La crisis del Medio Oriente entró en su más ardiente estado de ebullición la semana pasada, que podría definirse como de proporciones alarmantes, cuando Irán, como retaliación por el bombardeo israelí a un edificio suyo en Siria que mató a un general, y cinco funcionarios militares de alta jerarquía, atacó a Israel con un descomunal barraje de 350 misiles balísticos y drones. De acuerdo al gobierno de Israel, corroborado por el Pentágono, el 99% de esos letales artefactos fueron interceptados sin causar daños considerables, y sólo limitadas víctimas humanas, reducidas a la muerte de una niña, y unos pocos heridos.
Irán, fracasó, totalmente, en su objetivo. Fue derrotado. Y, como colofón, se mostraron, dos hechos fundamentales: la superioridad militar de Israel con su eficiente sistema de defensa aérea, y que, sin lugar a dudas, Estados Unidos es la única gran superpotencia en el mundo.
Los dos primeros pasos del reciente conflicto ya lo sabemos. El tercero está por verse. Israel ha prometido una represalia por el desproporcionado ataque iraní. Es la primera vez que el gobierno islámico teocrático ataca directamente, en gran escala, al estado judío. Nadie sabe, cuándo el ataque se producirá, algo que se tiene por seguro, porque los israelíes sólo han dicho que lo harán en el momento de su elección.
Por su parte, la Casa Blanca, en el último informe al respecto, con cierta ambigüedad, ha dicho que el próximo paso depende del gobierno israelí. De una forma u otra, cualquiera que sea el próximo movimiento de Israel, y la consecuente posible reacción de Irán, indican, con cierto rigor de certeza, una aceleración de la internacionalización del conflicto, envolviendo a varios actores de la región, como Siria, Irak, Yemen, Líbano y tal vez otros.
No es un secreto para nadie que Irán no es la cabeza, sino la serpiente completa, en el conflicto del Oriente Medio. Tiene infundadas ambiciones de lucir como un poder hegemónico, controlador, en toda la región, pese al hecho de que, ni económica, política, y mucho menos militarmente, tiene la capacidad para llenar la función. Irán es un paria en la región. Está, política y diplomáticamente aislada, apoyada por dos regímenes despóticos: China y Rusia, y cinco proxis obedientes para hacer el trabajo que los Ayatolas temían hacer, por lo menos hasta ahora, donde se observa un cambio de estrategia con ataques originados en Irán.
Aquí salta la diferencia entre las dos naciones en conflicto. Israel es una nación apegada a los principios democráticos. Es una democracia que respeta la libertad y el derecho de sus ciudadanos. Irán, por el contrario, es una teocracia brutal que practica el terrorismo, patrocina a Hamas, Jezbolá, los terroristas hutíes, lapida mujeres, asesina homosexuales, reprime las libertades, y viola los derechos humanos en todos sus aspectos. Es una nación que desde 1979, después de la “revolución islámica”, se dedica a someter a sus ciudadanos a modos de vida medievales controlados por fanáticos fundamentalistas religiosos.
Por esta inveterada intolerancia, o como resultado de ella, la nación islámica ha adoptado, desde el inicio de aquella infortunada revolución mahometana, una actitud displicentemente belicosa.
Es evidente que, desde hace décadas, Irán está en guerra con Israel, como también lo está con Estados Unidos y con la Unión Europea. Lo que se concretaba en el pasado al terreno económico, con sanciones comerciales multilaterales, ya se va convirtiendo en un enfrentamiento convencional, como acaba de evidenciarse con el ataque aéreo de dimensiones desproporcionadas que suscitó la participación norteamericana en defensa de Israel.
El jefe máximo del gobierno iraní, el ayatola Ali Khamenei, ha declarado, en repetidas ocasiones, que está dispuesto a “borrar del mapa” al estado judío. ¿Hay que creerle al ayatola Khamenei cuando amenaza a Israel? Por supuesto que hay que tomarlo en serio. La agresión de la semana pasada, tenía esa intención. De no haberse interceptado esa enorme cantidad de misiles balísticos y drones, y parte de ellos hubiera hecho blanco en poblaciones civiles, las bajas se contarían en cientos o miles. Pero Irán fracasó en su propósito. Demostró su inferioridad militar. No está lista para estas acciones bélicas de alta sofisticación. De sus misiles balísticos, el 99%, no llegó a territorio israelí. Se quedaron en el camino. Fue un triunfo para el estado de Israel y para Estados Unidos, que, con su participación, cooperó a evitar lo que pudo haber sido una catástrofe para la nación judía.
