La gran ofensiva israelí contra Jezbolá diezmando sus cuadros directivos y desmembrando su infraestructura militar, ha comenzado una dramática restructuración de la composición geopolítica del Medio Oriente, de la cual Irán, por mucho que lo intente, no podrá escapar. Su influencia, a la par que la de sus ejes, empezando por Jezbolá, seguido por Hamas, Irak, Siria y Yemen, entran, de hecho, en un inexorable declive tanto en lo militar como en lo político y económico. Se abre para Israel una excelente oportunidad para ajustar cuentas con Irán.

La muerte de varios militares iraníes de alto rango en Siria, Hamas, Irak y finalmente en el Líbano, con el genial ataque a miles de miembros de Jezbolá vía pagers y walkie talkings, más los continuos bombardeos causantes de enormes pérdidas militares han sido demoledores para los planes ofensivos de Jezbolá. Pero el golpe más destructivo, física y moralmente para Irán, fue el ataque donde murió Hassan Nasrallah. En el curso de las pasadas ocho semanas Israel ha dañado, en términos casi inverosímiles, la seguridad no solo de Jezbolá, sino también de Irán, al penetrarlas, en forma espectacular, mostrando su vulnerabilidad ante la inteligencia israelí. Esto pudiera significar que Israel ha degradado, substancialmente, el potencial bélico de Jezbolá en cuanto al almacenamiento de misiles y drones, y también a sus redes de comunicaciones, al extremo que el grupo terrorista no pueda continuar, con la intensidad acostumbrada, en su campaña de ataques contra la población al otro lado del borde con Líbano en la forma que lo ha venido haciendo.

Desde cualquier ángulo que se le mire, estas últimas acciones han sido un enorme triunfo para el estado judío por el cual el mundo libre, en especial Occidente, debería estar profundamente agradecido teniendo en cuenta que Jezbolá ha sido, por largo tiempo, la fuerza ofensiva de primera línea de Irán contra Israel y Occidente en general.

Con el innegable debilitamiento de Jezbolá, Irán se siente más vulnerable que en los pasados veinte años cuando en el 2003 Estados Unidos invadió a Irak y la teocracia iraní pensó que ellos podrían ser los próximos. No sucedió entonces, pero las realidades geopolíticas de hoy, una veintena más tarde, no son las mismas. La teocracia fanática está más que preocupada. Está temerosa. Su líder supremo, Ali Khamenei, está escurridizo, poco visible, y ha aumentado su sistema de seguridad substancialmente. Ni él, ni el resto de la dirigencia del gobierno, se sienten seguros. Tienen miedo. No olvidan aquel episodio del 31 de julio en que, en el mismo corazón de Terán, fue asesinado, por la inteligencia israelí, el líder de Hamas Ismail Haniyeh, algo que pudiera repetirse en su círculo más cercano.

El cambio político- militar experimentado en los pasados dos meses en el teatro del Medio Oriente, ofrece una oportunidad ideal para que Israel comience a ajustar cuentas con Irán, la fuente de toda la tragedia que afecta la región. En el orden de las prioridades, la primera que reclama atención sería el programa nuclear iraní. Israel, estaría muy acertado en ignorar las “sugerencias” del team Biden, e ir, directamente, a la destrucción de esa letal amenaza. Una nación como Irán, irresponsablemente fanática y agresiva, armada con misiles nucleares, cambiaría el cálculo disuasorio de Israel y Occidente. Para la tranquilidad y la paz del área, si no permanente, al menos por un prolongado largo trecho, sería esencial la eliminación de esa amenaza por cualquier medio posible, incluyendo el ataque militar si fuese necesario.

También resulta imperativo para el estado de Israel romper la concepción iraní del uso de proxis para sus ataques a su nación y a países aliados, como Estados Unidos, por ejemplo, que mantiene pequeños elementos militares en varios países de la región. Creo que el ataque persistente a Jezbolá, a Hamas y a los hutíes de Yemen es el primer paso en la corrección de ese desajuste logístico militar. 

