Tomás Fernández-Roces y Ana María García, se casaron y tuvieron 10 hijos (Bisabuelos de Pepín), dos de ellos Manuel y Pedro emigraron a Cuba a principios del siglo XIX y en 1820 ya estaban bien encaminados con su negocio de tabaco. Otra hija fue Bárbara y otro de esos hijos Antonio Fernández-Roces García que al casarse con Francisca Cimadevilla tuvieron 4 hijos (Abuelos de Pepín): Pedro (1835-1903), Josefa (1836-1905), Gregorio (1838-1921) y Antonio (1850-1935).
Al casarse Josefa Fernández-Roces Cimadevilla con Francisco Rodríguez Díaz (1836-1916) para constituir una humilde familia de agricultores que tuvieron 4 hijos también: Bibiana (1864), José “Pepín” (1866), Francisco “Pancho” (1868) y Josefa (1871).
José Rodríguez Fernández-Roces (Don Pepín) nació el 3 de marzo de 1866 en Colloto, a unos pocos kilómetros al este de Oviedo, en Asturias.
Pedro, el hermano mayor de Josefa, emigró a Cuba a los 15 años, en 1850, logrando en poco tiempo crear un pequeño pero próspero negocio tabaquero. Poco después, sobre 1860, llegó a la Habana su hermano menor, Antonio, el cual, después de recibir una excelente formación (hablaba bien inglés), se incorporó a los negocios familiares. Ambos continuaron los negocios tabaqueros familiares en Cuba, ampliando sus contactos y relaciones con otros industriales del ramo.
Estos dos tíos, Pedro y Antonio fueron quienes recibieron y encaminaron a Pepín porque su madre Josefa y su otro tío Gregorio nunca abandonaron el terruño.
Bárbara, una tía abuela de Pepín se casó con González del Valle y su hijo Anselmo era primo de Pepín.
Anselmo llegó a Cuba en 1840 y desde ese momento entró en el negocio del tabaco, pero sería en 1851 cuando dio su gran salto estratégico al unir sus intereses a los de otro tabaquero cubano de gran renombre, Manuel González Carvajal, mediante el matrimonio con su hija menor, Mª de Jesús de la Merced González Carvajal y Cabañas, y así pasar a dirigir la prestigiosa fábrica Hija de Cabañas y Carvajal, que en 1858 pasaría oficialmente a ser de su entera propiedad.
Su fábrica le daba trabajo a una buena cantidad de compatriotas asturianos, también a nuestro joven Pepín Rodríguez a través de Antonio y Pedro Fernández-Roces Cimadevilla (primos de Anselmo y tíos de Pepín), que se incorporaron al accionariado de la fábrica. Ambos fueron hombres de confianza de Anselmo y a su fallecimiento, en 1875, compraron una parte de las acciones a sus dos hijos, herederos de su fortuna, que residían en España y no les importaba los negocios de la familia.
De todo esto podemos deducir que buena parte de estos emigrantes a Cuba fueron ayudados directa o indirectamente por familiares o amigos que años atrás se habían abierto camino en aquella colonia española. Estos compatriotas no solían olvidarles y los recibían con cariño desde pequeños, haciendo de tutores y protegiéndolos hasta que aprendían un oficio que les permitiera comenzar a trabajar en puestos bien remunerados, como eran por aquellos años las prósperas fábricas de tabaco cubanas.
Pero no todos los que regresaron a España fueron triunfadores, ni todos los que llegaron a Cuba lograron hacer fortuna.
Desde que en 1818 el asturiano Francisco Cabañas inscribió la primera marca comercial de tabaco que se haya registrado y salvo una etapa inicial de gran protagonismo catalán, el negocio del tabaco estuvo en poder de la inmigración asturiana, como lo fueron en buena parte el comercio, los grandes almacenes y bastantes bancos de la Isla. Los titulares de tales negocios, sobre todo los tabaqueros fueron los principales socios del poderoso e influyente Centro Asturiano de La Habana (1887) y fueron los asturianos los que controlaron la Unión de Fabricantes de Tabaco desde la segunda mitad del XIX y la Asociación de Fabricantes Exportadores de Tabaco en la primera mitad del XX. La gran patronal tabaquera cubana era asturiana casi en su totalidad.
Ahora volvamos a la historia de Pepín.
