Por Álvaro J. Álvarez. Exclusivo para LIBRE
El apellido Castro debe de haber sido el más odiado por la familia Lobo, porque Cipriano Castro (1858-1924) militar y dictador venezolano que ocupó el poder desde 1899 hasta 1908 fue el primero que les hizo daño.
Su familia, de ascendencia judía sefardí, había pasado un largo tiempo en diferentes países, desde Holanda, España, Portugal, Curazao y Venezuela.
Su padre Heriberto Lobo Senior (1870-1950) originario de Willemstad la capital de la isla holandesa de Curazao se estableció desde joven en Caracas y su madre Cándida Virginia Olavarría Liborius (1864-1950) una católica de origen vasco, nacida en Puerto Cabello. Se casaron el 1° de agosto de 1896.
Heriberto comenzó a trabajar a los 18 años en el Banco de Venezuela y a los 20 ya era el gerente.
Su hermana mayor, Leonor Lobo Olavarría nació en Caracas el 24 de mayo de 1897.
Julio Lobo Olavarría, nació en Caracas el 30 de octubre de 1898.
Cuando Cipriano Castro quiso obligarlo a abrirle las bóvedas del banco que él presidía, Heriberto se negó y fue a parar a la cárcel, después de tres meses de encierro, salió expulsado de Caracas. En Nueva York, donde se estableció, la North American Trust Company le ofreció en 1900 la administración de su sucursal habanera. Entidad que no tardó en convertirse en el Banco Nacional de Cuba. Más adelante se asoció con un canario y fundaron la compañía mercantil Galbán Lobo Trading Company S.A.
Heriberto y su esposa llegaron a Cuba con sus hijos Leonor y Julio.
Helena Lobo Olavarría nació el 17 de agosto de 1901 en La Habana, se casó con Mario Montoro Saladrigas (1894-1974- hijo del segundo colono más rico de Cuba) y ella falleció el 29 de julio de 1979 en Madrid. Mujer culta, de gran corazón y muy generosa, que en Cuba había sido presidenta de la Liga Contra el Cáncer y en Madrid Presidenta de la Beneficencia Cubana, institución ya desaparecida hace años.
El hermano menor Jacobo Lobo Olavarría nació en La Habana el 1° de enero de 1905, se casó en febrero de 1932 con la bella matancera Estela García-Menocal y Otero (1887-1955) y tuvieron tres hijos: Mario José, Heriberto José y Virginia (Beba) Lobo García-Menocal.
Vivían la casa familiar en la calle 13 #810 esquina a 4 en El Vedado, donde su padre murió el 20 de diciembre de 1950. Jacobo trabajaba con su hermano Julio en Galbán Lobo Trading, se retiró para atender sus intereses en el Central Amazonas de Sancti Espíritus que había comprado en 1945.
Jacobo se suicidó en La Habana el 13 de febrero de 1951, deprimido por la supuesta quiebra de su Central que en definitiva su hermano Julio rescató para beneficio de sus sobrinos.
Julio, cursó la enseñanza primaria en Nueva York y la superior en la Universidad de Columbia, en la que se graduó como ingeniero agrónomo en 1919. Realizó estudios de posgrado en LSU (Lousiana State University) en Baton Rouge. Más adelante publicaremos el discurso que ofreció en esta universidad de LSU en 1963.
Julio no quiso dedicarse a lo mismo que su padre y le planteó que deseaba estudiar Agronomía y trabajar en el ámbito del azúcar, por eso fue enviado a Estados Unidos donde luego de graduado regresó a Cuba y comenzó a trabajar en Galbán, Lobo y Compañía, en 1920 fue nombrado director general, al constituirse la Galbán, Lobo Company Importing and Exporting Association.
A la edad de 21 años, recién graduado de la universidad, Lobo negoció el acuerdo de azúcar más lucrativo en ese momento (el negocio tenía un valor de $6 millones) con la firma británica Tate and Lyle.
Representó el inicio de su exitosa carrera en el negocio del azúcar, desarrollando desde entonces la fortuna paterna mediante hábiles operaciones financieras, como en transacciones bancarias y algunas operaciones de compra y venta de fábricas de azúcar, con la adquisición de considerables extensiones de tierra en las seis provincias, hasta llegar a ser el principal empresario y corredor azucarero del mundo e indiscutible autoridad internacional en el sector, al punto de ser nombrado: El Rey del Azúcar en Cuba.
En su célebre novela La Consagración de la Primavera, Alejo Carpentier, al estudiar las fabulosas fiestas de la sociedad habanera, hizo alusión a la presencia de Julio Lobo y lo calificó como “millonario sefardita, famoso por su milagrosa vivencia en cuanto a alzas y bajas de valores”.
