JAN Y CUJE

Written by Libre Online

19 de septiembre de 2023

Por Roberto Luque Escalona

*Crece el reclamo por el retiro del senador Mitch McConnell. No es tanto la edad, aunque es bastante mayorcito, sino las dos veces que se ha quedado “en blanco”, ido del mundo, síntoma de veras alarmante. Pero McConnell sigue aferrado a su escaño senatorial, que estará vigente hasta enero de 2026.

*En el remolino de rumores sobre el supuesto homosexualismo de Barack Obama ha vuelto a aparecer un nombre que parecía olvidado: el del antiamericano pastor Jeremiah Wright, el que maldecía a América un domingo sí y otro también. Al parecer, Wright estaba al tanto de las confusiones sexuales de su feligrés.

*Por estas fechas se cumplen noventa años del comienzo de nuestra debacle como república, aunque entonces nadie pareció notarlo. En septiembre de 1933, hace 90 años, el periodista Sergio Carbó, miembro de la llamada Pentarquía, gobierno colegiado de cinco miembros en el que era la única figura de renombre nacional, que a Grau sólo lo conocían en la Universidad, Carbó, les decía, destruyó al ejército entregándole la institución armada a los sargentos del 4 de septiembre, encabezados por el sargento mayor Fulgencio Batista.

Después de esa barrabasada, Carbó se retiró de la política y se dedicó por entero al periodismo, campo en el que ratificó su condición de brillante articulista, y además demostró ser un hábil empresario que convirtió al diario Prensa Libre en el principal periódico vespertino de la isla. Por esto último se le recuerda. Yo soy el único que parece recordar su breve y nefasta actuación en la política.

En fin, no tan breve. En 1928, siendo ya un periodista de renombre, viajó a la Unión Soviética y quedó extasiado. El éxtasis lo llevó a escribir un folleto laudatorio que ni Sherlock Holmes y Hércules Poirot trabajando en yunta podrían encontrar; lo desapareció. En 1931, Carbó fue uno de los líderes de la expedición armada que desembarcó en Gibara con la intención de derrocar a Machado, mucho más numerosa y mejor armada que la del Granma, a cuyo frente estaban dos militares profesionales, Emilio Laurent y Feliciano Maderne.  Contaba además con el apoyo de un contingente de más de cien guajiros mandados por el veterano mambí Lico Balán. De nada sirvió, que el entonces eficaz ejército los desbarató en un dos por tres. Lo mismo que hubiera hecho con los del Granma, aunque con mayor facilidad. Pero para entonces ese ejército ya no existía; había muerto en 1933 a manos de Sergio Carbó.

*Si comparamos la fuerza que desembarcó en Gibara con la que encalló en un manglar del golfo de Guacanayabo 25 años después, en número, armamento y experiencia militar… Mejor no. Dan ganas de llorar el que ese pequeño grupo de bergantes mal armados y peor mandados se apoderase de Cuba y terminase destruyéndolo todo… menos lo que todavía a hoy les proporciona una vida de lujos a sus herederos.

*En el contingente que tomó Gibara había un hombre que nadie parece recordar, olvido nada relativo a su importancia. Carlos Hevia y de los Reyes Gavilán, el político cubano de nombre más impresionante, graduado de la Academia Naval de Annapolis, estaba a cargo del barco que trajo a los expedicionarios. Dos años después sería presidente… durante 24 horas. Y en 1952 fue postulado a la Presidencia por el partido que estaba en el gobierno. Durante mucho tiempo pensé que la candidatura gubernamental, Hevia-Luis Casero, no hubiese podido derrotar a la del Partido Ortodoxo, formada por Roberto Agramonte y Millo Ochoa. Manuel Márquez-Sterling, el mejor analista político de mi generación me convenció de que estaba equivocado. 

*Cambiemos de ámbito y vayamos al Asia, al Golfo de Bengala, región en la que se ha hecho epidémica una extraña manía que los lleva a cambiar el nombre de sus países y ciudades. El primero fue Siam, que pasó a llamarse Thailand. Calcuta ahora es Kolkata, Bengala es Bangladesh, Ceylán es Sri Lanka, Birmania es Myanmar y, el colmo, la India está considerando llamarse Bharat. Gofio al curry en la tierra de Tamakún, el de Armando Couto y Kim, el de Rudyard Kipling, héroes de mi niñez.

*Volvamos a América, que aquí estamos mejor a pesar de Biden y su pandilla. 

*En el acto conmemorativo del 11 de septiembre Hillary Clinton sufrió lo que Ana llamaba “una chiripioca”. Se le doblaron las rodillas y hubo que ayudarla a subir a la limosina; hasta un zapato perdió. Es la segunda vez que tal cosa le ocurre. Hillary tiene 75 años, 11 menos que yo, pero no creo que llegue a cumplir los que yo he cumplido.  Tampoco creo que estos episodios hayan mermado su ambición; si el Partido Demócrata le ofreciera la nominación presidencial, seguro estoy de que la aceptaría.

*Si Donald Trump fuese condenado por la corrupta cuadrilla judicial de los demócratas y se atrevieran a encarcelarlo, debería ir de la cárcel a la Casa Blanca vestido con la indumentaria color naranja de los presidiarios, para que los del Partido del Burro aprendan… Bueno, no estoy seguro de que sean capaces de aprender algo.

*Estoy sorprendido y desconcertado con el estado de la industria armamentista rusa. ¡Mandarse a Vladivostok, en el Extremo Oriente, para pedirle armas al chinito loquibambio ese, que se niega a volar a Moscú porque le tiene miedo a los aviones!

*Una empleada del zoológico de Salzburgo, en Austria, fue muerta por un rinoceronte. Ningún continente alberga tantas bestias peligrosas como África y las peores son animales herbívoros, que matan por matar, no para comer: rinocerontes, búfalos, elefantes. Si todas esas bestias asesinas se extinguieran, habría más pasto para los rebaños que le sirven de sustento a los humanos. Por alguna razón, o sinrazón, los elefantes africanos, animales iracundos e imprevisibles, tienen muchos simpatizantes. Recuerdo lo que le cayó encima al Rey Juan Carlos por matar a uno de ellos.

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