JOSÉ ANTONIO APONTE (1812)

Written by Libre Online

2 de abril de 2024

Por Jorge Quintana (1955)

En realidad, de la vida de José Antonio Aponte, considerado por el Dr. Elías Entralgo “como un valor de la libertad étnica”, se conocen muy pocos detalles. Al descubrirse la conspiración que dirigía, en los primeros meses de 1812, su nombre saltó bruscamente del anonimato a los primeros planos de la historia. 

Durante mucho tiempo se le consideró como una especie de genio maligno. Justo Zaragoza en su obra “Las insurrecciones en Cuba” llama a Aponte persona “de capacidad no común en los de su raza y de tan perversas condiciones de carácter, que dio origen al adagio de “más malo que Aponte”, con que se indicaba en Cuba a los “malvados”. Esta fue la opinión que prevaleció durante todo el período colonial. Revalorizar a Aponte fue obra que se ha intentado solamente en el periodo republicano.

 El carácter mismo de su movimiento no ha sido comprendido jamás, ni siquiera estudiado con un espíritu acucioso por ninguno de los historiadores cubanos. A ello se debe que aún hoy en día, podamos contar como excepciones a los historiadores que han tomado el trabajo de revisar todo el proceso, conservado en perfecto estado en el Archivo Nacional, extrayendo de los cientos de fojas que lo integran, la verdadera intimidad de aquella actividad tan singular y extraordinaria.

Como ya decimos de José Antonio Aponte se conocen muy pocos datos. Calcagno dice que era natural de La Habana y que era negro libre, “cuyo oficio se dice haber sido los de sicario y raptor asalariado al servicio de algunos desordenados potentados de su época”, No sabemos siquiera si era negro o mulato. La condición de libre consta en el proceso que se le siguió. Pero jamás ningún historiador ha dado a la tarea de buscar en los archivos parroquiales de La Cabaña la partida de bautismo de José Antonio Aponte, con lo que tendríamos esclarecida perfectamente su identidad, el lugar exacto donde nació, y la fecha en que ocurrió tal acontecimiento.

Dice también Calcagno que vivió algún tiempo en una estancia situada en el barrio que hoy conocemos por Pueblo Nuevo. Es posible el hecho, pero no hay pruebas. Según Calcagno “se asegura que hipócritamente acompañaba al Rosario que de la iglesia de la Merced salía todas las noches a rezar y recoger limosnas por las calles de La Habana”. 

Según La Torre vivió mucho tiempo en la calle de Jesús Peregrino, en el barrio de Pueblo Nuevo, calle que tomó ese nombre, precisamente, por un retablo de la imagen de Jesús que tenía en su casa José Antonio Aponte. Estos datos no nos demuestran otra cosa, sino que el conspirador era en extremo católico y algo supersticioso. El hecho cierto es que en 1812 el Marqués de Someruelos que gobernaba la isla de Cuba como capitán general, describió una conspiración que tenía por figura central a José Antonio Aponte, a quien logró reducir inmediatamente a prisión y someter un proceso.

¿Cuáles eran las orientaciones de esa conspiración? Todos los historiadores españoles se han empeñado en darle un cariz eminentemente racista. Para ello han tratado de establecer vínculos entre la misma y el “movimiento de los haitianos” llevados a cabo en esa antigua posesión francesa pocos años antes. 

Sin embargo, en esta conspiración aparecen indicios bien claros de que además de libertar a su raza del oprobioso yugo de la esclavitud que le imponían las autoridades coloniales, los dirigentes habían concebido también la ruptura de todo vínculo con la metrópoli, con lo que aspiraban a intentar la forja de una nacionalidad cubana con caracteres de independencia bien definidos. Hay que tener muy en cuenta que cuando Aponte inicia la organización del movimiento, la esclavitud era un dolor cubano. 

Sangraba en el costado de la nación aquel crimen de que un hombre, por el simple hecho de poseer la piel blanca y descender de los conquistadores, se creyera con derecho a robar otros hombres de su suelo nativo, trasladarlos a Cuba y hacerlos trabajar, de por vida, en condiciones realmente terribles, para obtener con ellos riqueza y poderío. 