Tanto las publicaciones de la época como los entrevistados coinciden en describir a Julio Lobo como un gran estratega, plagado de pasiones y ambiciones. Se dice que en su juventud había cruzado el Mississippi a nado y además había peleado en un duelo, estas eran demostraciones de arrojo que no podía esconder tras su aspecto rebosado y su voz baja. Su severa mentalidad de organizador, su gran sofisticación y minuciosidad, contrastaban con su vida extraordinariamente social. Conocía a personas de todos los niveles sociales. A sus reuniones acudían científicos y académicos, personalidades locales, actores de Hollywood y artistas de la farándula, pero no los políticos. Se dice que le gustaba en especial conocer a los individuos que tenían aficiones poco comunes o amantes de pasatiempos insólitos.
Julio se casó el 23 de enero de 1932 con María Esperanza Montalvo Lasa, nacida en La Habana el 1° de enero de 1913, en el seno de una familia de la aristocracia cubana, a la que no enviaron nunca a un colegio para que no se mezclara con otras niñas y que recibió solo una educación a base de institutrices y tutores que venían a su casa. Su padre Eduardo Montalvo Morales y su madre María Esperanza Lasa del Río-Noriega, muy católica, al punto que vivió con mucho desasosiego el escándalo que en la época representó para la sociedad habanera la relación bígama y posterior divorcio de Catalina Lasa, su hermana, con Luis Estévez Abreu, (el hijo de Marta Abreu y el Dr. Luis Estévez, el vicepresidente de Estrada Palma) así como su partida a París con su amante Juan Pedro Baró. El primer divorcio legal en Cuba, pionero en Latinoamérica, fue el de Catalina Lasa y Luis Estévez, legalizado tras la aprobación de la primera ley de divorcio en 1917 y ratificada en 1918.
Su primera hija Leonor Lobo Montalvo nació el 29 de enero de 1933 en la calle 4, entre 11 y 13 de El Vedado, al lado de la casona de sus abuelos paternos Heriberto y C. Virginia y a la que no se mudaron hasta la muerte de estos. En esta mansión tenía la colección más completa de cuadros de Sorolla que había en Cuba y una de las mejores del mundo, además de otras valiosas pinturas, así como la más completa colección privada de Napoleón, incluyendo una muela, un orinal y algunos muebles.
En 1939 se mudaron para el #3804 de la Quinta Avenida de Miramar porque María Luisa no se llevaba bien con sus suegros. C. Virginia era de armas tomar, una mujer que sabía cocinar y hacer de todo, mientras que su nuera, muy poquita cosa, le gustaba dormir las mañanas, algo que escandalizaba a su suegra.
Leonor estudió el kínder en el colegio Margot Párraga del Vedado, institución para niñas de la sociedad y luego pasó al Ruston, en donde recibía casi toda la educación en inglés. Después en Baldor, también en El Vedado y, por último, la enviaron a un colegio en Connecticut. Se graduó del Radcliffe-Harvard, en Cambridge (Massachussets) con una licenciatura en Letras.
Cuando regresó a La Habana en 1955, conoció a Jorge González Díez (1924-2008), originario de Jerez de la Frontera (Andalucía) se casaron y tuvieron a su hijo Boris en 1959.
Esta anécdota, ella se la contó al escritor William Navarrete: “En el colegio Baldor tenía malas notas, no era una alumna aplicada, su padre le dijo un día que si sacaba buenas notas la complacería en lo que quisiera, ella le contestó le gustaría subir el Pico Turquino. El Pico Turquino quedaba cerca del central Pilón, uno de los ingenios de su padre en Cabo Cruz. Allí había un empleado del central, un negro cultísimo llamado Juan Vázquez que de niña le contaba leyendas increíbles del Pico. Su padre le encargaba que las paseara a caballo a su hermana y a ella, para que no anduvieran solas por las faldas montañosas y los campos circundantes. Ese mismo hombre fue el que le habló del Pico Turquino como de un lugar de ensueños y por eso, en su imaginación, había quedado como un sitio que tenía que escalar.
Julio organizó entonces la expedición, viajaron de La Habana a Cabo Cruz, y una vez en el batey fue a ver al Dr. Manuel Sánchez, el padre de Celia Sánchez Manduley, por si quería que alguna de sus hijas se sumara a nuestra aventura. A eso el doctor respondió que sus hijas no eran marimachas ni se pondrían nunca pantalones. ¡Ironías de la vida! Esta familia le tenía mucha consideración a Julio Lobo, porque él siempre satisfizo todas las necesidades de ellos, y para que Manuel ejerciera correctamente su profesión de médico le enviaba desde La Habana todo lo que necesitaba. Es por eso que, en 1960 Celia Sánchez fue quien lo ayudó a salir del país.
El Central y la casa quedaban a poca distancia del mar. Los 8 se embarcaron en una lanchita hasta un poblado al pie del Pico Turquino llamado Bella Pluma, un poco al oeste de otro caserío llamado Ocujal (donde mis amigos Demetrio y Nancy Ortiz hicieron el servicio médico rural en el Hospitalito de Ocujal, entre 1969 y 1971).
Aquel caserío le provocó gran impresión porque sus habitantes eran indios, no sabían leer, y tenían encerrado a un individuo en una jaula. Cuando les preguntó a los escasos moradores del lugar la razón, le respondieron que lo habían enjaulado porque estaba loco y no sabían qué hacer con él.
