Los comunistas, ahora controlando al gigante asiático, continuaron contaminando a la “Organización de las Naciones Unidas”, y así llegamos a la lamentable y bochornosa Resolución 2758 de 1971, por la que se expulsó a la República de China, reconociendo en su lugar a la “República Popular China”, la China Roja de Mao Tse-tung, —con todos sus cuantiosos crímenes y represiones diarias contra el pueblo chino—, dándole su sitio en el “Consejo de Seguridad” de la ONU, como miembro distinguido. ¡Miembro distinguido la China Roja de Mao! Como diría el recordado periodista cubano José Pardo Llada: ¡Qué desparpajo, señores! ¡Qué desparpajo! 

¡Qué camino tan equivocado! Qué desastre colosal para una organización que parecía comenzar muy bien cuando los Estados Unidos, el Reino Unido, la Unión Soviética y China Nacionalista se reunieron en Dunbarton Oaks, en Washington, en agosto y septiembre de 1944 para redactar la “Carta de la Post-guerra”, la base para la fundación de la ONU.

Unos por remordimiento, otros por reacción a las estupideces o la poca visión política, el caso es que desde 1993 se han hecho 14 intentos de aceptar a la República de China de regreso a la ONU, aún bajo diferentes nombres. Pero, en cada ocasión, la China Roja se opuso. El lugar “que le regalaron” en el Consejo de Seguridad, ha sido usado impúdicamente por ellos para ejercer el derecho al veto en cada intento, y mover su influencia con los “paisitos inventados” que hoy son miembros de la ONU, pero simples lacayos de los gobiernos comunistas. Eso de que “la nobleza obliga” no va nada bien con los malévolos ñángaras. ¡Los cubanos hemos vivido esa multitud de canalladas y bajezas de toda índole en carne propia, desde hace 65 años! 

¡Por eso la ONU ya no sirve para nada!

No olvidemos al “respetable diplomático” Ban Ki-Moon, Secretario General de la ONU en 2007, cuando declaró: “La posición de las Naciones Unidas, es que la República Popular China es la única y legítima representante del gobierno chino”. ¡Otra vez recordemos al periodista José Pardo Llada!

La vergonzosa trayectoria de la ONU ha ido en franco declive desde hace muchos años, cuando quedó ignorado su verdadero propósito y se permitió que las confabulaciones comunistas llevaran adelante su campaña de sumar “paisitos”, todos con ideología socialista, a fin de lograr mayoría y control; sobretodo “control”, palabra favorita del comunismo. 

Y si bien es cierto que varios países ya no aparecen en la lista de miembros, como la Unión Soviética, la República Democrática Alemana, la Federación de Malasia, Tanganyika, Zanzíbar y Checoslovakia, algunos por haberse desmembrado, cambiado de nombre o desaparecido, no es menos cierto que la lista de “paisitos” comunistas o simpatizantes de ellos sigue en aumento, algunos tan pequeños que parecen provincias de otras naciones en lugar de países, como es el caso de nuevos miembros africanos, asiáticos, o del pacífico meridional (Timor del Este, 1,300.000 habitantes; Comoras, 1,000,000 de habitantes; Dibouti, 976,000 habitantes; Bután, 777,000 habitantes, y así otros más).

Esas naciones insignificantes, en lo referente a política mundial, poseen un voto cada una, exactamente igual que los grandes países con decenas de millones de habitantes, tales como los Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania, Rusia, China, Italia y muchos alrededor del mundo.

El 24 de diciembre de 1991, el Presidente de la Federación Rusa, Boris Yeltsin, informó a la ONU que la Federación Rusa continuaría como miembro de ese organismo, y que contaba para ello con el apoyo de 11 de los países de la nueva comunidad de estados independientes de la antigua URSS. 

El “apático” Secretario General de la ONU en ese momento, el diplomático Javier Pérez de Cuéllar, no solamente le permitió a la Federación Rusa asumir el asiento y los vastos privilegios de un país que ya no existía (la Unión Soviética), sino que admitió a los otros 14 estados independientes en la ONU, aunque ninguno de ellos heredando privilegio alguno de la antigua y desaparecida URSS.

Felipe Lorenzo

Hialeah, Fl