En 1875, Pepín era un niño de 9 años, la familia pasaba por momentos muy difíciles, trabajando la tierra no quedaba más remedio que pensar en emigrar hacia América y por eso aprovechando un viaje del tío Antonio, el hermano menor de su madre Josefa que ya llevaba 15 años en La Habana, el 4 de mayo de 1875, Pepín pudo viajar junto a su tío, quien enseguida que llegó lo puso a estudiar en uno de los mejores colegios de la capital de la Isla. Luego continuó su formación académica en los EE.UU.
Al regresar Pepín a Cuba con muy buenas calificaciones y con dominio del inglés, sus parientes quisieron conociera las distintas etapas de la elaboración del tabaco por eso fue pasando por: rezagador, despalillador, escogedor, fileteador, torcedor, etc. Trabajando en diferentes fábricas de cigarros como la pequeña fábrica de su tío Antonio, en Hija de Cabañas y Carvajal y Pila del Hercón, una de sus marcas secundarias. Recordemos que ya el primo Anselmo había fallecido.
Pepín en 1888 fundó la marca La Pepa y cuatro años después la vendió a muy buen precio. Al año siguiente conoció a otro empresario tabaquero español, José Fernández Rocha con el que entabla una fructífera amistad. Como fruto de esta amistad participó en la creación de las marcas Bolívar y La Gloria Cubana y participó en el capital de la firma de J. Rocha y Cía. compuesta por José Fernández Rocha y Rafael García, negocios que abandonó para asumir un puesto de directivo como gerente de exportaciones en la fábrica Hija de Cabañas y Carvajal, al que se dedicaría durante más de 20 años.
En esos años, Pepín se casó con Altagracia Pellicer, con la que tuvo dos hijas: Aurora (1888-1912) que falleció muy joven por una enfermedad pulmonar y María Luisa (Maruja).
En 1903, Pepín tiene 37 años y está a punto de dar su gran salto empresarial.
Pepín había trabajado en una plantación de tabacos, era un profundo conocedor de los procesos de elaboración de tabacos torcidos, había dirigido una fábrica de tabaco de pequeño tamaño, había llegado a representar en el extranjero los intereses de la prestigiosa firma Hija de Cabañas y Carvajal como director comercial y, cosa muy importante, disponía de una enorme cantidad de contactos. Estaba, pues, preparado para dar el gran salto y lograr su largamente esperado sueño: poseer una firma de tabaco propia.
Cuentan que en 1902, Leopoldo González-Carvajal vendió su fábrica Hija de Cabañas y Carvajal a la compañía American Tobacco Co, Pepín presentó la renuncia a su cargo en la empresa. Éste le rogó que la retirara y siguiera en su empleo para que la producción no sufriera quebranto durante los dos años que duraría el traspaso del negocio a los americanos. Pepín accedió, pero tan pronto como se incorporó su nueva gerencia, presentó su renuncia con carácter irrevocable. El nuevo jefe de la compañía tratando de convencerlo llegó a poner en sus manos un talonario de cheques en blanco, Pepín se lo devolvió diciendo: “He resuelto marcharme definitivamente, ya que estoy decidido a comprar una fábrica de tabacos y trabajar para mí”.
Fundación de la marca Romeo y Julieta
El 22 de febrero de 1876 los asturianos Inocencio Álvarez y José García “Manín” fundaron la marca de tabacos Romeo y Julieta, en la calle San Rafael # 87.
Inocencio Álvarez siempre insistía en contratar a los mejores torcedores, primando por encima de todo la calidad de sus tabacos, así como su presentación y por eso dirigía personalmente todas las labores, señalando diariamente las clases de tabaco que se habían de mojar, ordenando las ligas de las tripas, revisando la escogida, los secaderos, el rezagado, etc. Mientras que Manín García tenía las ideas y la visión empresarial necesaria para conseguir en pocos años el éxito y lo lograron gracias a una decisión simple pero eficaz, que consistió en tener claro que: “Para conseguir un buen puro era necesario un buen tabaco en rama”.
Al principio como no disponían de vegas o plantaciones propias, se vieron obligados a comprar tabaco en las subastas, algo complicado e inestable, los precios fluctuaban y la calidad era muy difícil de asegurarla. A Manín se le ocurrió enviar trabajadores contratados como espías, para poder observar en el terreno como se producían las hojas, los problemas que afectaban a los cultivos, como sequías, plagas, errores en los procesos de recolección o manipulación, etc. De este modo, basándose en dichos informes, eran capaces de tomar las decisiones correctas sobre la calidad del tabaco a comprar, asegurando al máximo la calidad de sus futuros productos. No pasó mucho tiempo para que los fumadores comenzaran a notar la diferencia entre un tabaco normal y el sabor y aroma de los elaborados por Romeo y Julieta.