Juan Vázquez indagó quienes querían sumarse al grupo para que les sirvieran de guía y fueron dos los que se apuntaron y firmaron el documento con una cruz. Les dijeron que hacía mucho tiempo nadie había subido y que los últimos en hacerlo habían sido gentes de la Sociedad Espeleológica de Cuba encabezada por Antonio Núñez Jiménez. Los trillos estaban en muy mal estado y había que abrirse paso en medio de la maleza con machetes. A mitad de la ascensión, su hermana María Luisa y su padre Julio no pudieron seguir, abandonaron la marcha y regresaron.
Leonor continuó hasta el mismísimo Pico y sacó del cofre que se conservaba debajo de una piedra en lo alto el documento que, por tradición, dejaban siempre los últimos en subirlo retirando el de sus predecesores. Sacaron entonces el documento de Núñez Jiménez y su grupo y colocaron el de ellos. A Leonor le gusta contarlo porque cuando regresó a La Habana en avión desde Santiago, le esperaba una cantidad impresionante de escolares y personas para dar vítores por la hazaña. Fue famosa por dos semanas y hasta impartió conferencias en el Lyceum del Vedado y el propio Núñez Jiménez la invitó a la Sociedad Espeleológica para que narrara su experiencia.
Este mismo señor, que la agasajó tanto entonces, fue él que unos años después les confiscó todas las tierras que poseían.
Su otra hija, María Luisa Lobo Montalvo nació el 7 de abril de 1934. Se casó con el norteamericano John J. Ryan III (1927-2022, presidente de la Hershey Company) y tuvieron cuatro hijos: Victoria, John, Carolina y Alin.
María Luisa no paró de viajar a Cuba durante las décadas de los 80 y 90. Su libro “La Habana, Historia y Arquitectura de una Ciudad Romántica”, con prólogo de Hugh Thomas, es el fruto de todos esos viajes a la Isla.
Cuando María Luisa falleció el 9 de febrero de 1998 sus cuatro hijos viajaron a la Isla para esparcir sus cenizas en el Central Tinguaro, el predilecto de su padre y de la familia. Allí pudieron constatar del bien que había hecho su abuelo Julio a los pobladores del batey. Cómo dio becas y oportunidades de estudio y recordaron a su madre María Luisa haciendo la ronda con su padre por las escuelas y clínicas que fundara a beneficio de los trabajadores.
Antes de esparcir las cenizas invitaron al antiguo administrador del Central a que participara de la ceremonia y, ante el asombro de todos, introdujo sus manos en el recipiente y se restregó las cenizas por la cara, el pecho y su blanca camisa, como si quisiera agradecer tantas buenas acciones.
Julio a finales de 1940 fue hecho miembro del Comité Ejecutivo de la Asociación Nacional de Hacendados Cubanos.
Julio Lobo había sido el defensor más tenaz del principio “sin azúcar no hay país”.
El 20 de julio de 1946 constituyó la Corporación Aeronáutica Antillana S.A. El 18 de noviembre de 1958, obtuvo el control de la agrupación naviera Organización Vacuba. Dirigió la Compañía National Bonded Warehouses. Fue propietario principal de la Naviera Cubana del Atlántico y de la Corporación Inalámbrica Cubana S.A.
El 6 de agosto de 1946, Julio Lobo se dirigía a su casa de 5ª Ave. #3804 entre 38 y 40 de Miramar (su residencia familiar desde 1939 con su esposa María Esperanza Montalvo Lasa) tras cerrar la compra del ingenio azucarero Caracas (situado en Santa Isabel de las Lajas) cuando un auto se le acercó al suyo por la izquierda y sus ocupantes le dispararon con armas automáticas (parece ser eran los mismos que le habían exigido un pago de $50,000).
La edición del miércoles 7 de agosto del New York Times informó el atentado asegurando que su chofer resultó ileso y que Lobo no tenía vínculos políticos. Le extrajeron balas de las piernas y el pecho, pero una quedó en la base del cráneo.
Conducido al Hospital Angloamericano, en la calle 2 #352 esquina a 15 en El Vedado, los médicos que lo asistieron declararon el caso como de pronóstico reservado. Varias balas impactaron a Lobo en la cabeza y tenía lesionada la médula. No podía vaticinarse si sobreviviera o no a los disparos, pero si salía vivo era muy posible que su lado derecho quedase paralizado.
Pero Lobo se recuperó y pronto, y fue entonces que recibió las facturas de los médicos que lo atendieron. El Dr. Carlos Ramírez Corría, el eminente neurocirujano, pidió $25,000 por la trepanación del cráneo que tuvo que hacerle. El Dr. Antonio Rodríguez Díaz, el famoso cirujano le pidió $5,000, en tanto que el anestesiólogo el Dr. Servando Fernández Rebull solicitaba $500 y el también cirujano Dr. Hilario Anido Fraguedo reclamaba $600 por su trabajo de ayudante. El fisioterapeuta Arturo Pfeffer quería $1,000 por el tratamiento de rehabilitación al que sometió a Lobo durante seis meses.