Era claro que después de haberse producido el impacto de la Revolución Francesa de 1789, donde se establecieron los Derechos del Hombre y se declararon contrarios a la institución esclavista, José Antonio Aponte y los que como él vivían en el vórtice mismo de aquella ignominia, se sintiesen alentados a llevar adelante una lucha que cambiase por completo el régimen de vida en la isla de Cuba,

Sobre el origen de la conspiración de Aponte hay varias versiones. Vidal Morales la considera relacionada con otra anterior de carácter francmasónico encabezada por el habanero Román de la Luz. Mientras el insigne autor de “Iniciadores y Primeros Mártires de la Revolución Cubana” lo afirma, el Dr. Manuel Bisbé lo niega. Es más, que para el profesor de griego de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de La Habana, Aponte “no aspiró a la independencia de Cuba, sino solamente, estimulado por el ejemplo de Haití, a la libertad de los esclavos”.

Raúl Cepero Bonilla sostiene la misma tesis de Vidal Morales, estableciendo vínculos muy íntimos entre el movimiento de Román de la Luz y el que lidereó José Antonio Aponte.

En relación con la forma en que fue descubierta hay también varias versiones. Se atribuye a Pezuela una de ellas, que a mi juicio tiene ribetes de leyenda. Según esta versión el Marqués de Someruelos rondaba cierta noche por los arrabales habaneros cuando se detuvo en una choza de madera de la barriada de Jesús María, donde escuchó una conversación en la que se informaba de un movimiento sedicioso ya organizado para levantar a los negros contra los blancos. El hecho ocurría a la una de la madrugada. 

El Marqués de Someruelos después de escuchar lo suficiente, ordenó que arrestaran e incomunicaran a los que conversaban.   “Desde los primeros interrogatorios, dice Pezuela, se descubrió que un negro libre, de resolución y travesura, llamado José Antonio Aponte se disponía a realizar sus esperanzas de ser otro Toussaint en Cuba, aunque por fortuna sin los elementos y ocasiones que aprovechó en Santo Domingo aquel caudillo. Obróse en este procedimiento con una discreción y un sigilo singulares. 

A las pocas horas, cuando más contaban con el éxito de sus proyectos, Aponte y la mayor parte de sus cómplices fueron sorprendidos en distintos puntos y encarcelados sin comunicación unos con otros. Ocurrieron tan importantes descubrimientos y la sorpresa de los involucrados a mediados de febrero de 1812, y tan a tiempo que poco después de esas prisiones y como para conjurar el castigo de los encausados, estallaron porción de sediciones de negradas desde los términos de la capital hasta los muy lejanos de Bayamo».

Juan Arnao nos ofrece otra versión distinta. Dice el autor de “Páginas para la historia de la Isla de Cuba” que fueron los esclavos de los propietarios franceses refugiados en Cuba, los que se encargaron de poner en antecedentes a sus amos y estos a las autoridades de lo que estaba organizando Aponte y que al ser registrada por sorpresa la casa, de éste encontraron “dibujadas con cartón vegetal, en las paredes interiores, varias figuras de guerreros, que debieran ser las imágenes de los precitados corifeos, incluso el invencible Dessalines a quien Toussaint de Louverture, desde su prisión de Francia, lo animaba para que ni se rindiera, ni capitulara con las naciones coaligadas, sostenedoras de la institución colonial esclavista”.

Fernando Portuondo nos da otra versión. Según él se precisa la existencia de un delator identificado como Esteban Sánchez. Gastador del Batallón de Pardos, que vivía en la casa en cuya azotea se reunían Aponte y sus amigos. Delatada la conspiración los conspiradores fueron arrestados el 19 de marzo de 1812 y remitidos, en los primeros momentos, al cuartel de Dragones.

En una forma u otra el hecho cierto es que en los primeros días de marzo la conspiración estaba descubierta y José Antonio Aponte, con un grupo de conspiradores reducidos a prisión y encerrados en la fortaleza de La Cabaña. Mientras esto acontecía las dotaciones de esclavos se sublevaban en distintos lugares de la Isla. El brote más violento se llevó a cabo en el ingenio Peñas Altas, en Jaruco el 15 de marzo de 1812, donde los sublevados realizaron algunos asesinatos, incendios y otras tropelías. Cuando los mismos que habían participado en el ataque al ingenio Peñas Altas decidieron trasladarse al ingenio Santa Ana, pretendiendo sublevar también a su dotación, le salió al paso el mayoral Antonio de Orihuela, a quien secundaron los mismos esclavos del Santa Ana, siendo desbandados los asaltantes.