Llevaban 9 años, cuando en 1885 el también asturiano Donato Argüelles del Busto (1856-1933) se casó con Julia Álvarez, hija de Inocencio, entonces siendo su yerno empezó a dirigir y a participar con partes de las acciones de la empresa. Quizás por este hecho, en 1886, Manín abandonó Romeo y Julieta, coincidiendo con la mudada de San Rafael para Ánimas #129.
En 1900 Inocencio Álvarez le vendió sus acciones a Prudencio Rabel (el marqués de Rabel) que, al poco tiempo, la volvió a traspasar a la Sociedad Rodríguez Argüelles y Cía., con Pepín Rodríguez a la cabeza.
Donato había llegado a Cuba en 1870, luego en 1875 viajó a Nueva York hasta regresar a Cuba en 1878 y desde entonces era amigo de Pepín Rodríguez.
Ramón un hijo de Donato se casó con Dinorah una hija de Melquiades Álvarez el fundador en 1912 del Partido Reformista de España (donde participaron Manuel Azaña, José Ortega y Gasset, Benito Pérez Galdós, Donato Argüelles y Pepín Rodríguez).
Romeo y Julieta estaba controlada por los hermanos Donato y Ramón Argüelles quienes al observar que el suegro vendió sus acciones a Rabel, prefirieron buscar un mejor socio. Así entrarán en contacto con Pepín y con los hermanos Fernández-Roces.
Donato y Pepín fueron amigos inseparables durante toda su vida, aprovechaban cualquier momento para encontrarse, lo mismo en La Habana como en Colloto o en París.
La relación familiar de Donato con Inocencio Álvarez (yerno) unido a su estrecha amistad con Pepín Rodríguez desde que se conocieron en su primer viaje a Cuba, consolidada con el paso del tiempo y mantenida durante toda la vida, debió ser de importancia capital para la existencia de estrechos contactos con los socios de Romeo y Julieta y así hacer posible la compra de la empresa por parte de un grupo de accionistas formados, entre otros, por miembros de las dos familias: los Fernández-Roces (Pepín y su tío Antonio) y los Argüelles del Busto (los hermanos Ramón y Donato).
En los mejores momentos de esta primera etapa, la fábrica llegó a tener unos 200 operarios que lograban elaborar manualmente 20,000 tabacos al día.
Para gestionar su compra, crearon en 1903 la sociedad Rodríguez, Argüelles y Cía. cuyos socios fundadores fueron José “Pepín” Rodríguez Fernández-Roces, Donato y Ramón Argüelles del Busto, Antonio Fernández-Roces y Baldomero Fernández, con Pepín Rodríguez de presidente y Ramón Argüelles como vicepresidente.
Con la entrada de Pepín, Romeo y Julieta llegaría en pocos años a su máximo esplendor.
En 1904 adquieren para su fábrica el edificio situado en la calzada de Belascoáin # 2A y 2B (actualmente # 152), en la manzana delimitada por Belascoáin (Padre Valera), Concordia, Virtudes y Lucena, del que eran ya arrendatarios. Estos terrenos estaban ocupados hasta entonces por una de las plazas de toros de la ciudad. Como curiosidad cabe resaltar que la taquilla donde se vendían las entradas para las corridas fue utilizada durante años por la fábrica para pagar sus haberes a los trabajadores.
El edificio se remodeló entre 1903 y 1905 añadiéndole una planta más en altura, volviéndose a ampliar en 1913. Tenía tres niveles con una altura de 15 metros y ocupaba un área de 2,124 m² con instalaciones amplias y bien ventiladas, siendo una de las mayores fábricas de tabacos de La Habana.
En 1907 crearon una nueva sociedad, Romeo y Julieta, Fábrica de Tabacos, en la que continuó José “Pepín” Rodríguez como presidente y su socio Ramón Argüelles del Busto como vice.
Como se volvieron a quedar pequeños y abrieron sucursales en Artemisa y Güira de Melena.