Pero Lobo decidió por su cuenta rebajarles los honorarios a todos ellos. Estimó que $10,000 eran suficientes para Ramírez Corría, que Rodríguez Díaz debía conformarse con $2,000, Fernández Rebull con $300, Anido con $360 y $400 para el fisioterapeuta.
La reacción de los médicos no se hizo esperar. El anestesiólogo aceptó a regañadientes la rebaja, Rodríguez Díaz dijo que prefería no recibir un solo centavo a estar discutiendo sus honorarios como si fuese un bodeguero. Lobo le advirtió entonces que, si no aceptaba el dinero, lo donaría en su nombre a una institución benéfica. Ramírez Corría y Arturo Pfeffer asumieron una posición más realista, aceptaron lo que Lobo les ofrecía e invirtieron el dinero en la compra de colchones, sábanas y material gastable para el área quirúrgica del Calixto García que sufría carencias enormes pese a tratarse del hospital universitario.
Aquella intervención quirúrgica que practicó Ramírez Corría a Julio Lobo marcó un hito en la neurocirugía universal. El cráneo de Lobo estaba astillado y al visualizar las astillas clavadas en la parte blanda, Ramírez Corría las removió con la lengua para poder extraerlas.
Pronto los pormenores de aquella delicadísima operación fueron de conocimiento público dentro y fuera de Cuba. Jamás se había hecho algo similar en el mundo. Ramírez Corría al recordarla, decía que el atentado a Julio Lobo le había servido para hacer un aporte novedoso a la ciencia y a la humanidad.
Producto de aquello Julio Lobo caminaba cojeando, aunque aquello no pudo impedirle su atracción por las mujeres bellas de Hollywood como Joan Fontaine, la británica Merle Oberon y Bette Davis y hasta les propuso matrimonio a algunas de ellas.
En cierta ocasión ordenó que llenasen con agua perfumada una de sus piscinas para agasajar a la estrella de cine y diva del nado sincronizado Esther Williams.
A pesar de su riqueza, llevaba un estilo de vida sencillo. Trabajaba hasta 16 horas diarias y disfrutaba de la jardinería como hobby.
Desde el momento en que adquirió el central Tinguaro, Julio Lobo sintió especial predilección por él. Comenzó por modernizarlo por completo y lo convirtió en su sitio de descanso preferido, donde organizaba lujosas recepciones para los empresarios, políticos y artistas de Hollywood que a menudo lo visitaban como Esther Williams, Maurice Chevalier, Ginger Rogers, Joan Fontaine y Richard Burton, entre otros, era comidilla frecuente de la siempre indiscreta Habana.
Según su hija Leonor, su fortuna empezó a crecer en la década de 1940.
En 1955, presidió el Comité del Cincuentenario del Colegio de la Salle. Luego fue recibido en el Vaticano por el Papa Pío XII, en unión de sus hijas, Leonor y María Luisa Lobo Montalvo.
El “barón” Julio Lobo, pues había comprado este título, era un hombre rico y culto, amante de todo lo que se relacionara con la Revolución Francesa. Una vez le dijo a Leonor que a él lo que le fascinaba de Napoleón no era su genio militar sino su genio como estadista. También la manera en que sacó a Europa de la Edad Media pues, a pesar de que transcurría ya el siglo XIX, persistía el espíritu medieval en muchos ámbitos de la vida del Viejo Continente. Su pasión por Napoleón comenzó cuando a los 10 años su padre le regaló un autógrafo del emperador. La colección fue creciendo poco a poco gracias a la compra en subastas de muchos de los objetos que la conformaron. Leonor lo acompañó a varias subastas en Londres y París. Esta colección empezó a atesorarla en la casa del Vedado. En cuanto a la biblioteca, encargó a la bibliotecaria María Teresa Freyre de Andrade el procesamiento y clasificación de las obras que iba adquiriendo, además tenía la mayor biblioteca existente en el mundo sobre el azúcar.
Julio Lobo, aunque evitaba la política, era un firme opositor de Batista, en 1957 donó $50,000 a la Acción Libertadora, un grupo antibatistiano, parte de los cuales llegaron al Movimiento 26 de Julio.
El expreso político René Cruz Cruz nació en 1926 en el Central Pilar en Artemisa, era un empleado de confianza de Julio Lobo y el 1° de enero de 1959 recibió en su casa en el central una llamada del propio Julio para comunicarle la huida de Batista.
Un día, Julio Lobo, se topó con el camajuanense Bernardo Viera Trejo (1931-2008), reportero de la revista Bohemia y le dijo:
“Caramba, Vierita, usted es un periodista de mucho ingenio” El reportero le contestó: “Sí, Señor Lobo, pero daría todo mi ingenio por uno solo de sus ingenios azucareros”.
A pesar de ser un nacionalista ferviente, Lobo continuó invirtiendo y expandiendo sus colecciones de arte, confiado en su astucia, y no tomó precauciones suficientes para preservar su fortuna a diferencia de los Falla Bonet, quienes sacaron de Cuba al menos $40 millones en 1959.