De momento, lo que parece más allá de toda duda, es la determinación de Israel a que cierto tipo de armamento del arsenal iraní no caiga en las manos terroristas de Hamas, o Jezbolá, ni que, desde esos territorios próximos, Siria e Irán, sus oficiales puedan planear ataques contra su nación. Por esa razón la aviación judía, hace dos semanas, atacó un edificio en Damasco, que no era sede diplomática, sino un centro de operaciones militares, con la muerte de altos oficiales iraníes, que dirigieron, logísticamente, el asalto del 7 de octubre contra Israel.
Mientras escribo este artículo, miércoles 17, la esperada retaliación israelí contra Irán no se ha producido. Para la seguridad de Israel esta acción se hace imperativa como respuesta lógica a la agresión perpetrada por Irán, y, además, como un ejemplo disuasorio contra futuras agresiones. El tiempo por las circunstancias que le rodean, reclama una celeridad rigurosa. La nación judía, no puede, bajo ningún concepto, tomar el consejo del presidente Biden: “take the win”, porque, a pesar de su fuerte apoyo a Israel, su preocupación primaria es su reelección. La idea que entretiene el presidente Biden para castigar a Irán por su criminal agresión, es la aplicación de sanciones económicas, pero no de acción militar punitiva. Otra vez, en situaciones críticas, Joe Biden prefiere soluciones débiles y difusas que nunca han dado resultados efectivos y concretos en la conjuración de crisis prominentes.
Se hace increíblemente difícil subscribirse a la idea de que Israel no ejercerá represalia contra Irán. En esta ocasión se le presenta la gran oportunidad de desmantelar, todo, o en buena parte, el proyecto nuclear que le conduciría al sueño final de confeccionar la bomba atómica. Ya tiene una cantidad considerable de uranio enriquecido, que sólo es explicable con la intención de armamento nuclear. Y es, de hecho, la mayor amenaza existencial para el estado judío.
¿Se imaginan cuál hubiera sido el resultado del reciente ataque, si las hordas fanáticas de los ayatolas, intoxicados por esa falsa noción del síndrome redentorista islámico, hubieran tenido acceso a la bomba atómica?
Es posible que cuando esta edición de LIBRE esté en circulación, la esperada retaliación de Israel se haya producido, para concretar la derrota de Irán, que comenzó en la madrugada del sábado 13 con su masivo ataque aéreo.
Lo que ha pasado pudiera ser el renacimiento de un nuevo orden en el complicado desorden del Medio Oriente.
BALCÓN AL MUNDO
Nicolás Maduro y su cuadrilla de malandros están poniendo todos los obstáculos a su alcance para entorpecer las elecciones. Es decir, para impedirlas. Saben que, en unos comicios libres, con pleno respeto a la voluntad del electorado, perderían.
Pero Estados Unidos, la Unión Europea, y hasta presidentes de países vecinos, como Petro y Lula, se unen al coro para convencerlos de que la salida ideal, y única, para Venezuela es la vía electoral.
El punto gordiano de la cuestión radica en que Maduro, Cabello, y otros pejes gordos de la misma camada, quieren garantías. ¿Qué garantías? Aquella que los proteja de ir a la cárcel, u otros castigos, como el de ser despojados de toda la fortuna mal habida que han acumulado en 20 años de desmedido latrocinio contra el erario público, y que anda por miles de millones de dólares.
Por otra parte, en su persistente renuencia electoral, Maduro ha provocado la reimposición de sanciones contra su gobierno que entraron en vigor el pasado miércoles. De todas formas, las aguas del mar político venezolano se enturbian de nuevo, y a su economía le esperan nuevos contratiempos.
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La mayor preocupación y temor de Irán en estos momentos, aparte de un ataque israelí, es el probable acercamiento oficial entre Arabia Saudí e Israel. En el ataque del día 13, los saudíes cooperaron en la defensa de Israel, como también lo hizo Jordania.
Lo repito, de esta nueva crisis, saldrá un nuevo orden, muy diferente, para el Medio Oriente.
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Si Rusia derrota a Ucrania por falta de recursos, se deberá, principalmente, a la falta de liderazgo en Washington. Durante la Segunda Guerra Mundial, Roosevelt confrontó enormes dificultades, pero, al final, encontró el necesario apoyo en el Congreso para obtener los medios que determinaron la derrota del eje maléfico de Italia, Japón y Alemania.
Ronald Reagan consiguió, con tenaz perseverancia, la ayuda política del país, de Margaret Thatcher, y del Papa Juan Pablo, que dio al traste con la Unión Soviética y su sistema de opresión.
Estos dos presidentes mostraron liderazgo, de principio a fin, sin dudas ni titubeos.
A Joe Biden parece temblarle las piernas a mitad del camino.
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