María Luisa Rodríguez Pellicer, conocida por Maruja provocó la separación del matrimonio del pianista y compositor Joaquín Nin Castellanos (1879-1949) con la cantante de ópera, Rosa Culmell Vaurigaud (1871-1954), ambos muy amigos de Pepín y padres de Joaquín y Anais.
Maruja y Joaquín se fueron para París en 1912. Esta dolorosa situación causó una ruptura de Pepín con su ya única hija. Con el tiempo, Altagracia logró suavizar la separación poco a poco.
Pepín continuaba viajando para promocionar sus productos en los principales mercados de Europa, Sudamérica y sobre todo los EE.UU., llegando a vender la totalidad de la producción de sus fábricas.
Entre 1903 y 1916, Romeo y Julieta aumentó su producción de 2 a 18 millones de tabacos al año.
En 1918 producía unos 25 millones de tabacos con unos 1,500 empleados.
La fama y prestigio de sus habanos no tenía fronteras, uno de sus grandes fumadores era Winston Churchill.
En esta nueva etapa se crearon nuevas marcas a añadir a las que ya tenía Romeo y Julieta.
Pepín fue uno de los empresarios españoles (asturiano) más importante desde comienzos del Siglo XX, además del vendedor extranjero que más tabaco vendió entre 1903 y 1912.
Don Pepín habría sido en nuestros días un publicista de primera magnitud. Todas las campañas de publicidad que se utilizaron para promocionar sus marcas fueron de su propia creación.
Como veremos, su gran mérito fue liderar la compra de la fábrica Romeo y Julieta, que en ese momento no pasaba de ser una pequeña marca de cigarros (aunque con cierto prestigio), para en pocos años lograr, con astucia e imaginación, hacerla famosa mundialmente en dura competencia con los Trust americanos, que por entonces intentaban hacerse con el monopolio del tabaco cubano.
En 1905, Donato Argüelles abandonó definitivamente Cuba y fijó su residencia en Gijón donde colaboró siempre en el desarrollo del progreso local, participando en múltiples iniciativas, como la fundación de la Estación de Salvamento de Náufragos y la Asociación de Caridad. Socio de Honor y delegado local del Centro Asturiano de La Habana. Estaba en posesión de la Gran Cruz de Beneficencia y la de Isabel la Católica.
Participó activamente en la vida política de la ciudad, primero como republicano y luego como miembro del Partido Reformista de Melquíades Álvarez, siendo concejal y alcalde de Gijón entre 1909 y 1911.
Por otra parte, Pepín Rodríguez pasaba los veranos en Asturias y en París donde adquirió la lujosa Villa Montmorency, en el corazón aristocrático de París, aún hoy en día residencia de millonarios y personajes famosos, entre ellos una numerosa colonia de asturianos. Allí pasó largas temporadas con su familia, dejando al mando operativo de la fábrica a su socio principal y vicepresidente de la compañía Ramón Argüelles Busto. También incorporó en 1912 a su sobrino Hipólito García Rodríguez al negocio tabaquero para su formación en la idea de que más adelante fuera su relevo natural.
En algún momento anterior a 1926 cuando su fábrica Romeo y Julieta estaba en su máximo esplendor, se disolvió la sociedad Rodríguez Argüelles y Cía., que pasó a denominarse Romeo y Julieta S.A., Sucesores de Rodríguez, Argüelles y Cía., que en su versión anglosajona sería Romeo y Julieta Cigar Factory Ltd.
En 1930, Ramón Argüelles decidió alternar su tiempo entre Madrid y La Habana, dejando la gestión definitivamente en manos del sobrino Hipólito García Rodríguez, el hijo de Bibiana, la hermana mayor de Pepín, que se incorporó a la firma como vicepresidente en representación de su tío, ayudado por el hijo de Donato Argüelles.
En 1934, Romeo y Julieta ocupaba el segundo puesto en ventas de cigarros habanos detrás de Partagás, del asturiano Ramón Cifuentes.
Don Pepín fue uno de los “últimos supervivientes” de la edad de oro de la industria tabaquera cubana, que supo mantener su fábrica independiente de los todopoderosos grupos económicos, que en Cuba, era conocido como los independientes, cuando muchas marcas tabaqueras cubanas se rendían ante los grandes Trusts o monopolios americanos.