Con la llegada del castrismo, Leonor y su esposo Jorge, intentaron salvar cientos de manuscritos y documentos. Una noche a las 3:00 a.m. le tocaron la puerta al embajador de Gran Bretaña (creo yo era Stanley Fordham) un solterón que daba muchas fiestas y asistía siempre a las de ellos, y quien ya le había invitado a tocar a su puerta en caso de aprietos. Abrió una criadita asustada que le dijo que a esa hora no podía despertarlo. Entonces ella le soltó dos o tres malas palabras y la obligó para que lo despertara, cosa que finalmente hizo. El embajador bajó al fin envuelto en una bata escocesa para recibirlos. Cuando le dijeron que habían metido en cajas que parecían de armamentos cientos de documentos de la colección de su padre y que necesitaba que se los cuidara para sacarlos del país, se aterrorizó y dijo que de ninguna manera podía ayudarnos.
Entonces, como a pocas cuadras quedaba la residencia del embajador de Francia (creo yo era Robert Du Gardier) ellos acudieron a él. Y a esa hora repitieron la gestión de tocarle a la puerta y muy amablemente, el francés accedió a guardarles aquellos valiosos documentos de la colección. El caso fue que nunca más supieron de la caja ni de su contenido, todo se perdió definitivamente.
Así y todo, pudieron sacar cientos de cartas y otros papeles a través del mulato Norberto, un hombre que se movía entre dos aguas, o sea, del lado de los fidelistas, pero que a la vez conservaba vínculos con muchas de las familias de la aristocracia porque había trabajado para Bacardí y sobre todo como mayordomo en fiestas y recepciones elegantes, antes de 1959. Leonor no supo cómo lo logró, pero gracias a él pudo sacar hacia España muchas de esas cosas.
Según Juan Clark en su libro “Cuba, Mito y Realidad” en marzo de 1959 Julio Lobo entregó a Rufo López Fresquet, ministro de Hacienda, $450,000 como anticipo de los impuestos a las utilidades, manifestándole al ministro su deseo de cooperar con el proceso revolucionario.
Julio Lobo hizo su fortuna dentro de Cuba y la invirtió en Cuba. Compró muchos ingenios que eran propiedades de los estadounidenses porque creía que eran los cubanos quienes debían de tener control del país. Son elementos de su vida que muestran que hubo un orgullo nacional entre cierta parte de los cubanos adinerados, que tenían también un gran patriotismo. Eso mata muchos de los clichés que ha proliferado FC sobre los miles de cubanos que fueron robados injustamente.
La madrugada del martes 11 de octubre de 1960, Julio Lobo fue citado por el Che Guevara a su despacho de presidente del Banco Central en la calle Aguiar #411, entre Lamparilla y Obrapía, en La Habana Vieja, cargo que ocupaba desde el 26 de noviembre de 1959.
Julio acudió al encuentro en su lujoso Chrysler negro y vestido con su elegancia característica. Guevara, de uniforme verde olivo y boina, comenzó la conversación advirtiéndole que el capitalismo en Cuba no tenía cabida. La respuesta de Julio Lobo fue: “Soy un capitalista y tú eres comunista y yo he sido capitalista toda mi vida”.
Guevara le contestó: “todas sus propiedades serían nacionalizadas por el Estado, pero le ofreció dejar en sus manos su central preferido, el Tinguaro, y su mansión capitalina a cambio de que pasara a dirigir la industria azucarera cubana”.
El Rey del Azúcar se quedó sin habla, luego le preguntó qué sucedería si se negaba, a lo que el Che le respondió: “Te dejo desnudo”. Y Lobo le dijo: “Los mejores momentos de mi vida los he pasado desnudo” y le pidió unos días para tomar una decisión.
Aquella misma madrugada llegó a su casa a las 3:00 a.m. y les dijo: “Comiencen a empacar”.
Al llegar a su oficina, le pidió a su secretaria ciertos papeles que guardó en su portafolio y le dijo: “es el fin”.
El primero en salir fue Julio Lobo, ellos lo acompañaron al aeropuerto, era el jueves 13 de octubre de 1960, en que tomó un avión con destino a México-Nueva York.
Julio, solía decir que los verdaderos disparos no los había recibido aquella noche de 1946, sino 14 años después y de boca de un argentino atorrante.
Como su esposo Jorge González era español, Leonor creyó estarían protegidos, pero eso no fue así. Decidieron esconderse en casa de una prima lejana y llamaron a Norberto, pues sabíamos que él hacía maromas para sacar a las personas del país. Les preguntó que hacia dónde deseábamos irnos, y ella le contestó: “a cualquier sitio, hasta la Conchinchina, por tal de salir de aquí”.
Entonces les dijo: “Mañana se van para el aeropuerto, discretamente, con una maleta pequeña, yo me reuniré con ustedes allí”.
