podría explicarse, también, diciendo que el poder militar por unidad abstracta de frente sigue siendo el mismo.
Esto nos sirve para comprender la dureza del trabajo que tienen entre manos las fuerzas de Eisenhower.
Pero el poder militar absoluto de Alemania se ha deprimido en la misma medida en que sus frentes se encogen; en tanto que el poder de las Naciones Unidad se dilató enormemente. Por lo cual, ese fenómeno de recuperación de energía por contracción del área de guerra no representa sino que el organismo se consume a sí mismo. Es la medida del final; un final que acaso se retrase en busca de alguna coyuntura favorable, pero que puede sorprendernos uno de estos días como una bomba que estallara cargada de todas las pestilencias del nazismo y de las ambiciones de las castas teutonas.
Dos acontecimientos parecen probables, en un tiempo breve, como consecuencia de la batalla de Normandía.
El primero, demasiado emparentado con la situación relativa de fuerzas para no ser el que merezca los mejores sufragios, es que la llegada de nuevas reservas por el puerto de Cherburgo aconseje al general Montgomery lanzar una ofensiva de fondo por sus 2 flancos, para tratar de copar, las divisiones que quedaran en el centro alemán o, en todo caso, obligará los ejércitos de Rommel a replegarse a la línea Rennes-Argontán Rouen y aprovechar el lapso de reajuste de frentes para llegar al estuario del Sena.
El otro es un nuevo desembarco, bien en las costas de la Alta Normandía, actuando como diente oriental de una tenaza que, en conjunción con el frente actual, cerrara sobre Rouen, o bien algo más al nordeste para lanzarse también en combinación con el frente normando en ataque agudo sobre Beauvais y París, apoyando su flanco izquierdo en el Somme.
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