Por Roberto Luque Escalona
*Mucho he tardado en darme cuenta de que Joe Biden y Kamala Harris son una pareja excepcional. En ningún momento de la Historia americana ha existido un dúo de presidente y vicepresidente más desprovisto de talento para ejercer el gobierno. Siempre supe que Biden era un ñame pero ella estaba tan calladita y en la sombra, que ni su nombre recordaba hasta que Biden inició su retraimiento y ella reapareció, y digo “reapareció” porque fue como si nunca hubiera existido, a pesar de que su historial es sumamente interesante. No sé de una persona que haya ocupado el cargo de vicepresidente con antecedentes tan izquierdistas. El tenebroseo en su máxima expresión.
*Kate Middleton es una muchacha inglesa de familia rica a quien el Príncipe William, que ahora es heredero del Trono, conoció en la universidad y se enamoró de ella, lo cual no es de extrañar, pues Kate es toda ella belleza, inteligencia y simpatía. Se casaron, tuvieron varios hijos y, aparentemente, fueron felices… hasta que ella enfermó de cáncer. Le deseo lo mejor a la bella princesa.
*¿Algún estudioso de las lenguas aborígenes
-si es que tales estudiosos existen- me puede decir el significado de la palabra “sagua”, que aparece cuatro veces en la toponimia cubana? Sagua la Grande, Isabela de Sagua, Calabazar de Sagua y Sagua de Tánamo. Nada importante. Simple curiosidad.
*Dos peloteros nacidos en Cuba, pero llegados muy niños a Miami y desarrollados aquí, son los dos más grandes bateadores en la historia del béisbol cubano: José Canseco y Rafael Palmeiro. Sin embargo, nunca se les menciona. Ya deberían estar en el Salón de la Fama del béisbol. Si no lo están y quizás nunca lo estarán será por la infinita hijeputez de los magnates que controlan ese deporte. Sobre todo, Canseco, que les arruinó el negocio del bateo a base de esteroides con su libro Juiced. Y, por favor, que no me pelen la paciencia con que Canseco fue un beneficiario de los esteroides. El reglano-miamense comenzó con 33 jonrones y llegó a los 47, lo normal en los grandes jonroneros. Utilizó los esteroides para paliar sus continuas lesiones, no para aumentar su producción, como fue el caso del caradura Barry Bonds, que bateó más jonrones que nunca después de cumplir 40 años. Ni Babe Ruth.
*La putiferia mediática siempre llama “beloved” a Michelle Obama. Me pregunto qué hizo para merecer ese supuesto amor. Algunos han tratado de convencerla para que se postule a la Presidencia, pero ella no se deja convencer. Lo de Michelle es la gozadera, no la política.
*Aaron Judge, el feo y gigantesco que juega para los New York Yankees, amenaza con superar el récord de jonrones. Ya pasa de 50 y aún estamos a principios de septiembre.
*Un extraño fenómeno está teniendo lugar en las aguas del Atlántico cercanas a España y Portugal: Los delfines, animales que tenían fama no ya de inofensivos, sino de amigables con los seres humanos, se han tornado agresivos. Las orcas, que tampoco eran considerados animales peligrosos -a pesar de su enorme tamaño y ser llamadas killer whales en inglés- han atacado incluso embarcaciones. Todo ello ocurre en las aguas del Atlántico entre el Estrecho de Gibraltar, y el cabo Finisterre, en Galicia, que, por supuesto, no son las únicas en las que hay delfines y orcas, pero si las únicas en las que muestran esa extraña agresividad.
*Mi larga y forzada convivencia con la hijeputez comunista ha hecho de mí un ser desconfiado. Siempre que tropiezo con algo inusitado, anormal, empiezo a buscar la maldad que en ello pudiera esconderse, y aunque no la encuentre, no renuncio a la desconfianza ¿Orcas atacando barcos en el Estrecho de Gibraltar? Sorry con excuse me, pero no. Ahí se esconde algo maligno. Que yo no pueda encontrarlo no quiere decir que no exista.
*Pregunto a los que sepan si es posible inducir a unos animales a que adopten determinada conducta. O sea, si es posible convertir en seres violentos a ciertos animales que antes no se mostraron agresivos con los humanos. Sobre todo, si tal cosa es posible con animales que vivan en libertad.
*Hace unos meses se habló de lo que parecían ser unas extrañas construcciones submarinas en aguas cercanas a la península de Guanahacabibes, extremo occidental de Cuba. No se ha vuelto a hablar del asunto. En la soleada Cuba, el misterio y el tenebroseo lo abarcan todo. Hasta la arqueología.
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