Por José “Chamby” Campos
Generalizar no es justo ya que siempre existe la excepción de la regla y es por eso que no usaré el vocablo “TODOS” en esta columna.
La actitud de la mayoría de los atletas de esta época es vergonzosa y una gran razón por la cual el público se aparta de las actividades deportivas, sean estas un partido de Football Americano, Balompié o Baloncesto. Incluso el siempre respetado pasatiempo nacional, Béisbol, ha sido ya inoculado por el virus del alarde y la falta de respeto al fanático.
Durante un período de siete días fuimos testigos de tres casos que llevaron a cabo uno de los actos más repugnantes que una persona pueda cometer, escupir, al contrario. Como si esputar es la nueva manera de demostrar supremacía.
En el partido apertura de la Liga Nacional de Football Americano, NFL, el jugador defensivo de los campeones Aguilas de Filadelfia Jalen Carter escupió a Dak Prescott, quarterback de Los Cowboys de Dallas, antes de que comenzara el choque.
Quedándonos en el mismo deporte, dos días más tarde en el nivel colegial un jugador defensivo de la Universidad de Florida, UF, Brendan Bett hizo lo mismo contra un jugador de la línea ofensiva de la Universidad de South Florida. En este caso se hizo justicia ya que la penalidad otorgada a UF ayudó a su derrota.
El tercero de estos “escupidores” lo es el atorrante Luis Suárez. El astro uruguayo presta sus servicios al Inter Miami equipo local de balompié.
Después de una bochornosa derrota frente al equipo de los Seattle Sounders en la final del torneo de la “Liga de Copas”, el delantero miamense fue parte de un altercado con un miembro del cuerpo técnico del equipo rival. En el calor de la discusión Suárez escupió al individuo. A los pocos días el sudamericano emitió una disculpa y admitió que su actuación dejó mucho que desear. Inmediatamente la liga lo suspendió por seis partidos.
En su caso me pregunto si su disculpa es verdadera o solamente para tratar de demostrar que es un gran profesional que respeta al deporte y sus seguidores. Recordemos que este es el mismo individuo que durante un partido en la Copa Mundial del 2014 mordió a su contrincante italiano y por largo tiempo defendió su acción dejando una triste experiencia que por siempre será recordada.
Estos tres hechos son solo un pequeño ejemplo de cómo actúa el nuevo deportista. Piensa que está en todo su derecho para comportarse como él lo desee simplemente porque es un atleta. Sin embargo, donde están sus responsabilidades civiles.
Constantemente recibimos noticias de violencias domésticas perpetradas por atletas donde inmediatamente tratan de justificarlas. Esto es sin duda un signo de que se endiosan y creen que están por encima de sus seres queridos.
La humildad ha sido reemplazada por la vanidad. No existe en la actualidad una competencia profesional donde constantemente el jugador esté criticando a su oponente de manera ofensiva. Al final si terminan perdedores la primera excusa es la actuación de los árbitros o las decisiones de sus superiores. En otras palabras, no existe tomar responsabilidad por su labor en el terreno de juego.
Las malas palabras, gestos e insultos a las autoridades han llegado a un punto extremo que afecta la competencia y al mismo tiempo envía un mensaje totalmente negativo a los niños y jóvenes. Desafortunadamente los castigos o multas que reciben no reflejan el daño que causan.
Atrás quedó la simpleza con que un Babe Ruth visitaba los hospitales y orfelinatos llevando alegría y esperanza a los niños, sin tener que depender de una agencia de relaciones públicas que monte una campaña demostrando el noble gesto para después crear una imagen positiva en lo que muchos casos es una falsedad.
Me pregunto dónde están los nuevos “Roberto Clemente” dispuestos a un 31 de diciembre abandonar la familia y el hogar para llevarle comida y medicinas a un pueblo que acababa de sufrir una desgracia nacional.
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