El prestigioso industrial tabaquero Gustavo Bock, delegado por esos grupos quiso comprarle Romeo y Julieta a don Pepín. Fue tanta la insistencia que Pepín le preguntó: ¿Ud. sería capaz de vender a su hija?, Bock respondió: “Ni por todo el oro del mundo”, aprovechando esta respuesta Pepín puso punto final al acoso: “pues para mí, Romeo y Julieta es como una hija y mientras yo viva, no quiero que, en el mástil colocado en lo alto de la fachada, en el cual ondea gallarda y airosa la bandera de la estrella solitaria, pueda ser izada la de ningún otro país, y no hay dinero en el mundo para comprar mi libertad de industrial tabaquero”.
En su primer viaje a Europa, ya en posesión de la marca Romeo y Julieta, quiso adquirir el famoso Palazzo di Capuletto de Verona, donde protagonizaron sus amores los célebres amantes Romeo y Julieta en la tragedia de Shakespeare, pues había ideado organizar allí una feria permanente de cigarros y un salón de fumadores para los admiradores de sus productos.
Después de largas conversaciones con las autoridades de Verona y ante la oposición de la prensa y los intelectuales, al final tuvo que conformarse con montar una pequeña caseta o kiosco, una obra de arte pues fue realizado expresamente para él con las mejores maderas preciosas cubanas. Allí expuso los muestrarios de sus vitolas y obsequiaba con un habano de su marca Romeo y Julieta a todo visitante del Palazzo di Capuletto y podían adquirir los afamados tabacos Romeo y Julieta.
Era de dominio público su afición a las carreras de caballos, concursando en numerosas competiciones internacionales con su yegua pura sangre a la que, en su afán propagandístico, bautizó con el nombre de Julieta.
Pepín, hombre de incansable actividad, clara inteligencia y gran espíritu de empresa, no sólo destacó en el mundo de los negocios, sino que prestó su concurso entusiasta a diferentes obras sociales y benéficas, figurando entre los fundadores del Centro Asturiano de La Habana, como socio #4; socio #1 del Casino Español de La Habana, socio # 4 del Country Club y del Habana Yacht Club.
Pepín, aunque residía en La Habana, nunca olvidó su Colloto natal donde regresaba siempre que podía.
Tiene una estatua como homenaje del pueblo de Santa Eulalia de Colloto, realizada por el afamado escultor Josep Clara.
Allí fundó escuelas, las cuales llevan su nombre. Escuelas innovadoras en su época en cuanto a medios e instalaciones. Allí acudió como profesor el reconocido abogado y escritor Manuel Sánchez Fresno, cargo que desempeñó desde 1911.
Desde 1990, un grupo de exalumnos se reúnen en una comida y depositan una corona de laurel en la escultura a Pepín, recordando a las escuelas donde se formaron y a su fundador.
Entre sus obras de caridad está la primera carretera que unió Roces con Colloto, además de otras obras de caridad en La Habana.
Don Pepín obtuvo la Gran Cruz de la Orden de Alfonso XII en 1913.
Falleció el 4 de octubre de 1954, a los 88 años, atesorando una gran fortuna, tras pasar 10 largos años de estancia fija en la Clínica del Sagrado Corazón en 21 #864 entre 4 y 6 en El Vedado, soportando resignadamente una larga y cruel enfermedad, donde tres enfermeros se turnaban continuadamente para no dejarle nunca solo.
A su muerte, su querido sobrino Hipólito, que le atendió amorosamente en su larga enfermedad, y que era como un hijo para él desde el fallecimiento de su padre cuando solo tenía 14 años, heredó la fábrica convirtiéndose así en el mayor accionista de la firma. Su hija María Luisa (Maruja) Rodríguez Pellicer heredó solo propiedades y dinero, pero nada de la fábrica ni del patrimonio relacionado con la industria del tabaco. Una parte de las acciones restantes de Romeo y Julieta quedaron repartidas entre los descendientes de las familias Rodríguez-Roces y Argüelles del Busto.
Luego que Romeo y Julieta fue robada por Castro I, su sobrino Hipólito García Rodríguez y último presidente volvió a Asturias con una pequeña parte de su fortuna y tras residir durante un breve período en Colloto, en la casa de su tío Pepín, se trasladó a Oviedo donde falleció en 1973.
Con la muerte del último dueño de Romeo y Julieta se puso fin a la historia de esta legendaria marca de cigarros netamente cubana e independiente.
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