JOSÉ RAÚL CAPABLANCA Y GRAUPERA

Written by Libre Online

19 de noviembre de 2024

POR JORGE QUINTANA (1954)

EL 19 de noviembre de 1888 –hace ahora justamente ciento treinta y seis años –nació en el Castillo del Príncipe, en La Habana, donde su padre estaba alojado como oficial del ejército español, una de las figuras más insignes del ajedrecismo mundial: José Raúl Capablanca y Graupera. 

Por la época en que nació el movimiento ajedrecístico cubano había ganado significación e importancia, llegando a ser la pasión de muchos de los hombres notables. Carlos Manuel de Céspedes, en 1855, había publicado en las columnas de “El Redactor”, de Santiago de Cuba, su traducción de las “Leyes del Juego de Ajedrez”. 

José Martí gustaba del juego con verdadera afición y algunos investigadores de su vida en México, como José de J. Núñez y Domínguez, han publicado alguna partida de ajedrez jugada en tierra azteca por el que después sería Apóstol indiscutido de nuestras libertades. Andrés Clemente Vázquez, abogado, periodista y novelista que tan eminentes servicios prestara en la diplomacia mexicana, entre ellas la Subsecretaría de Relaciones Exteriores, desempeñando el Consulado de México en su patria nativa, no solo se destacó como brillante jugador, sino también como notable escritor de temas ajedrecísticos. Manuel Márquez Sterling se destacó también notablemente en este difícil arte de dominar al “Juego-Ciencia”. 

Pero ninguno –ni antes ni después– ha llegado a la genialidad de José Raúl Capablanca, que logró inscribir el nombre de su patria al conquistar el campeonato mundial, manteniéndolo invicto algunos años, entre los pueblos cultos que aman al ajedrez.

Tres años antes de nacer Capablanca se había fundado el Club de Ajedrez de La Habana. Cinco años tenía el futuro campeón del mundo cuando ya llamaba la atención de su padre, que era también un aficionado al “Juego-Ciencia”. De la mano de éste fue al Club de Ajedrez que se hallaba a la sazón instalado en los altos del “Anón del Prado”, en Prado entre Neptuno y Virtudes. 

A los diez años de edad ya figuraba entre los mejores ajedrecistas de la isla. Había logrado evidenciar un talento prodigioso, revolucionando muchas de las tácticas empleadas, al obligar a cambiar variantes, que eran el producto de muchos años de análisis, estudio y observación de los más hábiles especialistas en la materia. 

Más de una vez sorprendió a sus adversarios haciendo entrega de piezas que le auguraban una segura derrota, para resultar, a la postre, el vencedor. En las simultáneas fue un verdadero maestro llegando a jugar trescientos cincuenta competidores. Otros de sus récords fue el de no haber perdido un juego en un período de diez años. Estas han sido marcas muy difíciles de superar aún en la actualidad.

A los dieciocho años derrotó en Nueva York al campeón norteamericano Frank J. Marshall. Cuatro años más tarde obtenía el primer premio en el Gran Torneo Internacional de San Sebastián, España. En ese mismo año derrotaba al célebre campeón mundial Dr. Lasker. 

En 1913 quedaba en segundo lugar en el único Torneo Internacional de Ajedrez celebrado en Cuba. En abril de 1921 obtenía el primer lugar en el Torneo Internacional celebrado en Nueva York, siendo proclamado campeón del mundo. Fue este el período más brillante de su vida ajedrecística. 

Por seis años mantuvo aquella preeminencia, siendo, al fin, derrotado por el Dr. Alekhine, en 1927. El gobierno del general Machado le despojó del único cargo que se le había dado para vivir, el de cónsul de la República de Europa. En 1934 el gobierno del coronel Carlos Mendieta le nombró agregado comercial de Cuba en Europa. Trató entonces de reiniciar un nuevo período que le devolviese el campeonato perdido, pero a pesar de toda la brillantez de su juego, parece que había perdido facultades, porque aún en 1937 logró lucirse en Moscú, al año siguiente sufría una derrota en Nottingham, al quedar en el penúltimo lugar. Fue, en verdad, una evidencia de su caída, pues fue la única vez que había quedado, en un concurso internacional, en un lugar inferior al tercero.

Cuatro años después –el 8 de marzo de 1942– mientras presenciaba como espectador una partida de ajedrez en el Manhattan Chees Club, de Nueva York, moría víctima de un fulminante ataque cardíaco, este cubano insigne que supo dar a su patria días espléndidos de gloria muy legítima. Su hermano, el doctor Ramiro Capablanca, brillante figura del derecho municipal murió en igual forma, dos años después, siendo gobernador provincial de Las Villas, cuando informaba en una comisión de las Cámara de Representantes.

José Raúl Capablanca fue un cubano cordial, sencillo, afable. Era el típico grande hombre, que seguro de su talento, no hacía gala del mismo en forma ostensible e inoportuna. En la historia del ajedrez internacional tiene un nombre bien ganado, pero en la del ajedrecismo de su patria ha sido y aún lo sigue siendo, la figura cimera.

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