Por Roberto Luque Escalona
*No cabe duda: estoy llegando al final del camino. Diez minutos mirando la pantalla de la computadora sin que se me ocurra un tema sobre el cual escribir. Claro que temas hay, pero no me provoca escribir sobre ellos. Una característica de la ancianidad parece ser la pérdida de interés en lo que nos circunda, incluso en lo que nos afecta. Las putanescas musas de las que se quejaba Joan Manuel Serrat siguen de parranda quien sabe dónde. Lo peor, es decir, lo que más incide en mi desinterés, es la falta de necesidad económica. Si estuviera “comiéndome un cable”, si viviera aún en El Palacio de las Persianas Inmóviles junto al rio, el cuchitril de donde me sacó Ana ya estaría terminando esto que debo enviar a Libre.
“La necesidad hace parir mulatos”, decía un refrán algo racista que se escuchaba en la Cuba de antes. Necesidad no tengo, ganas tampoco, de modo que sólo me queda la experiencia, que ya debo de andar por los mil quinientos artículos. Pero nada puede sustituir al interés. Difícil es hacer algo cuando no se tienen ganas de hacerlo.
*Algo que considero digno de comentarse es el aumento de la presencia femenina en el ámbito político americano. Hasta hace poco-bueno, no tan poco- sólo una mujer, Hillary Clinton, hacía titulares de manera permanente. Otras, como Sarah Palin, eran aves de paso o se retiraban prematuramente, como Condoleezza Rice.
*Es de señalar que en Cuba no ha habido, en sesenta años de robolución, no ha surgido alguna mujer que aspire al máximo liderato. Con Fidel Castro en el poder, ni mujer ni hombre ni hermafrodita. Pero el sujeto paso varios años dedicado al cultivo de la moringa, sin que, por ejemplo, Vilma Espín, siquiera intentase ocupar su lugar. Raúl Castro siempre ha tenido fama de bruto y Vilma siempre ha posado de inteligente. Sea como fuere, en Cuba sigue funcionando aquello de “usted vaya a la cocina y busque algo que hacer” y “a la jeva hay que llevarla recio, asere”. Sobre todo, entre los negros, pero no sólo entre ellos. Por cierto, no sé si saben que la organización -o como quiera usted llamarla- que más desprecia a la mujer son los abakuá o ñáñigos, sujetos muy africanistas, para quienes todas las jevas tienen inclinaciones putanescas. A no ser sus madres, que son poco menos que santas.
Es de señalar que todas estas monsergas son habaneras, de los barrios “fulastres” de La Habana. En Holguín nunca escuché algo parecido ni en La Chomba. Por cierto, en La Habana, en lo más recóndito de Marianao, ha surgido un barrio del que nunca escuche hablar. Su nombre es impresionante y muy propio de la vulgaridad que permea la vida nacional bajo el fidelato, sobre todo en la capital. No estoy seguro si es Pa’ lo Cagao o Palo Cagao.
En La Habana siempre hubo barrios de nombre extravagante. Como Vieja Linda y El Pomo de Oro, pero de la extravagancia a la vulgaridad media un buen trecho.
*Cuando se hable de la temprana oposición a la tiranía en Cuba y de la cultura en Miami es indispensable el nombre de alguien que acaba de morir: Juan Manuel Salvat. Se le recordará siempre.
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