Lo obedecieron, llegaron Jorge, ella y su hijo Boris de año y medio al aeropuerto de Rancho Boyeros que estaba abarrotado. Se pusieron en fila y observaron que, al final, justo antes de salir para la pista, había una funcionaria del G-2 chequeando los papeles y haciéndoles preguntas a cada uno. Y Norberto no llegaba, al fin llegó justo cuando la agente de Seguridad descubrió la identidad de Jorge y dijo que esa persona, no podía viajar. Fue entonces que Norberto le dijo: “Chica, este no es cubano es español” La funcionaria titubeó, pero Norberto la convenció y los dejó salir a la pista y subir, al fin, al avión.
Se fueron hacia el Norte, donde ya estaban instalados sus padres. No había cubano en el exilio que no creyera que en poco tiempo estaríamos de regreso a la Isla.
Julio Lobo, cinco años después de huir de Cuba y asentarse en Nueva York, especular en los mercados financieros era algo que sabía hacer muy bien y, cuando se marchó de Cuba, fue durante un tiempo, un Rey en Wall Street. Aunque nunca recuperó su antigua riqueza y casi todo lo que logró ganar en Wall Street lo perdió, fue entonces cuando decidió marcharse a España.
Leonor, Jorge y Boris estuvieron viviendo allí hasta 1966, cuando a Jorge le propusieron un buen puesto en Madrid y se mudaron a España. También Julio se fue a su segunda etapa del exilio, pero esta vez en Madrid donde su hija afirmó que vivió feliz y sin amargura. Primero en la calle Hermanos Bécquer (cerca del Paseo La Castellana) y luego en la calle Moreto. No con el esplendor de La Habana, pero tampoco modestamente.
El Dr. Rafael Sánchez Losada, Julio Lobo Olavarría, Enrique Tous Pons, Adolfo Fernández Arenas, Jesús Manzarbeitia Gurruchaga y Guillermo Arruza Inchausti, fundaron el 21 de mayo de 1966 el Centro Cubano de Madrid, localizado en la calle Claudio Coello #41, cerca de la Plaza de Colón. Lobo fue su presidente desde 1966 hasta 1971.
Julio se había divorciado de su esposa María Esperanza Montalvo hacía muchos años y se casó con la actriz alemana Hilda Kruger, pero esa unión duró apenas un año.
Finalmente, su salud se deterioró, los dos últimos años de su vida fue triste ver a un hombre tan lleno de energía acabar así, solo podía mover los ojos y la boca, su primera esposa, María Esperanza con la cual se reconcilió, lo visitaba a diario.
Julio Lobo murió el 30 de enero de 1983, a los 84 años, después de sobrevivir a tres infartos y al tiroteo de una banda de gánsteres en 1946.
A su entierro sólo asistieron seis personas: sus dos hijas, Leonor y María Luisa, su yerno Jorge González, Ramón Estapé, Roberto Fernández Riaño y Enrique Tous.
Está enterrado en la cripta de la Catedral de la Almudena junto a su hermana Helena y su cuñado Mario Montoro Saladrigas. Vestido con una guayabera y envuelto en la bandera de Cuba.
A su muerte, su fortuna se estimaba en $200,000.
María Esperanza, falleció en Madrid el 5 de noviembre de 2004.
Su nieto, John Ryan, hijo de María Luisa, recuerda los fines de semana con su abuelo en el sur de España: “Nos enseñó a todos mucho, era un luchador tremendo, no solo creó un imperio azucarero, sino que ayudó a Cuba con sentido cívico”.
Su hija Leonor lo recuerda, de baja estatura, como Napoleón, pero elegante, en su oficina de la calle O’Reilly, donde siempre tenía tres o cuatro guayaberas para poder cambiarse, un lacito o pajarita y un pantalón de hilo, completaban su atuendo diario.
Julio Lobo había comprado en la década de 1950 unos terrenos y se los regaló a Leonor y a María Luisa, como regalo de boda, en Vero Beach (a 82 millas o 132 km al Norte de West Palm Beach). Realmente eran 535 acres de manglares y pantanos inutilizables.
En 1969 un abogado amigo de la familia le advirtió a Leonor que el administrador de aquellas tierras estaba haciendo muy mal trabajo y hasta había falsificado su firma para apropiarse de algunos acres. Entonces Jorge decidió tomar cartas en el asunto y viajar a Florida para ocuparse de este asunto en el terreno.
Cuando llegaron en 1971 y vieron el lugar sufrieron una tremenda decepción. Allí no había nada, era un paisaje árido y casi lunar. Pero a Jorge su esposo, le encantó. Se dio cuenta del potencial del sitio en el que todo estaba por construir.
Leonor conoció al director de Saint Edward’s, una escuela privada, la primera de aquel lugar. Le propuso ser la profesora de Literatura y ella aceptó.
Mientras tanto, Jorge urbanizó todo aquello. The Moorings fue dragado y convertido entre 1971 y 1984 por mi esposo en lo que es hoy, una próspera comunidad frente al mar de más de 350 viviendas unifamiliares de lujo y 850 cabañas. Marinas para yates, reforzada por ocho millas de malecón.
Pasaje del Sur, fue el primer desarrollado construido en 1972. Luego fue el campo de golf y finalmente, en 1983, la Casa Club, que ofrece golf, tenis y membresías sociales.
