La infancia temprana es una etapa decisiva donde los niños comienzan a comprender sus emociones y a aprender a interactuar con su entorno. Una de las tareas esenciales de padres y educadores es enseñarles a manejar comportamientos negativos de manera adecuada.
Este proceso no implica castigos, sino orientación y ejemplo. Cuando un niño muestra conductas agresivas, es importante ayudarlo a identificar sus sentimientos y ofrecer alternativas para expresarlos. Además, un ambiente de respeto y empatía favorece que los pequeños aprendan a comportarse de forma respetuosa y responsable.
Los adultos deben ser modelos a seguir, utilizando estrategias como el refuerzo positivo y límites claros. De esta forma, los niños entienden qué comportamientos son aceptables y cuáles no, facilitan su desarrollo emocional y social. En definitiva, enseñar a los niños sobre comportamientos negativos desde temprana edad es una inversión que contribuye a formar adultos responsables, respetuosos y empáticos.
Emma Montiel
Miami, Fl.







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