Presos en La Cabaña José Antonio Aponte y los que se consideraban principales líderes del movimiento, muchos de los cuales habían tomado participación en los sucesos de Peñas Altas y Santa Ana, el Marqués de Someruelos decidió actuar con rapidez y mano dura. Designó juez de instrucción al licenciado Juan Ignacio Rendón y Dorsuna, quien se instaló en la fortaleza de La Cabaña con tres letrados, procediendo a evacuar todos los trámites judiciales. 

En el curso del mismo trataron de esclarecer todo lo más posible la actividad o participación de cada uno de los encausados. Por mucho tiempo se aseguró que un general haitiano llamado José Francisco aparecía mezclado en el proceso como el inspirador de Aponte. Yo he logrado establecer perfectamente la identidad de este titulado general haitiano a quien los encausados mencionan unas veces como Juan Francisco, otras como Juan Franzua, otras como “el franzua” simplemente y que Roque E. Garrigó, en su obra “Historia Documentada de la Conspiración de los Rayos y Soles de Bolívar” se empeña en identificar como Jean Francois. Se trata de uno de los encausados con Aponte llamado Juan Barbier que sufrió, junto a él, la gravísima pena de muerte. 

El propio Licenciado Rendón se encarga de identificarlo en las páginas del proceso que instruyera cuando al tomarle declaración al acusado Juan Nabier Pacheco le formula la siguiente interrogación: “si ha conocido al negro Juan Francisco o Juan Franzua o Juan Barbier”. Y en otra parte del proceso, como para insistir en su plena identificación leemos al transcribir la declaración del acusado Tiburcio Peñalver lo siguiente: “Que habiendo llegado a la Trinidad el día 15 de marzo por la mañana vio allí a Lisundia y a Juan Francisco (es Barbier) que decía era un general y leía unos papeles advirtiendo que por mandato de su Rey iba a dar 

libertad a los negros y que el que no la quisiera por bien se la daría por mal…”

Ya en vísperas de abandonar su cargo el Marqués de Someruelos convocó a una reunión a los letrados instructores de la causa al Decano de la Real Audiencia del distrito don José Antonio Ramos y al teniente gobernador don Leonardo del Monte. De aquella reunión salió la decisión de dictar la sentencia que imponía la pena capital a los reos: José Antonio Aponte, Clemente Chacón, Salvador Ternero, Juan Bautista Lisundia, Estanislao Aguilar, Juan Barbier, Esteban, Tomás y Joaquín, los seis primeros libres y los tres últimos esclavos de la dotación del ingenio Trinidad.

El 9 de abril se llevó a efecto la ejecución. A las nueve y media de la mañana fueron conducidos los reos al lugar de la ejecución y ahorcados. 

Después la cabeza de Aponte fue cortada y colocada en una jaula de alambre en la puerta de la casa que residía, al comienzo de la calzada de San Luis Gonzaga, en lo que es hoy la esquina de Padre Varela y Avenida Bolívar. La de Chacón se remitió también al lugar donde vivía, en el Puente Nuevo del Horcón, más tarde Puente de Chávez. La de Lisundia al ingenio Peñas Altas y la de Barbier al ingenio Trinidad.

Tal fue el proceso de Aponte, donde un hombre conturbado por la injusticia de la esclavitud concibió la liberación de sus hermanos de raza dentro de un estado organizado para garantizarles ese derecho a la libertad. 

En suma, de los crímenes atribuidos a Aponte los verdaderos responsables fueron las autoridades que mantenían aquel régimen de injusticia que era la esclavitud, fuente de inquietudes perturbadoras a lo largo de todo nuestro proceso colonial, porque si a algo no se resigna el hombre es que a su derecho a la 

libertad se escamotee, se le robe, se le usurpe.

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