El Moorings Club fue más tarde dedicado a Julio Lobo, el padre de Leonor, suegro de Jorge y abuelo de Boris quien asistió a la escuela San Eduardo donde su padre y su madre fueron profesores y hasta Leonor llegó a ser la directora del Departamento de Inglés.
En 1984 la familia González-Lobo vendieron The Moorings pero por allí se quedaron y aún después de 54 años siguen viviendo.
THE MOORINGS YACHT & COUNTRY CLUB and MOORINGS AT HAWK’S NEST
Nota. –El libro de John Paul Rathbone, The Sugar King of Havana: The Rise and Fall of Julio Lobo, Cuba’s Last Tycoon (El Rey del Azúcar de La Habana: ascenso y caída de Julio Lobo, el último magnate de Cuba).
Estos eran los negocios de Julio Lobo en 1959
A.- Compañía Azucarera Gómez Mena S.A.- Bajo esta Compañía, estaban todos sus centrales.
1.-Central San Antonio. Lo compró en 1958. 68° central en capacidad de producción con 267,000 @ diarias, un rendimiento (RI) de 12.66, 2,610 trabajadores y 383 caballerías de tierras sembradas de caña propias. Situado en Aguacate en La Habana.
2.-Central Araujo. Lo Compró en 1953. Era el 88° en capacidad de 220,000 @, un RI de 12.32, con 2,780 trabajadores y 326 caballerías propias, situado en Manguito, Matanzas.
3.-Central Cabo Cruz S.A. Lo compró en 1943. Era el 129° en capacidad de producción con 180,000 @, un RI de 12.72, 1,650 trabajadores, una destilería, 137 caballerías propias, situado en la Ensenada de Mora en Pilón, Oriente.
4.- Central El Pilar S.A. Lo compró en 1953. Era el 66° en capacidad con 270,000 @, RI de 12.27, 3,000 trabajadores, 329 caballerías propias situado en Artemisa, Pinar del Río.
5.- Central Escambray S.A. Lo compró en 1926. Fue el primer central que compró la familia. Era el 143° en capacidad con 160,000 @, RI de 13.72, 2,130 trabajadores, situado en Fomento, Las Villas.
6.-Central Hershey Corporation. Lo compró en 1958 por $24.5 millones en sociedad con Dr. Pedro Grau Triana (1894-1979 el promotor del Túnel de la Bahía y de las tierras al Este) este y el Rosario fueron los últimos que compró. Era el 14° en capacidad con 650,000 @, Un RI de 12.95, 6,450 trabajadores y la mayor refinería del país, con 2,000 caballerías propias y situado en Santa Cruz del Norte, La Habana. Planta de refinar aceite de maní. Piensos de harina de maíz, henequén y sus desperdicios para rellenos de colchones y tapicerías.
7.-Central La Francia S.A. Lo compró en 1950. Era el 86° en capacidad con 200,000 @, RI de 11.70 (uno de los mejores de Cuba), 750 trabajadores, 1.088 caballerías propias, situado en Los Palacios, Pinar del Río.
8.- Central Perseverancia S.A. Lo compró en 1951. Era el 34° en capacidad con 400,000 @, un RI de 12.50, 3,500 trabajadores, 1,261 caballerías de tierras propias, situado en Real Campiña, Las Villas.
9.- Central San Cristóbal S.A. Lo compró en 1944. Era el 56° en capacidad con 300,000 @, un RI de 12.15, con 2,500 trabajadores, con una refinería muy buena, 4 caballerías solamente propias y situado en San Cristóbal, Pinar del Río.
10.-Central Tinguaro S.A. Lo compró en 1943. Era el 31° en capacidad con 450,000 @ un RI 12.71, con 2,400 trabajadores y 558 caballerías propias, situado en Perico Matanzas. Era su Central preferido, lo modernizó y donde junto a su familia pasaban mucho tiempo libre. El 26 de mayo de 1957 volvió a ser saboteado e incendiado. El primer incendio fue en enero de 1943.
11.-Central El Tánamo. Lo compró en 1951. El 44° en capacidad con 370,000 @ diarias, un rendimiento de 12.40, con 3,160 trabajadores, la 13ª refinería, 3,833 caballerías propias situado en Cayo Mambí, Oriente.
12.-Central Niquero. Lo compró en 1948. Era el 57° en capacidad con 280,000 @ y el RI más bajo con 10.84, 5,600 trabajadores y 33 caballerías propias situado en Niquero, Oriente.
13.-Central Rosario. Lo compró en 1958. Era el 109° en producción con 200,000 @, RI de 12.12, 1,750 trabajadores y 582 caballerías propias, situado en Aguacate, La Habana.
14.-Central Hormiguero S.A.-En Sociedad con Fernando de la Riva. En San Fernando de Camarones en Las Villas. Era el 41° en capacidad de producción con 450,000 @ diarias, un 12.63 en Rendimiento y 3,300 trabajadores.
