JAN Y CUJE

Written by Libre Online

8 de octubre de 2024

Por Roberto Luque Escalona

*Parece que estoy llegando al final del camino. Antes, escribir era algo así como una función natural. Ya no es así. No es que me sorprenda, que en menos de dos meses cumpliré 88 años, una edad que no es propicia para nada como no sea haraganear. ¿Qué haré cuando deje de escribir? Ocupaciones sobran, y las mejores se caracterizan por no ser obligatorias, que la mejor ocupación del mundo es hacer lo que a uno le dé la gana cuando se tengan ganas de hacerlo y sin tener que rendirle cuentas a nadie.

*Vamos a ver, ¿qué hay de las elecciones? Debe ganar Trump, que es superior   en todo. Se trata de la competencia entre quien fue un presidente particularmente exitoso y una vicepresidente anodina, casi fantasmal, para no hablar de antecedentes personales muy negativos. Sin embargo, la cosa no está clara. En la tercera década del siglo XXI y el mundo ya no es el que fue; ni siquiera América lo es, que del mundo fue lo mejor desde su nacimiento. 

*Yo nací cuando la turbulencia provocada por el autoritarismo de Gerardo Machado y la crisis económica mundial iba quedando atrás. Crecí en un país que parecía encaminado a la paz y la prosperidad. Pero… quince años tenía cuando Fulgencio Batista, que en el 44 había entregado pacíficamente la Presidencia, decidió recobrarla y todo comenzó a irse al carajo. 

*¿Saben lo que significa la palabra “carajo”? Tal era el nombre de una plataforma circular situada en lo más alto del palo mayor de los grandes veleros, utilizada como lugar de castigo para los marineros díscolos. Cuando algún marinero cometía una falta grave, el oficial a cargo señalaba a lo alto y ordenaba: “Al carajo”. Tales veleros desaparecieron y con ellos la dichosa plataforma, pero la palabra sobrevivió a los embates del tiempo y todavía se usa con profusión, lo que no es de extrañar, dada su fuerza expresiva.

*Me ha ocurrido un extraño fenómeno en mis preferencias deportivas. El baseball, la pelota, siempre fue mi deporte favorito, mientras que el fútbol que aquí llaman soccer me era indiferente. Ahora es al revés.  En estos momentos no recuerdo siquiera los equipos que están en los play off de las Grandes Ligas. Al bello y cómodo estadio de los Miami Marlins he ido por insistencia de mi yerno. En cambio, he seguido con mucho interés los juegos de la liga española y casi soy un fan del Atlético de Madrid.

*Yo, a diferencia de muchos de mis paisanos, soy muy solidario con mis compatriotas atletas con los que se haya cometido una hijeputez. Por eso apoyé sin reservas a José Canseco y Rafael Palmeiro, cuyas carreras fueron tronchadas cuando aún tenían mucho que ofrecer ante la indiferencia de eso que llaman “el Miami cubano”. Como para los cubanos los peloteros son más importantes que los escritores, si alguna vez aquí me quieren joder, quizás hasta aplausos se escuchen.

*No es una crítica a mis paisanos lo de preferir los deportes a la literatura. En realidad, Cuba siempre ha sido un país deportista, nunca un país literario. Piensen en la cantidad de deportistas de primera línea que ha producido nuestro país y luego, si no está cansado, busque los escritores cuyos nombres permanezcan en la memoria colectiva.

*No sé si recuerdan la conducta repugnante del borrachín de Tony La Russa con Canseco cuando lo cambió y nada le dijo hasta que José tomó el bate y caminó hacia el círculo de espera. Sólo entonces lo llamó para decirle que había sido cambiado. Estuve un tiempo esperando que cuando el equipo que dirigía viniera a jugar aquí, la afición miamense le dedicara una rechifla memorable, pero vino y nada sucedió. Si así son con quien se portó como un canalla con un pelotero cubano -un gran pelotero, dicho sea de paso- no quiero ni pensar lo que harían si la víctima fuera un escritor.

*Hay algo que los cubanos de Miami no parecen entender: las minorías exitosas -y para minoría exitosa, nosotros- deben, por su propio bien, ser solidarias con sus miembros que estén bajo ataque. Es un mecanismo de autodefensa. A los cubanos se nos envidia y nada genera tanta maldad como ese sentimiento propio de gente mala, de baja estofa.

*Por otra parte, hay que reconocer, o al menos yo lo reconozco, que somos una nación en la que abunda la arrogancia. Muchos acusan de arrogantes a los argentinos, y no se trata de que no lo sean, sino de que su arrogancia no iguala la nuestra, a pesar de que tienen un paisote casi treinta veces mayor que nuestra Isla -palabra que siempre escribimos con mayúscula cuando la isla en cuestión es la nuestra- y su población triplica la de Cuba. Al tratar este tema siempre recuerdo los versos de una canción de Marisela Verena: “Nosotros los cubanos no somos nada chauvinistas/ Al ser, tan superiores, sólo somos realistas”. En fin, que el destino nos condenó a la superioridad. Hay que joderse.

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