Por Rafael Soto Paz (1949)
En tiempos de la Sagrada Alianza, cuando Alaska estaba en poder de Rusia, el Zar trató de extender su influencia sobre los territorios occidentales de América. Pero no tuvo resultados porque la Doctrina Monroe sirvió de valladar, ocurriendo años después todo lo contrario: Rusia de país absorbente se trocaba en país vendedor. Y el 30 de marzo de 1867, vencidos largos trámites y controversias fronterizas, pagaba siete millones doscientos mil dólares por las quinientas mil millas cuadradas que comprende Alaska y las que se hallaban en posesión del Imperio ruso.
Al principio los mismos norteamericanos criticaron aquella compra, diciendo que Mr. Seward, el Secretario de Estado, había adquirido un refrigerador que nada valía. Pero, al poco tiempo, las minas de oro de Alaska producían más de cinco millones de dólares al año. Con estas utilidades mineras venían las que producían los bosques, las pescaderías, la agricultura, las cuencas carboníferas de la región. En suma, que los yanquis habían hecho lo que ellos llaman “a good bargain”, un buen negocio, adquiriendo esas tierras.
La capital de Alaska es Juneau, fundada en 1880 con el nombre de Harrisburg, y con una población de diez mil habitantes. Estas tierras fueron exploradas primeramente en 1740 por Vitus Bering, un danés al servicio del Zar de Rusia. Luego en 1784, se estableció una colonia de pescadores en Kodiak y quince años más tarde, la Compañía Ruso-Americana de Pieles controlaba todo el comercio de aquellas regiones.
Estando ya en poder de los Estados Unidos, en 1886 se desencadenó una fiebre de oro, semejante a la que California experimentaría décadas anteriores. Fue la del famoso Klondike, que enloqueció a caravanas de hombres y mujeres que de todas partes del mundo acudían a ese punto, creídos en un fácil enriquecimiento por el áureo metal.
Precisamente esta región de Klondike venía siendo objeto de una disputa de límites geográficos, y ahora con el fantástico hallazgo, la controversia adquiría más serios caracteres. Por fin se logró que una comisión de tres representativos del gobierno estadounidense se reuniera con tres delegados de la corona británica. La decisión recayó en favor de los americanos, excepto una parte de la comarca aurífera que correspondería a Canadá.
Tiempo después en 1904, tras laboriosas negociaciones, se fijó la frontera definitiva entre Canadá y Alaska y, por acuerdo del Congreso de Washington, el 24 de agosto de 1912 se convertía en territorio americano. Actualmente hay allí un gobernador que el presidente de los Estados Unidos designa por cuatro años y la actuación está supervisada. Hay un senado de ocho miembros y una Cámara de dieciséis Representantes elegidos por votación popular. La población de Alaska es muy reducida, en 1949 era de setenta mil habitantes, compuesta por europeos, esquimales, nativos americanos y norteamericanos, capaces de resistir el frío de estos helados climas y merced al esfuerzo realizado, se desarrollan importantes industrias de pesca y pieles.
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