LA INOLVIDABLE CELIA CRUZ

Written by Rev. Martin Añorga

16 de julio de 2024

El  16 de julio se cumplieron 21 años del lamentable fallecimiento de Celia Cruz, una de las más prominentes y amadas estrellas artísticas que ha producido Cuba.

¿Por qué escribo estas líneas sobre Celia Cruz si no soy crítico de arte ni experto en la música popular? Simplemente porque esta insigne cubana trascendió su presencia en los escenarios, escalando alturas casi celestiales en su generosidad, entusiasmo, simpatía y sentido de la amistad y del servicio.

Conocí a Celia hace más de 40 años en los tele maratones anuales de la Liga Contra el Cáncer, donde era siempre la estrella más fulgurante, la más apasionada en sus presentaciones y la más exitosa en la promoción de donaciones para la tarea que desde el año 1975 se impuso la prodigiosa dama Lourdes P. Águila, quien congregó a su alrededor un equipo de profesionales voluntarios y colaboradores incansables para trabajar en favor de los enfermos de la penosa enfermedad que es el cáncer, carentes de seguros de salud y de recursos económicos para enfrentarse a la misma.

Hoy día la Liga desarrolla sus actividades en un moderno edificio que lleva justificadamente el nombre de Lourdes P. Águila, y en el que se honra con apreciable lealtad la memoria de Celia Cruz.

Ursula Hilaria Celia de la Caridad Cruz Alfonso es el nombre con el que llamaron al nacer a la más famosa intérprete de la música popular cubana, quien viera la luz primera en la barriada de Santo Suárez, en La Habana, el 21 de octubre del año 1925. Su padre, Simón Cruz, era fogonero en el sistema de trenes y su madre, Catalina Alfonso, se dedicó a la crianza de catorce hijos. Se trataba pues, de una familia económicamente privada de privilegios, de la cual fuera una excelente proveedora la futura “reina de la salsa”.

Recuerdo la tarde en que Celia, sin poder contener sus lágrimas, me contaba que el día más aciago de su vida fue el sábado 7 de abril del año 1962, cuando se enteró del triste fallecimiento de su madre y  le negaron desde la Isla infame la autorización para regresar y re encontrase con la autora  de sus días por la que profesaba una santa devoción y  un infinito amor.

Celia rememoraba ese hecho con un profundo sentido de angustia, de tal  manera que llegó a afirmar que estaba dispuesta a inmolarse haciendo estallar una bomba si con ella hacía desaparecer al miserable dictador Fidel Castro. Su rebeldía para con el régimen comunista fue expresada por ella en todos los escenarios del mundo que adornó con su presencia e iluminó con el encanto de su voz.

Varios meses después de esta dolorosa experiencia de la actriz y cantante, Celia contrajo matrimonio el 14 de julio de 1962, con Pedro Knight trompetista de la orquesta Sonora Matancera en los que ambos eran pilares. Fue ejemplar este matrimonio, que quedó disuelto únicamente por el inevitable veredicto de la muerte. En el convulso mundo farandulero a menudo los matrimonios no duran, la infidelidad es menú cotidiano y los escándalos se suceden unos a otros con alarmante frecuencia. Ver a una pareja inseparable, sin celos ni competencias, con unidad, respeto y amor es algo que nos impresiona. De Celia y Pedro siempre mantendremos un respetuoso y admirador recuerdo.

Celia, entre otros muchos honores, recibió cinco premios Grammy, dos trofeos de Latin Grammy, tres doctorados honoríficos, de las Universidades de Yale, Miami International University y Miami University. Actuó en  10 películas y paseó el mundo con su voz. Probablemente pudiéramos escribir varias páginas si detallamos sus estelares apariciones en los más distinguidos escenarios del planeta; pero jamás perdió su sencillez, comprometió su humildad ni perdió el contacto con el pueblo, que la amaba con gratitud arraigada.

Recuerdo que Celia, que era la preferida cantante en los maratones de la Liga Contra el Cáncer, solía entre los intervalos de que disfrutaba saludar personalmente al  público asistente. Firmaba autógrafos, besaba a los ancianos y acariciaba con ternura a los niños. Ella, que tuvo trece hermanos, no tuvo hijos; pero amaba a los niños, y de ahí la noble Fundación que lleva su nombre.

Una tarde trajo de la mano a una pequeñita al salón donde se reunían los presentadores y la sostuvo sobre sus piernas haciéndole historias. La niña padecía de un cáncer mortal. Al despedirse de ella, tratando de contener sus lágrimas, Celia me preguntó por qué Dios, que es tan bueno, permitía que sucedieran cosas como esas. Nuestra conversación fue extensa, y la terminamos con las manos entrelazadas en un acto de oración.  Lejos estaba Celia de pensar en que no muy lejos en el tiempo sería también atrapada por la penosa presencia del cáncer.

Fue en la ciudad de México, en diciembre del año 2002, donde debido a un repentino e intenso dolor de cabeza fue internada de emergencia en un hospital en el que le detectaron un tumor cerebral, probablemente como metástasis asociada a la mastotomía a que fue sometida con anterioridad debido a la presencia de un quiste canceroso.  De regreso a su hogar, fue atendida en el Hospital Presbiteriano de Manhattan, Nueva York, donde el 5 de diciembre de  2002 fue sometida a una operación para tratar de extirpar su tumor canceroso, del cual, a pesar de continuadas terapias, no logró recuperarse. 

Pudiéramos componer un par de libros que contengan los testimonios sobre Celia en la ocasión tristísima de su muerte. Sus funerales, conducidos en Miami y Nueva York han sido las expresiones luctuosas multitudinarias más tristes y concurridas del exilio cubano.

Hoy quiero recordar a Celia con el gozo interno de haber tenido el privilegio de conocerla personalmente. Dios me permitió la bendición de relacionarme con el ángel melodioso que nos regaló, a los cubanos, y al resto del mundo el maravilloso encanto de su voz y la sublime inspiración de su vida. 

Han pasado 21 años desde que se enlutó el mundo con la ausencia  física de Celia; pero espiritualmente sigue llenándonos el corazón con sus melodías y se nos hace presente cada vez que su voz acude a acompañarnos. ¡Bendígala Dios en el cielo!.

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