15.- El Central Parque Alto. Lo compró en 1952. Era el 134° en capacidad con 170,000 @ diarias, un bajo RI de 12.40, con 1,650 trabajadores y 46 caballerías de tierras propias, situado en Rodas, Las Villas. Sus antiguos dueños le llamaron Angelita desde 1949 a 1955.
Nota. – Eran 7 los centrales donde Julio Lobo era el único propietario y 8 donde tenía algún asociado minoritario en 1959, porque él tuvo otros, pero en 1959 ya no eran de su propiedad.
Su capacidad de molida en sus centrales era de 4,367,000 @ diarias. De los 161 centrales en toda la Isla en 1959, estaban en manos cubanas 121, o sea el 75% eran cubanos.
B.- El Banco Financiero. Desde el 9 de diciembre de 1952. En O’Reilly y San Ignacio, con 13 sucursales, 86 empleados y era el 16° banco de acuerdo con sus depósitos de $12,057,000.
C.- Corporación Aeronáutica Antillana S.A.- En sociedad con Jorge Rafael Fowler el propietario del Central Narcisa en Yaguajay, Las Villas. Una Aerolínea local de pasajeros entre Manzanillo, el Central Niquero y El Pilón, ambos de su propiedad, así como de éstos hasta el Central Francisco y la ciudad de Camagüey. Creada el 20 de julio de 1946.
D.- Corporación Inalámbrica Cubana S.A.- Empresa de radiocomunicaciones telegráficas y telefónicas, situada en San Juan de Dios #112 en La Habana. Su presidente era Juan Luis Montalvo Saladrigas un Representante a La Cámara y primo de su esposa-divorciada, María Esperanza Montalvo.
E.- Compañía del Ferrocarril Cubano de Hershey. – Servicio de ferrocarril público de 190 km de vía ancha en trenes eléctricos que hacen la ruta entre Casablanca y Matanzas, con ramales a Bainoa, Santa Cruz del Norte, Jaruco el cual además enlazaba los centrales San Antonio y Rosario con la refinería del Hershey a donde enviaban sus azucares. Fundado en 1910 por Mr. Milton S. Hershey. Siete salidas diarias y 130 km de líneas privadas para servir a los centrales con una estación de gobierno manual en Hershey y 2 subestaciones automáticas en Elisa y Margot. Su planta eléctrica estaba equipada con sendas calderas que quemaban bagazo y petróleo respectivamente para suministrar energía además al central, la refinería y a otros pueblos hasta 40 km a cada lado de la línea.
F.- Galbán Lobo Trading Company S.A. Importadores y exportadores de azúcar, refracción, consignatarios de barcos, representantes de compañía de seguro, administración de bienes y otras actividades, con dirección en San Ignacio #104-108, La Habana. Realizaban del 35% al 60% de las ventas de azúcar cubano, así como del 60% del refino hacia EE. UU.
G.- National Bonded Warehouses Company. Almacenes de azúcar en los bateyes de 21 centrales (de éstos 11 eran de su propiedad o donde tenía intereses y otros 10 no) y en un puerto de embarque de éstos. Oficina en San Ignacio #104 La Habana.
H.- Compañía General de Seguros La Unión de Azucareros. Aquí tenía intereses solamente.
I.- Compañía Petrolera Mariel S. A.
J.- West Indies Sugar Company. Poseía el 25% de sus acciones de esta prestigiosa firma norteamericana.
K.- Compañía Naviera Cubana del Atlántico S.A.
L.- Línea de Navegación Golfo Cuba S. A.
M.- La Naviera Cubamar S.A.
N.- Operadora Marítima Unión S.A.
O.- Poseedor de la Mayor Colección sobre Napoleón Bonaparte. Su biblioteca napoleónica comenzó a organizarse en 1954, contando, entre otra, con la asesoría de María Teresa Freyre de Andrade, su amiga personal. Su colección estaba compuesta por biografías, manuscritos, láminas, hemeroteca de periódicos y revistas, correspondencia, atlas, monografías, diccionarios, partituras, diarios de campañas, fotos y documentos oficiales. Se hizo un catálogo que nunca fue editado. Contaba con 2,321 registros de 1,356 autores. En 1958 las piezas que tenía en almacenes de Nueva York fueron traídas para La Habana, sin sospechar lo que el destino le deparaba. La mayor parte de la colección de Julio Lobo (entre 7,000 y 8, 000 piezas) están desde el año 1961, en el “Museo Napoleónico de La Habana”, situado en San Miguel y Ronda, antigua residencia de Orestes Ferrara. Otro grueso de la colección de su biblioteca se encuentra en los fondos de la Biblioteca Nacional. Solamente Dios sabrá cuantos cuadros u obras de arte que se robó FC, los habrán vendido fuera de Cuba o regalados a rusos como guataquería.
P.- Coleccionaba cuadros de pintores famosos como: Leonardo Da Vinci, Rafael, Miguel Ángel, Goya, Bartolomé Esteban Murillo, Diego Rivera y Salvador Dalí, entre otros, que FC le robó el 14 de octubre de 1960, al otro día de haberse ido.
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