Para el futuro de Israel hay dos factores esenciales en la ecuación que necesitan ser removidos: la existencia de los llamados proxis que sirven de frente de ataque al servicio de Irán, y la liquidación, asumiendo los inevitables riesgos, del proyecto nuclear próximo a su terminación.    

La presente crisis en el Medio Oriente, en un enfoque retroactivo, pudiéramos decir que es el resultado de la fallida política exterior de la administración de Joe Biden. En el caso de Irán, la cabeza de la serpiente en el extenso vecindario, la Casa Blanca se ha negado a enforzar sanciones sobre su exportación de petróleo cuyos ingresos le permiten financiar los ataques de sus proxis terroristas. Tampoco ha mostrado apoyo a la disidencia iraní en sus aspiraciones de libertad. Millones de ciudadanos iraníes se levantan en periódicas protestas sin que Estados Unidos muestre un apoyo firme. Lo que resulta evidente, o debería resultarlo, para esta administración o la próxima, cualquiera que ocupe la Casa Blanca, es que por tanto Irán continúe persiguiendo la práctica de la guerra, Israel debe defenderse agresivamente para su propia sobrevivencia.

Jezbolá, por casi un año, ha estado atacando a Israel causando daño y desplazamiento de más de 100 mil de sus ciudadanos en el norte, justo en la frontera con el Líbano. Pero cuando Israel respondió exitosamente durante una semana a esos ataques, Joe Biden, con gran ansiedad, comenzó a abogar por un cese al fuego. Sin embargo, y aquí cabe la pregunta: si Jezbolá continúa atrincherado en el Sur del Líbano, ¿cómo se puede lograr la paz bajo esas condiciones?

Israel, en el curso de tres semanas ha hecho substancial progreso en degradar la capacidad militar de los ejes de Irán. Sus proxis, Hamas, hutíes y Jezbolá están en total desorganización por el descabezamiento de sus liderazgos lo que representa una oportunidad, casi ideal, para que Israel confronte directamente a Irán, que, además de permanecer como el centro de la agresión regional es socio de una alianza con Rusia y China contra Estados Unidos. Sería otro favor que USA y Occidente tendrían que agradecer al estado judío.                                                              

BALCÓN AL MUNDO

El gobierno socialista español no tuvo representación en la toma de posesión de la presidenta Claudia Sheinbaum, porque, según comentarios en círculos políticos mexicanos, López Obrador se opuso. Se agrega en los comentarios que AMLO se sintió ofendido cuando en 2019 le pidió al Rey Felipe una disculpa a México por la colonización de su país hace 500 años, y éste le hizo el caso del perro. La nueva presidenta estuvo a cargo de la lista de invitados y, de acuerdo a fuentes bien informadas, tenía la intención de invitar al Rey, pero AMLO desaprobó la idea. ¿Será todo esto cierto?

Bueno, ¡quién sabe! Pero de ser cierto este incidente, ¿dónde queda la independencia de Claudia Sheinbaum?

Al parecer, la sombra de Andrés Manuel la perseguirá por algún tiempo.

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El gobierno francés ha iniciado una política de mano dura contra la inmigración ilegal y altos funcionarios de ese departamento han prometido reducir significativamente la cantidad de ilegales que pululan las calles de París y las principales ciudades. Se trata, sin duda, de la enorme cantidad de árabes musulmanes que han ingresado al país vía Argelia.

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El partido político de la extrema derecha Freedom Party, en Austria, terminó en primer lugar en las elecciones del domingo 29 de septiembre. Aquí, en el vecindario de América del Sur, en Brasil, las fuerzas de Bolsonaro están ganando terreno rápidamente para preocupación de Lula da Silva. 

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En una entrevista televisada la pasada semana se le preguntó a Kamala Harris cuál sería, en su opinión, el enemigo más grande para USA entre el resto de los países y contestó que Irán. ¿Really? Y entonces, ¿dónde quedan China y Rusia?

O sea, que, para Kamala, un país de poder mediocre, incapaz de derrotar a Israel, una nación 20 veces más pequeña, sería nuestro mayor enemigo.